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ANÁLISIS

José María Suescun: la imagen de la burbuja del botox 

JOAQUIM CLEMENTE. 16/12/2014 El negocio de Corporación Dermoestética representa a toda esa época de excesos que se vivió en España con el ladrillo y de la que su creador y dueño, con avión privado, yate y eternamente joven es el prototipo

VALENCIA. José María Suescun tiene un avión privado. Y un yate. Y a saber qué más. Obviamente cada persona es muy libre de gastar su dinero en lo que quiera. Pero en el caso del presidente de Corporación Dermoestética todo parecía encajar en el prototipo del dueño de la mayor red de clínicas de estéticas de España. Hasta su aspecto, eternamente joven, eternamente bronceado, ayudaba en la idea de que él mismo era su propio y primer cliente.

Hábil en los negocios, Suescun supo aprovechar los años de euforia que vivió España la década pasada. La gente compraba pisos a pares sobre plano para venderlos con fuertes plusvalías, los albañiles conducían BMW y las adolescentes de familias bien pedían un aumento de pecho para su cumpleaños. Esto, que parece exagerado, llegó a ser una moda en determinadas clases sociales en una España desfasada.

El dinero que no paraba de girar en aquellos años permitió a muchos ciudadanos darse caprichos que, seguramente, jamás se hubieran planteado. Los pequeños retoques estéticos, ya fuera unos pechos, unas orejas de soplillo o una nariz poco agraciada tenían solución. Y la tenía a un precio razonable y financiado. La cirugía estética se popularizó. Ya no era solo para ricos. Y allí estaba Corporación Dermoestética para demostrarlo.

La llegada de la crisis, sin embargo, pinchó la burbuja. Suescun, que había creado filiales en Italia, Inglaterra y otros países empezó a cerrar negocios. En España aplicó un severo recorte de clínicas y de puestos de trabajo. Pero nada le ha salvado de la nueva realidad. En una época en la que para una familia puede resultar un problema económico que a un hijo se le rompan las gafas, todo lo demás es superfluo.

El día que Corporación Dermoestética salió a Bolsa, Suescun se plantó en el número 1 de la calle Lealtad de Madrid con un grupo de chicas vestidas de enfermeras. Aquello recordaba más a una película para adultos que a una salida a bolsa. Pero ese era el mundo de Suescun. Desde aquel día también se empezó a saber más sobre una empresa que, obligada por el mercado, tuvo que desnudarse ante los inversores y la prensa. Y el paraíso inicial, pintado a base de grandes campañas de publicidad, se fue tiñendo de gris. Denuncias por implantes de mala calidad, pérdida de clientes, pérdidas económicas...

Como hizo Suescun cuando decidió salir de bolsa, para el cierre de la empresa ha optado por una vía oscura. No hay explicaciones, como tampoco explicó muy bien aquella opa de exclusión a un precio ridículo. Pero una espantada como la que parece va a protagonizar con el cierre de todas sus clínicas sin explicar debidamente a sus pacientes (porque de medicina estamos hablado, no hay que olvidarlo, y, por tanto, de la salud de sus clientes) qué va a pasar con sus revisiones o su dinero adelantado sería una jugada que ningún lifting podría disimular.

 

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2 comentarios

jaime escribió
16/12/2014 09:18

... y practicamente todas las clínicas son de su propiedad, con lo que se ha llevado todos los alquileres durante estos años (Modelo Mercadona) y ahora en la extinción se queda los bajos... y los acreedores, clientes y empleados donde coger algo. NO SE LO HA MONTADO MAL EL MADRILEÑO

luisma escribió
16/12/2014 08:56

Es verdad, yo me acuerdo en aquella epoca de ir a algún sitio que no quiero nombrar y haber cola para subir a las habitaciones.Que tiempos aquellos

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