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LA OPINIÓN PUBLICADA

La dura vida del partido bisagra en España

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA. 12/04/2015

LA OPINIÓN PUBLICADA

Guillermo López García

Profesor titular de Periodismo de la Universitat de València
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VALENCIA. En semanas anteriores hemos hablado de los problemas que acucian a Podemos, los cuales, más allá de lo que suceda en el corto plazo en Andalucía, confluyen en un solo lugar: el problema de no alcanzar las expectativas generadas y de quedarse en una posición subalterna respecto del PSOE, esto es: el problema, grave en España, de convertirse en un partido bisagra, un socio menor de quienes de verdad acaban gobernando. De ahí la estrategia, tan lógica como arriesgada, de buscar un sorpasso al PSOE, y proclamarlo (quizás exageradamente) con antelación: asentar en la ciudadanía la idea de que Podemos no es una mera muleta de la izquierda, sino una auténtica alternativa al PSOE.

Pero la superación de la amenaza de convertirse en un partido bisagra es un problema que no sólo tiene Podemos (y que tanto ha afectado electoralmente a IU), sino que puede afectar también a su alter ego en la derecha: Ciudadanos. Este partido ha generado enormes expectativas, pero tarde o temprano también se encontrará con una disyuntiva: o bien pacta con el PP, su aliado natural, y eso hace que muchos votantes prefieran votar al "original", o bien no pacta, y eso implica que propicie gobiernos de izquierdas (con lo que muchos votantes se preguntarán por qué votan a un partido que luego no contribuye a que las cosas que a ellos les importan se hagan).

EXPERIMENTOS EN LA DERECHA ESPAÑOLA

Este mismo problema lo han tenido todos los partidos políticos que anteriormente han aspirado a ocupar un espacio en el centro político. Lo tuvo el CDS, que apenas duró una década, sobre todo porque en su última época decidió convertirse en un auténtico partido bisagra, dispuesto a pactar indistintamente con el PP y el PSOE. Y también lo ha tenido UPyD (que quizás, a este paso, dure incluso menos que el CDS). Lo tuvo el Partido Reformista Democrático (conocido como ‘operación Roca') de 1986, que ni siquiera llegó a alumbrarse como tal.

Rueda de prensa del Partido Reformista Democrático con Miquel Roca en 1986 | EFE 

El único partido que no lo tuvo, paradójicamente, fue el antecesor del PP, Alianza Popular, pero este partido no aspiraba en los años setenta a ocupar el centro político, sino que se ubicó en la derecha del espectro, recabando los apoyos del franquismo sociológico (porque Manuel Fraga intuyó, erróneamente, que ahí estaban la mayoría de los votos), y sólo el desplome de la UCD le permitió abarcar un espacio mucho mayor.

A pesar de lo cual, AP aún tardaría una década, de 1982 a 1993, en superar sus problemas de origen (un partido excesivamente conservador y con deudas franquistas, a ojos de muchos ciudadanos) en medida suficiente como para hacerse con muchos votantes de centro, que desde entonces oscilan entre PP y PSOE... y ocasionales partidos de centro cuya supervivencia, entre la pinza bipartidista, siempre es precaria, como está demostrando UPyD ahora mismo.

 Manuel Fraga en los inicios de Alianza Popular | EFE

Este es también el peligro que puede afectar a Ciudadanos. Este partido, a diferencia de Podemos, tiene detrás una trayectoria de casi una década. Su crecimiento había sido, hasta las Elecciones Europeas, lento, pero constante, y fundamentalmente circunscrito a Cataluña. En el momento actual, su ascenso fulgurante se explica, sobre todo, por tres motivos: votantes conservadores que no quieren volver al redil del PP, por diversas razones, fundamentalmente derivadas del hartazgo con las políticas o las actitudes de este partido; votantes que pasan de UPyD a Ciudadanos, al constatar que UPyD es un partido en declive; y voto protesta (voto joven, voto habitualmente abstencionista) que no se encuentra cómodo en Podemos. Y, a veces, naturalmente, las tres cosas a la vez.

EL ENSAYO DE LAS AUTONÓMICAS, CLAVE PARA LAS GENERALES

Para asentar sus votantes, tanto Ciudadanos como Podemos compiten entre sí, pero sobre todo compiten con los dos partidos que hoy sustentan el sistema bipartidista: PP y PSOE. Por eso las elecciones locales y autonómicas de mayo son muy importantes: en primer lugar, porque mostrarán la evolución de la tendencia apuntada en las andaluzas. Y en segundo lugar, porque permitirán observar la política de pactos y alianzas que se desarrolle después, y de ahí muchos votantes o posibles votantes de ambos partidos podrán dilucidar si dan su apoyo a los nuevos partidos o vuelven al redil de los de siempre.

Pablo Iglesias durante un mitin 

En cualquier caso, conviene tener presente que la visibilidad política y el éxito electoral derivan en España, sobre todo, de los resultados obtenidos en unas Elecciones Generales. Esto es algo que siempre han tenido muy claro en Podemos, por ejemplo. De hecho, casi cabría considerar que para este partido, de hecho, las elecciones municipales y autonómicas son una molestia.

En virtud de cómo lleguen los que hoy son los cuatro principales partidos políticos, tal y como se deduce de las encuestas, la dispersión del voto en las Elecciones Generales puede causar efectos curiosos, inusitados en España. Por ejemplo, que haya tres partidos representados, o cuatro, en circunscripciones en las que tradicionalmente sólo había espacio para el bipartidismo. Es decir, todas las que cuentan con menos de siete escaños.

Albert Rivera

Hasta la fecha, la única excepción a la regla la constituían las provincias en las que existían partidos nacionalistas fuertes: el País Vasco y Cataluña. Incluso las provincias poco pobladas, como Lleida, Girona o Álava, mostraban una distribución de escaños llamativamente diferente a la habitual en el resto de España. Por ejemplo, en Álava se repartieron en 2011 los cuatro escaños de la circunscripción entre otros tantos partidos: PP, PNV, PSOE y Amaiur. En Girona (seis escaños) CiU obtuvo tres, y los restantes se repartieron entre PP, PSOE y ERC.

En resumen: en estas comunidades autónomas, incluso en las circunscripciones que reparten pocos escaños hay margen para repartos variopintos, de los que participen tres o cuatro partidos. Y eso es lo que nos podemos encontrar tras las Elecciones Generales de noviembre. Siempre y cuando, por supuesto, Podemos y/o Ciudadanos estén más cerca del 15% que del 10%. En ese caso (y más aún si superan el 15% de los votos), podremos encontrarnos con un Congreso de los Diputados auténticamente multipartidista, y tanto Podemos como Ciudadanos podrán postularse como alternativa real al bipartidismo representado hasta ahora por PP y PSOE.

#prayfor... IU Ganemos

La larguísima hegemonía del PP en la Comunidad Valenciana no sólo deriva de sus aciertos, o del victimismo leído como defensa de Valencia y los valencianos hasta extremos a menudo absurdos (la recién aprobada ley de defensa de las señas de identidad constituye, sin duda, un hito en la historia de la ridiculez). Es también consecuencia de los defectos e insuficiencias de los demás partidos valencianos; y, en particular, de los partidos de izquierda. A menudo se han señalado, aquí y en otros lugares, sus defectos, su división atávica, su carencia de perspectivas, su demagogia, o su afán (en tiempos más aparentemente felices, en lo económico... y, sorprendentemente, aun ahora) por asumir acríticamente el programa electoral del PP.

Tania Sánchez

Todos estos problemas son reales, pero palidecen ante una observación somera del panorama en la Comunidad de Madrid, el otro gran granero electoral del PP consolidado en los años noventa. En Madrid, el suicidio de la izquierda, sus luchas cainitas, su incapacidad para constituirse en algún tipo de alternativa, convierte, por comparación, a los representantes de la izquierda valenciana en auténticos colosos de la política: al menos, en Valencia da la sensación de que no le harían ascos del todo a gobernar, aunque para ello hubiera que sustituir al PP.

El último gran momento de la izquierda en Madrid, tras la defenestración (no lo tiraron por la ventana, pero casi) de Tomás Gómez en el PSOE y la exclusión de la mitad de IU encabezada por Tania Sánchez, ha sido el hurto (no hay otra forma de calificarlo) de la marca "Ganemos" por parte de IU a sus archienemigos, y exsocios, de "Ganemos", que ahora se tendrán que denominar "Ahora Madrid". Es decir, que para votar a Ganemos en Madrid no hay que votar Ganemos.

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2 comentarios

JoJo escribió
13/04/2015 15:58

Según la última encuesta de El País, habría un cuadruple empate técnico en intención de voto lo que haría que, en el momento de repartir escaños, podría pasar cualquier cosa, como que el partido más votado no fuera el que obtuviera más escaños.

,marco antonio escribió
12/04/2015 23:38

Este politico DE PACTOS continúa diciendo que por fin ha descubierto que una forma de gestionar lo publico , natural y no transformando, cuando se lleva un estilo de vida politica realizando un modelo politico moderado (pasear en la ciudad con asiduidad), permite prevenir los comentarios falsos. En tu texto Guillermo recuerdas las dos décadas y media que han pasado aconsejando los ciudadanos , reducir el nivel de corrupción (urbanismo y financiación) Una política ignorante e hipocrita ya no se puede defender desde el punto de vista etico.

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