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TENDENCIAS ESCÉNICAS

Una batería de intrusiones teatrales asalta el cine

BEGOÑA DONAT. 03/06/2015 Con el estreno de 'Hablar', Joaquín Oristrell se suma al audiovisual con raíces escénicas de directores como Polanski y Lars von Trier

VALENCIA. El barrio de Lavapiés es un microcosmos multicultural en pleno centro de Madrid. En sus angostas y empedradas calles cohabitan en torno a 90 nacionalidades distintas. Es un reducto de diversidad donde la solidaridad de los vecinos se ajusta a los roces de la convivencia.

También caldo de cultivo para la creatividad, y en concreto, en el plano de las artes escénicas, para una oferta diversa como lo son sus moradores. Hasta 15 espacios brindan un total de 1.000 butacas. Entre la oferta teatral, el Centro de Nuevos Creadores es a un tiempo sala, fundación y escuela. Su directora es Cristina Rota.

Un seminario de monólogos impartido por la argentina hace un lustro ha sido el germen de un proyecto inédito en el cine español que se estrena este 12 de junio. Joaquín Oristrell ha rodado Hablar en una sola toma de 80 minutos que en un recorrido de 400 metros hace parada en 20 instantes personales. La película está protagonizada por más de 40 actores y rebosa de la inmediatez y el nervio de las improvisaciones de las que parte.

"Esta película quiere ser un retrato robot de este tiempo que nos toca vivir. Y quiere hacerlo ofreciendo al posible espectador un conjunto de historias que se van sucediendo como si se tratara de una obra de teatro interpretada en plena calle, en movimiento", comenta Oristrell.

La misma configuración del barrio ha insuflado vida y tensión al filme, que viene respaldado por rostros del teatro y el cine español tan reconocibles como los de Sergio Peris-Mencheta, Raúl Arévalo, Secun de la Rosa, Mercedes Sampietro, Miguel Ángel Muñoz, Melanie Olivares y Antonio de la Torre.

"En Lavapiés no hay rutas alternativas si viene la policía o ambulancias. Convivíamos con los vecinos y con la gente que estaba en las terrazas. Pero queríamos vivir la experiencia de tener el centro a nuestro alrededor, captar la realidad de la manera más fiel posible", describe el director.

El resultado es una suerte de microteatro hibridado con Vidas cruzadas (Robert Altman, 1993), donde el cinismo demoledor del libro y la película se sustituyen por la reflexión social, política y existencial.

Con esta ya son tres las colaboraciones entre Cristina Rota y Joaquín Oristrell. La primera fue la comedia de 2001 Sin vergüenza, que le procuró el Goya a la mejor actriz de reparto a Rosa María Sardá. La acción de esta farsa sobre el mundo de los actores se desarrollaba en una escuela de interpretación y entre otros debutantes, dio la oportunidad de estrenarse a Marta Etura, Dani Martín, Cecilia Freire y Nur al Levi.

Dos años después, los actores Elvira Mínguez, Javier Cámara, María y Juan Diego Botto se sumaban al tándem Oristrell-Rota en un grito unánime: No a la guerra. La colaboración se tituló Los abajo firmantes y tomó como base la obra de Federico García Lorca Comedia sin título. En este drama entre documental y biográfico, un grupo de teatro en gira tomaba partido en contra de la participación española en la Guerra de Irak y sufría los efectos del rechazo a esa postura y a su propia profesión.

Hablar conecta con ambos proyectos en su ligazón con el teatro, y con Los abajos firmantes en su conexión con el pálpito de la calle y el fundamento de los diálogos en la improvisación, pero exacerba el apego con el instante presente en el uso del plano secuencia. "La base del cine es el teatro, pero el cine manipula mucho el tiempo y aquí queríamos plasmar 80 minutos reales, por lo que hemos utilizado las condiciones teatrales del momento y las hemos puesto al servicio del lenguaje cinematográfico", describe Oristrell.

En el retrovisor, el paseo de Max Estrella por Madrid en Luces de Bohemia de Valle-Inclán, el fresco coral de La colmena (Mario Camus, 1982) y el enredo entre teatro y cine de Vania en la calle 42 (Louis Malle, 1994).

PERROS Y DONCELLAS

En 2003, Lars von Trier acometía su propio híbrido de cine y teatro. El director danés se inspiró en la obra de Bertolt Brecht para Dogville. De hecho, su punto de partida fue la canción Jenny la de los piratas, de La Opera de los tres centavos. Su idea inicial fue acometer la acción como si el espectador mirase sobre un mapa geográfico. El pueblo del título aparecía prácticamente desnudo de atrezzo y decoración, sus espacios se delimitaban con rayas de tiza blanca y un puñado de letreros hacían las veces de arbustos, muros, edificios y perros.

El realizador repetía la operación en Manderlay, segunda entrega de la inacabada trilogía EE.UU.: tierra de oportunidades. La acción de este sondeo de las raíces del racismo se volvía a desarrollar sobre una gran plataforma teatral. Sus referentes, Nuestro pueblo, de Thornton Wilder, y la versión de John Caird y Trevor Nunn al frente de la Royal Shakespeare Company de The Life and Adventures of Nicholas Nickleby, de Charles Dickens.

La venus

En el caso del de Copenhague la fusión de formatos se limitó a estas dos películas, pero para Roman Polanski, el teatro ha sido un punto cardinal en su filmografía. "Su estilo está muy ligado al confinamiento espacial y aunque tiene películas que son adaptaciones de obras de teatro, las que no lo son incluyen también espacios cerrados y cuando las localizaciones son abiertas siguen resultando muy claustrofóbicas y podrían rodarse en una sola escena como si fuera un montaje teatral", detalla María López Villarquide, doctora en Comunicación Audiovisual y Análisis y Documentación Cinematográfica.

La académica, autora de la tesis De lo siniestro a Roman Polanski: un análisis del género desarrollado por el director a través de sus películas 'Repulsion' (1965), 'Rosemary's baby' (1968), 'Chinatown' (1974), 'The tenant' (1976), 'The ghost writer' (2010) y 'Carnage' (2011), afirma que el director polaco "exprime mucho la perspectiva teatral al emplear falsos planos secuencia en los que van pasando cosas diferentes en el mismo espacio a un grupo de personajes".

Polanski ha dirigido cuatro películas inspiradas en otras tantas obras de teatro, Macbeth (1971), La muerte y la doncella (1994), basada en una pieza del dramaturgo chileno Ariel Dorfman, Un dios salvaje (2011), adaptación de la comedia de Yasmina Reza, que también coescribió el guión, y La venus de las pieles (2013). Esta última, rodada en el Teatro Récamier de París, es un juego de intertextualidad que parte de la adaptación de la obra de teatro homónima de David Ives, que a su vez es la adaptación de una novela de Leopold von Sacher-Masoch, para colar un giro propio de Polanski. "La película es una lección de vida y una respuesta a la prensa que ha estado hostigándoles durante mucho tiempo", explica López Villarquide.

VUELTA AL VIAJE DE IDA Y VUELTA

La Grieta es así mismo un juego de espejos e intertextualidades, pero con puntos de partida y retorno en la webserie. Esta iniciativa inédita en el teatro y el audiovisual español arrancó en 2013. Un grupo de profesionales andaluces del cine y el teatro, entre los que se halla el director onubense Julio Fraga y la dramaturga granadina Gracia Morales articularon una propuesta transmedia donde los recursos del cine se ligaban a los escénicos. Para empezar, los seis capítulos y el epílogo de los que consta la serie online de una única temporada se rodaron sobre el escenario del Teatro Alhambra de Granada.

"Creamos un espacio donde se conjugaba lo explícito y concreto del discurso cinematográfico con la tendencia más implícita, simbólica y abstracta del ámbito escénico", detallan sus creadores.

La propuesta encerraba a tres personajes en el interior de una casa rural entretenidos con un juego distinto en cada episodio. Ya fuera el Monopoly, el póker, el juego de las películas o la app de Hundir la flota, la distracción se veía interrumpida cada vez con un sonido inquietante que daba paso al descubrimiento de una grieta en el techo del salón.

El conjunto da pie tanto a un visionado de cine de  género como a interpretaciones metafóricas muy apegadas a la crisis que vive el país. "Desde la pasividad a la histeria, La Grieta nos muestra un abanico de reacciones posibles de un pequeño grupo social ante una misma situación de urgencia y peligro. Se trata de un muestrario de cómo reaccionamos los seres humanos (y la sociedad) cuando nos sabemos amenazados.

Por ejemplo, ahora mismo, nos sentimos muy vulnerables ante la inestabilidad económica, la corrupción, el paro, la precariedad laboral: todo eso podrían ser alegorías de la grieta, pero también pueden ser otras: los conflictos familiares, los desequilibrios personales", explicita Gracia Morales.

Entre los galardones nacionales e internacionales de los que ha sido merecedora La Grieta destacan el Premio a la Mejor webserie de suspense/thriller en el Atlanta WebFest 2014 y el reconocimiento a Mejor Obra Audiovisual en Internet en los Premios del Cine Andaluz ASECAN 2014.

Ahora, el equipo revierte el proceso y el 10 de octubre estrenará una obra de teatro con idénticos protagonistas titulada La grieta, entre animales salvajes.

"La casa rural que estos personajes alquilan se les presenta como un espacio muy cómodo, un lugar pensado para la diversión, la ausencia de responsabilidades; pero, a su vez, la casa irá poniendo a prueba a los personajes y sus códigos éticos. Ese espacio que prometía tranquilidad y bienestar exige a cambio importantes sacrificios, que pasan por la traición a los propios valores morales o por la aceptación consciente de la resignación y la pasividad", adelanta el equipo.

Para esta nueva entrega del proyecto, Gracia Morales desarrolla la dramaturgia junto a Juan Alberto Salvatierra. Ambos están tejiendo un nuevo texto poliédrico, con hasta seis bifurcaciones y finales de la trama y abundante experimentación con los símiles y el tiempo. "Me siento parte de esa generación que es deudora del más ambicioso teatro europeo y americano, y que, en el caso español, ha sido sin duda incentivada por el magisterio de José Sanchis Sinisterra", apostilla Morales,

Pero la narrativa transmedia no acaba ahí. Como anticipo y a modo de transición de la webserie al montaje teatral, el equipo ha rodado tres piezas audiovisuales (Zona Azul, Conflicto Laboral y La bifurcación), que ilustran el viaje de los protagonistas hacia la casa rural donde se desarrolla la obra.

El director de todo esto, Julio Fraga, cita influencias tanto del cine, Alfred Hitchcok y Stanley Kubrick, como del teatro, Bertolt Brecht y Bernard-Marie Koltés. En su opinión, uno de los principales atractivos de esta iniciativa multidisciplinar es la variedad de puertas de acceso: "El proceso tiene forma de esfera, entres por donde entres siempre vas a girar dentro de ella, La grieta es así. En cada capítulo de la webserie, en cada producto audiovisual y en la obra teatral puedes empezar a verla por donde quieras pero vas a llegar siempre al mismo estado, el estado de reflexión".

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