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RECORRIDO VITAL

Los 100 años del Olympia, el milagro del teatro valenciano

C. AIMEUR. 05/08/2015

VALENCIA. En esas butacas decenas de generaciones de valencianos han reído y han llorado, se han emocionado y se han enfadado, han visto grandes recitales y se han montado broncas como aquel día que Raphael se quedó afónico; han visto como espontáneos se subían al escenario a abrazar a Ismael Serrano cuando el cantautor era joven y se han rendido al talento de Concha Velasco. Desde ese patio de butacas se ha comprobado por qué José Saza Sazatornil era un mago del escenario capaz de hacer reír al público con el vodevil más mediocre, o por qué Ricardo Darín está considerado como uno de los mejores intérpretes en castellano vivo, con permiso de Josep Maria Pou. A la puerta de ese teatro los miembros del Tricicle se han despedido saludando a los espectadores, como han hecho durante décadas hasta que al final han bajado de las tablas por última vez.

El teatro Olympia de Valencia cumple 100 años. Es un pedazo de vida de la ciudad, de la Comunidad y, por qué no, de España. A lo largo de su siglo de vida ha sido todo lo que se puede ser como escenario. Se inauguró el 10 de noviembre de 1915 con una ópera, durante más de cincuenta años fue un cine imprescindible, el local donde se estrenaban todas las películas de los hermanos Marx por ejemplo, y desde hace 34 años es teatro, uno de los mejores y más importantes escenarios privados de España. "Recuerdo cuando era niño y venía todos los sábados por la mañana a ver las películas de Tarzán protagonizadas por Johnny Weissmüller", evoca su actual gerente, Enrique Fayos. "Yo me escondía en los palcos y me encantaba ver el patio de butacas lleno", dice.

Sin subvenciones, sin prácticamente apoyo institucional, el teatro de la calle San Vicente enfila el verano con la conciencia de que a la vuelta de vacaciones, en otoño, se iniciará la programación de la que es su temporada número cien. Los números redondos siempre imponen y aunque están preparando una programación de actividades ad hoc, dice Enrique Fayos que la mayor celebración es poder "subir el telón". Él gestiona con su hermana María Ángeles el teatro. Ambos heredaron de su padre el veneno por las tablas, un negocio que, puntualiza, no es nada fácil. "Si lo fuera los bancos tendrían teatros", bromea. "El mejor homenaje que podemos hacer por estos cien años es seguir abriendo", insiste. Y recalca un hecho que considera fundamental: "El teatro lo mantiene abierto el público, los valencianos, que son los que pasan por taquilla". 

El Olympia ha tenido tres épocas diferenciadas. Se inició como teatro de ópera, tal y como señala la crónica que entonces se publicó en Las Provincias, donde se destacaba una novedad "muy bien acogida": "las señoritas acomodadoras". La ópera cómica Il Barbieri di Siviglia representada por la compañía del barítono Riccardo Stracciari supuso el primer lleno. Entonces Valencia era terreno proclive a la lírica, uno La cafetería del Olympia.de sus puertos francos, una afición que sólo la Guerra Civil pudo cercenar y que muchos olvidan para asegurar que en la Comunidad Valenciana nunca hubo tradición lírica. La hubo. Como en ningún sitio.

Propiedad de Manuel Galindo, las informaciones de la época destacaban del teatro su "gran patio de butacas, bien iluminado cuyo piso tiene un extraordinario desnivel, como los [teatros] extranjeros". "Los palcos son suntuosos, a cargo de los decoradores Villalba y Benedito. Entre las pinturas, de Moya y Gras, hay frisos y escenas valencianas en la escalera que da acceso al bar, instalado en el sótano. En el vestíbulo hay modernísimas vitrinas anunciadoras de productos industriales". La calle San Vicente era el epicentro de la vida comercial y la apertura del Olympia, junto a la desaparecida sala Benlliure, la transformó también en el epicentro de la vida social.

El primer cambio llegó con la entrada de Enrique Fayos padre en el Olympia en el año 1953. Fue la decidida gestión de Fayos padre la que lo convirtió en referente en la vida cultural valenciana como sala de exhibición. Su mayor éxito se produjo, curiosamente, casi al final de su devenir como cine, cuando a finales de los setenta mantuvo durante seis meses en cartel la película El expreso de medianoche (1978) de Alan Parker, que llegó a ser un fenómeno de público.

Apenas seis años después, en plena crisis de las salas de cine, el Olympia dio un giro copernicano para ser de nuevo teatro. De la mano de Arturo Fernández y la obra La chica del asiento de atrás, que llegaba a España con los ecos de su éxito en Estados Unidos, el Olympia reverdeció como escenario. A principios de los años noventa el teatro se rehabilitó para dotarle de avances técnicos y de seguridad pero respetando el estado original con el que se construyo en 1915. Y comenzó su tercera existencia, tan prolífica y fértil como las anteriores.

Desde entonces hasta ahora, de manera ininterrumpida, ha sido teatro y se ha mantenido incólume a los cambios políticos y de política cultural, a los vaivenes de la vida pública, y ha sobrevivido al desinterés de las diferentes administraciones que, salvo honrosas excepciones, sólo se han distinguido por un comportamiento hacia el escenario de la calle San Vicente que ha ido desde la indiferencia a la competencia hostil. Su persistencia ha sido reconocida por la sociedad valenciana, con numerosos premios entre los que cabe recordar el que le concedió este mismo año ValenciaPlaza.com.

Ahora, dice Enrique Fayos, "la empresa está consolidada". "Estamos intentando aguantar", explica al teléfono mientras resuelve decenas de papeleos de los otros escenarios que gestiona, como el teatro Talía de Valencia, el Auditori de Torrent o el de Catarroja. "Son momentos muy difíciles, con un IVA del 21%, con una administración desorientada que no sabe si gestionar directamente los teatros o no, con una situación en el mundo de la Cultura que no sabemos por dónde van a ir los tiros. Entiendo que la administración va a apostar por las empresas privadas, pero en realidad ahora lo que hay es una gran inseguridad", explica.

Cuentan con el apoyo de la profesión. Un buen ejemplo son las palabras del actor y dramaturgo valenciano Carles Alberola. "El Olympia es un ejemplo, quizá uno de los pocos que tengamos en cuanto a programación, en su trato con la gente, y en cuanto a la función del riesgo del empresario. Nosotros [Albena Teatre] nos hemos entendido muy bien en cada proyecto que hemos emprendido tanto de teatro como de cogestión", relata.

Parecidos elogios emplea el actor Ferran Gadea. "Ojalá tuviéramos diez familias como los Fayos en Valencia", dice el intérprete de Burjassot. "Al teatro le tengo mucho cariño porque recuerdo haber ido con mi familia cuando era aún cine. Es uno de los sitios más bonitos de Valencia, uno de los teatros más bonitos, y allí se han representado muy buenas obras", añade.

Visto con distancia, Fayos considera como un mérito el hecho de que hayan introducido al Olympia entre los espacios escénicos de referencia a nivel estatal. "Hemos conseguido que las compañías nacionales vengan a estrenar a Valencia. En algunos casos como Tricicle o Arturo Fernández, tenemos una relación estupenda. Con otros como Josema Yuste hemos creado hasta una sociedad. Hemos estado cinco años con La cena de los idiotas y está previsto que venga con Taxi, una comedia estupenda. De alguna manera hemos tenido momentos muy agradables y otros muy complicados. Pero disfrutas con el corazón porque ves las emociones del público".

Las seis semanas que Ricardo Darín estuvo con Arte en 2004, uno de sus hitos recientes, se convertirán ahora en un prólogo a las tres que pasará este noviembre, coincidiendo con el centenario, con una obra en la que estará acompañado de su partenaire en Relatos salvajes Erica Rivas. Ambos protagonizan la versión que ha dirigido Norma Aleandro de la obra Escenas de la Vida Conyugal de Ingmar Bergman. Asimismo se programará una actuación especial del Ballet Nacional Ruso, que interpretará La Bella Durmiente. Otros nombres que harán acto de presencia en la temporada del centenario serán los de Josep Maria Pou, que acudirá con su Sócrates, juicio y muerte de un ciudadano, Concha Velasco que acudirá con Olivia y Eugenio, Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla con Viejóvenes, del 3 al 6 de septiembre; la obra Windermere Club, de Oscar Wilde, que será interpretada por Natalia Millán, Teresa Hurtado de Ory y Javier Martín del 15 al 18 de octubre; o la actuación del músico armenio Ara Malikian el 27 de octubre.

Convertido en el espacio cultural con mayor número de funciones por temporada de la ciudad, sus más de 1.000 butacas se llenan de continuo, lo que da fe de la hábil gestión de la familia Fayos, que lo regenta desde la empresa Olympia Metropolitana S.A., sociedad titular del teatro. Pero no sólo por los espectáculos programados, sino también por los propios entre los que se pueden citar Totus Tous, La tentación vive arriba, Familia, La bella Helena, Spot, Nadie es perfecto y Una pareja de miedo, y, recientemente, su versión de L'Alqueria Blanca, la comedia On collons està Sento?; o La cena de los idiotas y La Ratonera que forman parte de su repertorio.

Un siglo después, el Olympia promete aún muchas noches de diversión, arte, emoción y risas. El lema del explorador sir Ernest Shackleton era ‘Fortitudine vincimus', una expresión latina que significa ‘vencemos por resistir'. La frase podría perfectamente estar labrada en el frontispicio del Olympia.

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