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A la espera de que cristalice la encuesta del CIS y los sondeos, o no lo hagan, en un proceso electoral, Podemos parece acercarse, por primera vez, al viejo sueño de Julio Anguita: el sorpasso, que IU nunca llegó a atisbar

VALENCIA. La encuesta del CIS que se ha difundido esta semana consagra una tendencia que llevaba meses apuntándose: la consolidación de Podemos (23,9%), por encima del PSOE (22,2%), como principal alternativa al PP (27,3%). Es sólo una encuesta, pero es la encuesta más importante y prestigiosa de todas; y, por otro lado, es una encuesta que no hace sino confirmar los datos que ya venían apuntando muchos otros sondeos previos, generalmente publicados por los medios de comunicación.

A la espera de que cristalicen los sondeos, o no lo hagan, en un proceso electoral, Podemos parece acercarse, por primera vez, al viejo sueño de Julio Anguita: el sorpasso, que IU ni siquiera llegó nunca a atisbar. Un objetivo que, como supo ver Anguita, era la única manera de superar el auténtico 'techo de cristal' que ha tenido siempre IU, y cualquier formación política que se presente como opción complementaria a alguno de los dos grandes partidos: el voto útil.

¿EL VOTO ÚTIL, LA NUEVA PESADILLA DEL PSOE?

Durante décadas, el bipartidismo se ha cimentado sobre un sólido plus electoral: un sistema de circunscripciones provinciales que favorece enormemente a los partidos más votados. No se trata, como se dice a menudo, de que la ley d'Hondt de reparto de escaños favorezca a los más votados (lo hace, pero en pequeña medida; su sistema de asignación proporcional es bastante ajustado). Se trata de que, como en la gran mayoría de las provincias se reparten muy pocos escaños (6 o menos, con muchas provincias con 3 y 4 escaños), es prácticamente imposible para un tercer partido 'tipo' IU o UPyD, es decir, un partido que habitualmente oscila entre el 5% y el 10% de los votos, obtener representación. Sólo lo hacen en las provincias con suficiente población como para llegar al reparto. En la mayoría de las provincias, todos los escaños se reparten entre los dos partidos más votados. Allí se forja la solidez del bipartidismo.

Pero, además, este sistema de reparto tiene un efecto colateral muy importante: que muchos votantes decidan no "tirar" su voto apostando por un partido pequeño, condenado al ostracismo en casi todas las legislaturas, y en su lugar apuesten por los grandes partidos. Un fenómeno, el del voto útil, que es bien patente en las circunscripciones menos pobladas, pero también influye en el voto de muchas personas en los distritos electorales donde se reparten más escaños (y donde, por lo tanto, votar a un partido pequeño no tiene por qué ser tan "inútil").

El fenómeno del voto útil viene además tradicionalmente potenciado por las encuestas de opinión, que sistemáticamente designan, a ojos de muchos votantes, qué es probable que suceda. De manera que, si es previsible que sólo haya dos partidos con opciones de formar gobierno, según las encuestas, muchos apostarán por uno de los dos partidos (y muchos, quizás más, apostarán por el voto "contra" uno de los dos partidos).

Este escenario es el que puede quedar dinamitado por Podemos. No sólo por lo que pase en las elecciones sino, ya de entrada, por lo que muestran las encuestas, incluida la del CIS. Un escenario en el que el tradicional plus del PSOE, de "votar porque es la única alternativa al PP", ahora puede volverse en su contra, ante un hipotético decantamiento de votantes de izquierdas por Podemos, la nueva opción "útil".

El panorama electoral que muestran los sondeos, indudablemente, puede desinflarse (puede desinflarse el ya mítico soufflée de Podemos). Por cosas como auténticos escándalos que afecten a este partido, como las peripecias de Juan Carlos Monedero con Hacienda, o la hipotética entrada en Podemos de gente (Tania Sánchez) que ya vendría con escándalo incorporado. También es posible que, a la hora de la verdad, a muchos votantes les entre el vértigo por votar a una opción rupturista, o que los abstencionistas del PSOE y/o el PP vuelvan... Todo esto es verdad.

También lo es, sin embargo, que mientras tanto los sondeos siguen mostrando un ascenso sostenido de Podemos, con varios síntomas preocupantes para PP y PSOE: en el caso de la encuesta del CIS, su liderazgo en intención directa de voto, sin cocinar (19,3% para Podemos, por 12,9% para el PP y 12,4% para el PSOE). O el hecho de que Podemos tenga mucho más peso entre los votantes más jóvenes, y también en el voto urbano, así como entre los votantes con más estudios. Los dos primeros son factores ligados con el cambio electoral. El último contribuiría a desmentir la idea, propalada desde el PP y el PSOE, de que Podemos es la quintaesencia del populismo. Sobre todo, por comparación con PP y PSOE.

En contra de Podemos juega que el soufflée está, sin duda, hinchado por el descontento ciudadano (el público ubica a Podemos en la extrema izquierda, es decir, muy lejos del centro-centroizquierda en el que se ubican la mayoría de los votantes). Una situación frágil, que podría desbaratarse, o al menos estancarse si Podemos decepciona a una parte del electorado. Bien sea por los escándalos que están surgiendo en torno al partido, bien por un resultado en Andalucía que lo ubique muy por detrás del PSOE.

#PRAYFOR... CADENA PERPERTUA: DE ENTRADA, NO

Desde hace tiempo se viene evidenciando que la estrategia política de Pedro Sánchez es errática; que el secretario general del PSOE a menudo defiende una cosa y su contraria, se suma alegremente a cuantos trenes se le ponen a tiro, y además combina esta manera de obrar con unos usos comunicativos, como mínimo, peculiares (su "desvocalización" y conversión en Pdro Snchz, su aparición estelar en Sálvame, su afán por ser descuartizado en Salvados por una familia de exvotantes socialistas de Barcelona, ...).

Pero nada comparable al espectáculo que vivimos el lunes, en la previa a la firma del pacto antiyihadista, escenificada en La Moncloa por Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. No por la firma del pacto en sí, sino por la asunción de la cadena perpetua que conlleva por parte de sus firmantes. Esta es una cuestión difícilmente conciliable con un partido que se dice de centro izquierda, como el PSOE, pero el problema principal ni siquiera estriba ahí. El auténtico problema fue la "previa" a la firma, con el PSOE negando con firmeza, por activa y por pasiva, lo que haría a continuación:

El PSOE firmó un acuerdo en unas condiciones en que había asegurado (no meses o semanas antes, sino horas antes) que jamás aceptaría, para a continuación asegurar que, aunque había firmado el pacto, lo derogaría cuando llegase al Gobierno. Da la sensación de que el PSOE renunció al marxismo en los años 70 para volver a él en el siglo XXI, pero esta vez al marxismo de los Hermanos Marx.