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EL CABECÍCUBO

‘Electric Boogaloo', el mito de Cannon, la productora que lanzó a Chuck Norris

ÁLVARO GONZÁLEZ. 18/04/2015 Un documental analiza la historia de la productora que fue el maná de los niños de los 80

MADRID. Muchas risas con Cannon Films, mucho cachondeo, sí. Era muy cutre y nosotros muy guays. Pero en los años 80, para los que éramos niños, era la Meca. Lo dice un niño que pagó religiosamente en el estreno de Superman IV. Que le temblaban las canillas cuando Masters del Universo llegó a las carteleras. Que en el cine del colegio le ponían las películas de Quatermain con la engañifa de que él era el verdadero Indiana Jones. Que cuando vio Hércules un día por la mañana con la llegada de las privadas se lo pasó pipa. Todo lo pipa que ya se lo había pasado jugando a ninjas en la calle, otra figura popularizada por Cannon. Por no hablar del fenómeno que supuso en el videoclub la saga de Desaparecido en combate. ¿Hay que recordarle a alguien la categoría que alcanzó entre los críos Yo el halcón?

Ahora Cannon es recordada como el paradigma de la chapuza cinematográfica. Pero su cutrerío a los niños nos llegaba. Por supuesto, había películas destinadas a los críos mil veces mejores, pero necesitábamos más el resto del año y no teníamos cincuenta canales e Internet. Y ahí, en sesiones dobles de cines de barrio y videoclubes, nos tragábamos como benditos todo lo de Cannon, sin saber que era de Cannon, sin saber ni qué era Cannon mejor dicho.

Es ahora, en la decrepitud de nuestra treintena que los que fuimos niños en los 80 podemos ver todo lo que había entre bastidores en esta fábrica de sueños, sueños de cuando cenas alubias con chorizo, gracias al documental Electric Boogaloo que ha estrenado Canal +.

Resulta curioso de ver por lo que descubres. Resulta que todo el cine que hemos considerado como estadounidense por excelencia, la basura, no era estadounidense. Eran israelíes en Estados Unidos tratando de hacer lo que creían que le gustaba a los estadounidenses. No era un producto genuino de su cultura. Digamos que sí era fruto de ella pero de forma indirecta. Aunque al final ha terminado siendo tan influyente que tres cuartas partes de las producciones de Hollywood parecen cintas de Cannon solo que con pasta.

Menahem Golan y Yoram Globus eran los israelíes en cuestión. Dos primos fanáticos del cine que se pusieron a rodar en su país de forma estajanovista. Les llegó el éxito con Polo de limón una especie de Porky's -que va por la novena entrega- que la vieron 1,3 millones de israelíes. A finales de los 70 eso suponía que pasaron por los cines un tercio de la población de todo el país.

Desembarcaron a Estados Unidos y se hicieron con Cannon, una productora que sacaba cine erótico de cuarta división. Empezaron filmando películas de bajo presupuesto sobre psicópatas y de terror, pero siempre con buenas cantidades de sexo justificado o no. Eso es lo que quería el público. Los que les conocieron en el documental dicen que hacían todo lo que estuviera en su mano para conseguir lo que querían. Y su objetivo era un gran estudio, de modo que la estrategia maestra no tardó en ponerse en marcha.

Primero porque establecieron un circuito para sus películas independiente tal y como hace ahora el cine llamado indie. Su primer intento fue hacer "la nueva Tommy", un musical futurista sobre la lucha del bien contra el mal en la industria musical del futuro. Se llamaba The Apple. Merece la pena destacar su canción ‘Me corro'. En las proyecciones regalaban cassettes con las banda sonora de la película y el público las tiraba a la pantalla y las dejaba ahí clavadas. Sí, fracasaron.

Pero siguieron. Había cines que necesitaban material de relleno y una productora barata como Cannon, que apelaba a todos los instintos poco nobles del espectador, les venía de maravilla. Su segundo intento fue por el lado erótico expresamente. Rescataron a la gran Sylvia Kristel, protagonista celebérrima por Emmanuelle. Bueno, rescatar es una forma de hablar. La actriz holandesa llegó a Los Ángeles más enganchada a la cocaína y el alcohol que nunca. Y total, como en la capital de California no hay peligro de recaer en esos vicios, la mujer deambuló completamente ciega por una serie de filmes de dudosa calidad en los que se limitaban a sacarla jodiendo. Hasta en una trinchera de la I Guerra Mundial la hicieron trajinar en Mata Hari. Decían que la pobre llegaba a los estudios con tal aspecto después de sus fiestas acompañada o en solitario que a las maquilladoras les desesperaba el curro que se tenían que dar con ella.

Después llegaron Last american virgin, una imitación de la mentada Polo de Limón que les diera éxito en su país. Mezclando esta vez adolescentes y sexo con el problema del aborto y la cocaína. Un cuadro muy español de principios del siglo XXI. Pero el pepinazo lo dieron con la secuela de Yo soy la justicia con Charles Bronson. Ahí dieron con la tecla de lo que deseaba el público: gente de clase media masacrando sin piedad a minorías étnicas y jóvenes descarriados. Los críticos la pusieron a parir y en Inglaterra se suprimieron los cuatro minutos de una violación. Les dijeron "es una vergüenza que se emplee una violación como reclamo comercial".

Para entonces ya estaban arrasando con las películas de ninjas. Llegaron a rizar el rizo con Ninja III, la dominación donde mezclaron Flashdance, la protagonista era bailarina de aerobic, con El Exorcista, la poseía un ninja y, por tanto, también con las artes marciales.

Llegados a este punto MGM empezó a exigir un poco de calidad y llegó el fracaso de Sahara, donde querían hacer Lawrence de Arabia con el Lago Azul y La carrera del siglo. La protagonizaba Brooke Shields y fracasó, aunque ellos esperaban un Oscar. Más apañado fue la enésima secuela de Hércules, de la que un trabajador de MGM dice "Quería una película de Hercules para niños y aquí están todo el rato haciéndole mamadas, pero fue un éxito comparado con el resto de basura que nos entregaban".

Un buen día la hija de Menahem Golan le dijo a su padre que había visto bailarines de un estilo nuevo, break, en la calle. A las pocas semanas ya estaba en marcha una película. Empezaron a rodar antes de tener el guión. Sabían que Orion estaba haciendo Beat Street y en la carrera por llegar al estreno vencieron los de Cannon con Breakin'. Creyeron encontrar la gallina de los huevos de oro y la segunda parte fue de vergüenza ajena hasta para los propios actores.

Vuelta al sexo entonces. Y con una de las películas de las que más cariño guarda uno como español Bolero. Obra de arte máxima en el que, atención, Bo Derek es la mujer de un torero que ha perdido los testículos en una cogida y con ellos la virilidad. Ya no se le levanta. Ella decide torear por él y se dedica a cuidar a su hombre. Le grita "Esa cosa volverá a funcionar, te lo garantizo". Y poco más; follar y follar y follar. Merece la pena ver a Bo Derek rejoneando desnuda. Aquí nadie tomó ejemplo de estas nuevas ideas para modernizar la tauromaquia con fórmulas menos sangrientas y así estamos, con las plazas medio vacías. La película fracasó, por cierto.

Y entonces surgió otro éxito. Les llegaban solos, los trabajadores dicen que por error, que al burro siempre le suena la flauta, pues estaban rodando cincuenta películas al año, prácticamente una a la semana, y alguna tenía que tirar. Se trata de America 3000, una postapocalíptica sobre un mundo dominado por mujeres donde los hombres son esclavos, que lo petó. Y la cosa siguió para arriba cuando Chuck Norris, gran actor de artes marciales, quiso dirigir su carrera hacia la acción y encontró en Cannon su gran oportunidad. Así surgieron los engendros de Desaparecido en combate, que eran videojuegos más que películas, cuando los juegos de ordenador eran aún en monitor verde, y partió la pana. Aunque con anécdotas como estrenar primero la segunda parte antes que la primera por la caótica forma de trabajar de los primos.

Con Delta Force, años después, lograron dar al hecho real del secuestro de un avión estadounidense en Beirut un final que gustase a al gente, es decir, una masacre de árabes de no dejar ni el apuntador. Triunfaron como la Coca-Cola, aunque en los nuevos estudios los guardias de seguridad iban armados con ametralladoras por las amenazas de muerte constantes. Pero no todo era cine de baja estofa. Para huir de esta imagen y el martirio de los críticos, llegaron a dar una oportunidad a Cassavettes para que filmara con total libertad o también a Godard, gente a la que ya nadie apoyaba, autores que se habían pasado de moda, aunque el francés dicen que les tomó el pelo a propósito con su Rey Lear.

En su gran salto para poder equipararse a los estudios importantes, rodaron Quatermain con Richard Chamberlain y Sharon Stone. Nadie aguantaba a la actriz estadounidense, cuenta el documental, y en venganza un día que iba a tomar un baño se mearon todos en el agua. Luego ella se convirtió en superestrella y más de uno debió pensarse si volver a saludarla. La parodia de Indiana Jones quedó muy deslucida, por no decir esperpéntica, pero en España los niños nos la tragábamos irreflexivamente, sin crítica, casi gritando ¡queremos más! Como si fuésemos españoles de mediana edad leyendo su periódico de toda la vida.

Cuando hicieron una secuela ultragore de La matanza de Texas la empresa ya fue investigada por la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos. Vendían las películas antes de acabarlas a un ritmo tan rápido que el negocio tomó visos de estafa piramidal a los ojos del entonces poco blandengue para estas cosas Gobierno de EEUU. Ellos se tomaron el golpe con filosofía: lo mejor, una huida hacia delante.

Pagaron a Sylvester Stallone lo que nadie había pagado nunca a un actor, rompieron el mercado, para Yo el halcón, que como era una película de pulsos, tampoco tenía mucho gasto en escenas de acción. Se movía un brazo, se sudaba y fuera. La siguiente apuesta fue otra superproducción, Masters del Universo. El resultado fue ofensivo para los que controlábamos los pormenores de la historia de estos muñecos, pero fuimos al cine religiosamente. Skeletor tenía la calavera pintada en la cara. "Parecía que se lo había hecho su madre para Halloween" dice uno de los entrevistados.

Y el error de bulto y definitivo fue Superman IV. Consiguieron convencer a Christopher Reeves diciéndole que sería un Superman de la Perestroika, que luchaba por la paz en el mundo contra  El hombre nuclear. Se rodó sin presupuesto, sin casi efectos especiales y las pérdidas llegaron a los 90 millones.

El descubrimiento de Van Damme y su Cyborg no impidió que se pelearan. Por cierto que contrataron al actor con un casting muy especial. Él fue a pedir una oportunidad, cuando vió a Menahem Golan en su oficina le lanzó una patada que casi le vuela la cabeza y salió de ahí con trabajo. Los primos definitivamente se separaron, vendieron de saldo todo el capital inmobiliario en todo el mundo del estudio y ¡montaron dos estudios! Uno para cada uno.

Cosa que fue muy graciosa porque, daría para una película, empezaron a competir por estrenar antes su película sobre la lambada, el nuevo baile de moda, que ellos pusieron de relevancia. Al final, Lambada y El baile prohibido se estrenaron a la vez. Una anécdota surrealista incluso para el disparatado mundillo de Los Angeles. Esos fueron sus penúltimos disparos. El último fue un documental sobre su vida cuando se enteraron de que este documental que reseñamos se estaba rodando. Llegaron al estreno antes por tres semanas.

Y sí, todo de mucha risa, pero el cine comercial de Hollywood actualmente bebe más de ellos que de otros maestros.

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4 comentarios

Yo soy el verdadero halcon aqui escribió
26/08/2015 20:13

Yo siempre quise tener un padre con Stallone en yo el halcon. ¿y quien dijo que no nos fijabamos en las ubres? Sobre todo en "America 3000". Las peliculas que se estrenan en Spain parecen, mas bien, producidas por Cacannon. Necesitamos conocer con urgencia el titulo de la peli de la bailarina poseida por el ninja, a mi tambien se me olvidó el titulo nada mas verla del flipe del tarro. Cannon esta caññon. ¿Y para cuando America 5000? Todavia la estoy esperando.....

Manolo escribió
21/04/2015 12:14

Buah, la Cannon y el cine de los 80. La cuspide del homoeroticismo en el cine. Protagonistas que perdian el culo (en sentido literal) por salir en camiseta con los musculos a tope de esteroides y darse de hostias revolcandose en el barro con otro ciclado Siempre salia una protagonista femenina con tetas gordas, pero era ignorada completamente Que tiempos aquellos...

Ibon escribió
20/04/2015 19:30

¡La de la bailarina poseída por un ninja la vi yo! Ni el nombre llegué a saber nunca.

polilla escribió
19/04/2015 14:00

Buah, chaval! Las pelis de la Cannon eran lo más. Si es que era ver el logo ese con destello y no había que ver en el periódico qué peli era. Con ese logo, era "de las buenas". En las fiestas de mi cole había torneillos cutres de fúmbol, baloncesto, parchís y otras mierdas; pero el torneo que lo petaba era el de pulsos. Extraoficial, claro, porque a los muermos de los curas no les gustaba nada aquello, pero les tocaba rendirse a la evidencia: todos queríamos ser nosotros, los halcones... En este blog lo explican con más detalle y mencionan otras joyas de la Cannon: http://vicisitudysordidez.blogspot.com.es/2007/06/la-historia-de-la-cannon-episodio-1.html Recuerdo haber leído el post hace años y pensar: "Coño, esta también era de la Cannon, y esta, y esta otra! Joder, todas, es que las han hecho todas. Todas las pelis buenas-buenas de los 80 eran de la Cannon". Que yo ahora soy muy de festivalillos, gafapasta, pose y cine uropedo; pero donde esté una de la Cannon...

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