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LA OPINIÓN PUBLICADA

Muerte y resurrección del Tripartito

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA. 14/06/2015 En una semana de negociaciones por la Generalitat, Mónica Oltra parecía la mala de la película. La cuestión merece un análisis algo menos simplista

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Guillermo López García

Profesor titular de Periodismo de la Universitat de València
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VALENCIA. En retrospectiva, probablemente lo sucedido en las últimas semanas sea muy poco importante a los efectos de evaluar lo que cabe esperar del futuro Gobierno de la Generalitat, que finalmente tendrá la fórmula más lógica: un gobierno bipartito PSPV-Compromís, apoyado en las Cortes por Podemos. Con Ximo Puig en la presidencia y Mónica Oltra en la vicepresidencia, y adoptando además un papel de gran relevancia, que posiblemente incluya la portavocía del Consell. Y con una división de funciones y consellerias que está pendiente de negociación, pero donde lo normal es que se acerque a la paridad entre los dos partidos.

Todo esto se ha conseguido en apenas tres semanas, es decir: antes que en la mayoría de comunidades autónomas. Y, además, se ha conseguido en combinación con una serie de pactos municipales, protagonizados por el PSPV y Compromís, que convierten la Comunidad Valenciana en el territorio donde el vuelco político escenificado tras el 24M va a tener una mayor profundidad: la izquierda gana el gobierno autonómico, las tres capitales de provincia, la mayoría de las grandes ciudades y la diputación de Valencia (el PP también perdería la mayoría absoluta en la de Alicante).

Con semejante panorama, un espectador externo tal vez podría considerar que todo ha ido como la seda. Y, en realidad, si nos atenemos a los hechos, así es. Si nos fijamos en el tormentoso proceso de negociación, las tiranteces entre los supuestos socios, los giros dramáticos, etc., la cosa se parece más a un reality show que ha puesto de los nervios a los partidos, los medios de comunicación y a los ciudadanos que han seguido el proceso con atención.

Quizás lo más sano habría sido alejarse un poco del devenir diario de la política y sus líos, observar el asunto desapasionadamente, con más distancia. Porque, si observábamos desde más cerca, lo que hemos visto esta semana se acercó, por momentos, a un psicodrama.

La "nueva política" que llega de Madrid y Barcelona

Si nos atenemos a los hechos, las principales perturbaciones en la negociación entre el PSPV y Compromís han provenido de otros dos partidos que, además, propugnan una superación de los vicios nefandos, la "vieja política" tradicional. Por desgracia, algunas de las manifestaciones más señaladas de la "nueva política", defendida desde Podemos y Ciudadanos, consisten, al parecer, en nombrar presidentes de CCAA desde Madrid (para ser más exactos, desde un plató de televisión), caso de Pablo Iglesias y de Podemos; o en hacer y deshacer pactos haciendo demagogia barata sobre el independentismo pancatalanista de Compromís, para satisfacción de las tertulias y editoriales de medios de comunicación de Madrid: caso de Albert Rivera y Ciudadanos.

 

La irrupción de Iglesias en la negociación valenciana fortaleció el planteamiento de Compromís y Mónica Oltra para aspirar a la presidencia. Pero lo hizo por la vía de convertir a Podem PV en una mera correa de transmisión subsidiaria de la estrategia de Iglesias. La aparición de Ciudadanos se convirtió, para el PSPV, en una equívoca tabla de salvación frente a la "pinza" de Compromís y Podemos en un hipotético gobierno tripartito.

Una opción "B" que nunca fue mucho más que un farol para jugar con ventaja en la negociación real: la que el PSPV llevaba a cabo con Compromís y Podemos. Pero un farol al que el PSPV se sumó con demasiado entusiasmo... y se abrasó. Por dos veces.

Primero, por los tuits incendiarios del secretario de Organización de Ciudadanos, Fran Hervías, que obligaban al PSPV, si quería el apoyo de Ciudadanos, a no apoyar a Joan Ribó en la alcaldía de Valencia (y, con ello, tolerar la permanencia de Rita Barberá al frente del consistorio). Segundo, por el pacto anunciado por el PSPV con Ciudadanos el miércoles para la votación de la Mesa de Les Corts, desmentido de inmediato por un comunicado de este último partido.

En ambos casos, con el incómodo telón de fondo de que, en cualquier caso, para aspirar a la Generalitat por la vía de Ciudadanos, el PSPV requería de la abstención del PP. Una opción que nunca fue demasiado real, como se encargó de aclarar el propio PP a la hora de la verdad.

La "despiadada ambición" de Mónica Oltra

Al final, el caos del miércoles acabó por desbloquearse con una votación donde el PSPV obtuvo el apoyo de todos los demás grupos políticos (salvo el PP) y Francesc Colomer fue investido presidente de Les Corts. Esa misma tarde se formalizaba el pacto programático entre el PSPV, Compromís y Podemos y al día siguiente, viernes por la mañana, Compromís anunciada que aceptaba la condición del PSPV para establecer un gobierno de coalición: la presidencia de la Generalitat.

En el camino, Mónica Oltra se ha llevado bastantes críticas por su supuesto carácter despiadado y su ambición de alcanzar la presidencia. Pero, al final, ha sido Oltra quien ha cedido, con lo que casi todo el caos y el encono previos entre los supuestos socios parece haberse desvanecido.

Por otro lado, la verdad es que ignoraba que las alturas de la política estaban plagadas de dirigentes "Bambi", sin ninguna ambición ni capacidad para realizar maniobras políticas, por contraste con Oltra (¡qué suerte han tenido los demás de llegar a lo más alto, a pesar de tan bondadosa ingenuidad!).

La verdad es que Mónica Oltra aprovechó en su beneficio las circunstancias que la beneficiaban (el apoyo de Podemos, sus excelentes resultados), igual que Ximo Puig empleó las suyas (liderar el partido más votado, la opción B de Ciudadanos). Pero ni Oltra tenía 24 escaños para aspirar a la presidencia, sino 19; ni Puig tiene 40 para imponer a sus socios la voluntad del PSPV, sino sólo 23.

Y como, además, Oltra no necesita tener prisas para alcanzar la presidencia (mientras que para Puig era el último tren, como él mismo había anunciado), el pacto que se ha acabado formalizando no sólo es el mejor posible, sino el único posible. Sin que los intereses del PSOE en Madrid o en Andalucía hayan interferido en el pacto, a pesar de todos los comentarios y rumores más o menos malintencionados que hablaban del PSPV como una mera sucursal dispuesta a venderle la alcaldía de Valencia, o lo que fuera menester, al mejor postor.

Queda aún camino por recorrer, sin duda, y viviremos apasionantes momentos de "nueva política" con regusto a la política de siempre cuando haya que negociar consellerias, direcciones generales y hasta el último puesto de asesor. Pero el acuerdo en lo sustancial, el "qué" y (sobre todo, no nos engañemos) el "quién", ya está hecho.

#prayfor... Los Indignados del PP

Los pactos entre los diferentes partidos de izquierda, o entre el PSOE y Ciudadanos, o entre unos y otros, son una constante en toda España. El denominador común, en la mayoría de los casos, es la sustitución de alcaldes del Partido Popular por diferentes fórmulas de coalición o pactos de investidura, que en normalmente benefician al PSOE, aunque en los más relevantes (las alcaldías de las principales ciudades) lo hagan con las fórmulas ciudadanas impulsadas por Podemos; o, en el caso de la alcaldía de Valencia, con Compromís.

El caso es que el mapa de 2015 es mucho menos azul que el de 2011, y eso en el PP no lo están llevando demasiado bien. A veces, hasta niveles ridículos, como el comunicado que emitió el PP el viernes o los tuits de uno de los discípulos privilegiados de Esperanza Aguirre, Percival Manglano, que recibió esta maravillosa respuesta por parte del avezado tuitero Darío Diéguez.

El denominador común es que en el PP están indignados al ver que los demás partidos no les dejan seguir mandando a ellos, la lista más votada. Son gajes de un sistema proporcional que intenta, en los ayuntamientos y en los parlamentos provinciales, autonómicos y en el Parlamento español, que todos los grupos con un apoyo ciudadano significativo obtengan representación.

Y si luego deciden pactar para impulsar determinadas políticas, o incluso para impedir que el "más votado" continúe desarrollando su agenda política en las instituciones, es perfectamente legítimo. Como, sin ir más lejos, hizo en su día Rita Barberá para hacerse con la alcaldía de Valencia a costa de la lista más votada (Clementina Ródenas, PSPV).

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