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OPINIÓN / 'PASABA POR AQUÌ'

La huella española en Silicon Valley

ANDRÉS GARCÍA RECHE. 15/03/2015

"PASABA POR AQUÍ"

Andrés García Reche

Profesor de Economía Aplicada. Universitat de València
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VALENCIA. En 1770, el franciscano mallorquín Fray Junípero Serra llegaba a la que hoy gracias a ello conocemos como Bahía de San Francisco con el fin de fundar nuevas misiones y, de paso, expulsar a los jesuitas de las suyas (que, como siempre, habían llegado antes), siguiendo la orden del entonces "mejor alcalde de Madrid", humilde precursor de Ruiz Gallardón y Ana Botella, el Rey Carlos III. La hermosa ciudad del Golden Gate veía así la luz por primera vez en la Historia de la mano de los siempre tan activos, cosmopolitas y piadosos misioneros españoles.

Poco más de un siglo más tarde, en 1891, se creaba la Universidad de Stanford, y sesenta después, en 1939, nacía la primera empresa de osciladores de audio en parte de los terrenos provistos por aquella, de la mano de dos de sus estudiantes más aventajados: William Hewlett y David Packard.

Comenzaba así la historia del cluster de la industria del conocimiento más dinámico, prolífico, innovador, e incluso, cinematográfico, del mundo: Silicon Valley (SV). Hasta el punto de que algunos de sus protagonistas son ahora más famosos (y más ricos) que muchas estrellas mediáticas del espectáculo: Steve Jobs y Steve Wozniak (Apple), Bill Gates y Paul Allen (Microsoft), Gordon Moore (Intel), Larry Page (Google), o Mark Zuckerberg (Facebook), entre otros muchos.

Por supuesto, la gran mayoría de las empresas allí ubicadas, aunque que todavía no han cumplido ni sus 50 primeros años de vida, se encuentran entre las primeras en todas las clasificaciones de valoración bursátil, gozando sus marcas de una elevada reputación entre el público en general, entre otras cosas, porque muchas de nuestras actividades cotidianas dependen en gran parte de ellas.

Cierto es que no hay muchos nombres españoles entre ellos, por no decir ninguno. Pero en el pecado va incluida la penitencia, como suele decirse, porque si miramos las direcciones postales de las sedes centrales de las compañías (excepto la de Microsoft, que aunque tiene presencia en SV, está en Redmon, cerca de Seattle), lo que nos encontramos, oh, sorpresa, son ciudades como San José, Santa Clara, Palo Alto, Los Gatos, Monte Sereno, San Carlos, San Mateo, Los Altos y, por supuesto, la ya citada San Francisco.

De hecho, el término "valle" incluido en la denominación de SV no es otra cosa que el Valle de Santa Clara, una suave y extensa franja de territorio que acoge a gran parte de la industria del conocimiento mundial. O sea, que, siendo muy optimistas, podríamos afirmar que SV no podría entenderse si elimináramos la huella de España en el continente americano.

Siendo muy optimistas, he dicho... Aunque, en cierto modo, no tanto como se piensa. Desde mediados de los años 90, numerosos jóvenes españoles salidos de nuestras universidades y centros de investigación, en cantidades crecientes, se han ido incorporando a las distintas empresas desplegadas por el famoso valle. Lo hacen con el visado H1B para personal cualificado, a petición de aquellas y contribuyendo de paso a la expansión de la innovación en todos los EEUU y, en particular, al agrandamiento del mito de Silicon Valley.

Y no sólo ellos, otros muchos países que no se caracterizan precisamente por su alto nivel de desarrollo (como India, China y Méjico), que han invertido el presupuesto que no tienen en crear su propio capital humano, lo exportan en grandes cantidades a continuación para ayudar a mejorar la competitividad de las empresas californianas, a quienes luego comprarán sus smartphones, sus gafas Google, o sus impresoras lásser.

En realidad, el valle de marras no es sino una inmenso territorio multinacional y multicultural en el que lo único que importa es que no se detenga el proceso de producción e intercambio de talento, venga éste de donde venga. O sea, que los americanos serán algo imperialistas, bastante desigualitarios, y todo lo violentos que ustedes quieran, pero tontos, lo que se dice tontos, no son.

Según datos de la OCDE, alrededor de ocho millones de inmigrantes altamente cualificados han ido llegando a EE UU desde los años 80, la mayoría para quedarse. A Silicon Valley, sí, en el que los españoles, por cierto, ocupamos el puesto 29 del total de países allí presentes, pero también a los grandes ejes económicos de Illinois, Atlanta, Seattle o Nueva York. Mientras nosotros, aquí, nos dedicábamos con empeño digno de mejor causa a poner ladrillo sobre ladrillo a lo largo de los 450 kilómetros de una costa envidiable que, gracias a ese mismo empeño, hemos conseguido casi destruir.

Lo verdaderamente fascinante es que para lograrlo nosotros importábamos grandes cantidades de mano de obra escasamente cualificada mientras que al mismo tiempo, exportábamos jóvenes talentos con el visado H1B para mayor gloria de Microsoft, Apple, o Google. ¡Y todavía hay quien piensa que el principal problema de nuestro modelo productivo es la formación superior!

En fin, no trato aquí de sumarme a esa fiebre, tan extendida como pretenciosa, de proponer crear aquí un Silicon Valley valenciano de la mano, por ejemplo, de nuestras universidades, basándome en argumentos tan potentes como el de que tenemos unas condiciones climáticas y medioambientales muy similares a las de la Bahía de San Francisco, pero sí creo que el ejemplo de SV nos debe servir para entender tres aspectos fundamentales sobre nuestro futuro económico.

El primero es que los valencianos, y los españoles, en general, no están incapacitados genéticamente para la innovación, y son perfectamente capaces de aprovechar las oportunidades que se les brinda en este terreno. El segundo, que invertir y cultivar el talento sale a la larga mucho más rentable que cualquier otra alternativa que podamos imaginar.

Y la tercera, que si nuestro sistema productivo no se orienta de manera generalizada y persistente en el tiempo hacia la innovación y el valor añadido, estaremos condenados a continuar creciendo -cuando lo hagamos- siguiendo los caprichos de la coyuntura y de los viejos esquemas competitivos, dependientes casi en exclusiva de esa perversa espiral precios/salarios que tanto daño nos ha hecho en el pasado.

Que San Francisco de Asís nos ilumine, aunque sea 250 años más tarde que lo hiciera con Fray Junípero Serra. Amén.

"PASABA POR AQUÍ"

Andrés García Reche

Profesor de Economía Aplicada. Universitat de València
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1 comentario

vicent soler escribió
15/03/2015 12:32

Com sempre, un molt bon article del professor Garcia Reche. Sembla, però, que comencen a moure's les coses per València. De fet, la Facultat d'Economia de la Universitat de València ja ha establert ponts amb Sillicon Valley a través del catedràtic Isidre March. http://www.valenciaplaza.com/ver/148400/un-paseo-con-prisma-español-por-silicon-valley.html

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