X AVISO DE COOKIES: Este sitio web hace uso de cookies con la finalidad de recopilar datos estadísticos anónimos de uso de la web, así como la mejora del funcionamiento y personalización de la experiencia de navegación del usuario. Aceptar Más información
GRUPO PLAZA
CRÓNICAS DE ÁFRICA

Esos locos bajitos de África

ANA MANSERGAS. 02/08/2015 La mirada, la sonrisa y el abrazo de un niño africano debería ser catalogado como terapia para evitar todos los males

CRÓNICAS DE ÁFRICA

Ana Mansergas

Periodista
Artículos anteriores

Comparte esta noticia

LAMU (KENIA). Vivo en una isla. En Lamu. Una isla donde el desarrollo se detuvo hace años, algo que además de darle un encanto especial, marca la vida de los niños del lugar. Los niños aquí crecen en un clima tranquilo, sosegado y muy natural. Hay pocas calles asfaltadas, el mar está más que presente y además no hay coches. Es uno de los pocos lugares en el mundo que todavía puede presumir de no tener  coches, ni  motos. Los vehículos con motor no son el medio de transporte, son los burros. Y este dato, que puede parecer solo anecdótico e insignificante, marca la diferencia total y absoluta con respecto a cualquier otro lugar del mundo.

Además es una isla con una comunidad mayoritariamente musulmana lo que también la hace especial. Lamu es además uno de los lugares que mejor conserva y mantiene la cultura y el arte swahili. Históricamente  Lamu fue colonia de Portugal hasta que pasó a ser protectorado de Omán del siglo XVII hasta el siglo XIX y por tanto es una zona muy árabe, de hecho la construcción de sus calles recuerda a cualquier zoco árabes que hayamos visitado.

En este entorno viven los niños con los que yo convivo diariamente. Son niños pobres, porque hay muchos pobres en Lamu. Además desde mi perspectiva occidental carecen en muchas ocasiones de una atención básica tanto desde el punto de vista afectivo y emocional como en higiene y en recursos. La normalidad es ver a los niños sucios, con ropas manchadas, que corretear por las calles de Lamu descalzos, porque aquí en Lamu la mayoría camina sin zapatos. No los necesitan y como siempre destaco, es un detalle que evidencia la libertad total, la libertad mas absoluta que se respira en esta isla. No necesitar calzado es una característica que escenifica lo alejados que están aún del sistema más occidental lleno de unas necesidades que nos vienen impuestas nada más nacer. Pero es que aquí, el contexto, lo permite.


LA SONRISA AFRICANA

El caso y volviendo a lo que nos atañe, aquí los niños no paran de sonreír. Cuando se habla de la sonrisa de un niño africano, no es cualquier sonrisa, no lo es. Es una seña de identidad que no va en función de nada más, que no está vinculado a nada ni a nadie... Sencillamente sonríen, le ponen una sonrisa a la vida, se enfrentan a sus problemas con una sonrisa. Porque los niños de la África que yo vivo,  siempre sonríen. Independientemente del nivel de pobreza, sonríen. Es una lección de vida. Son niños que no paran de jugar, de correr, de reír... son niños que transmiten vida, libertad, felicidad... Y son  niños que siempre están juntos.

Los niños aquí están acostumbrados a compartir. No conocen ese mal del desarrollo llamado egoísmo. Están acostumbrados a estar todos los niños juntos y a cuidarse unos a otros, los mayores serán los que cuiden de los pequeños. Nunca están solos. Sus padres no están con ellos pero ellos siempre van en grupo, vayan donde vayan. Una de las imágenes más tiernas es verles caminar cuando van a la escuela o salen de ella, las carreteras africanas están llenas de vida y es usual ver grupos de niños cogidos de la mano, son sus informe sus mochilas hablando, cantando, riendo, corriendo...



LA MIRADA AFRICANA

La mirada de un niño africano es transparente. Son miradas que lo dicen todo, miradas que hablan solas, y que son la expresión total y absoluta de su rostro. Esos ojos normalmente negros de miradas penetrantes te dejan sin aliento, sobre todo cuando sabes que son testigos en ocasiones de situaciones tremendamente dolorosas . Aun en esos casos, esos ojos siguen hablando, esas miradas siguen transmitiendo y siguen diciendo todo.

En todo este tiempo he visto niños de todo tipo. También hay niños evidentemente mas tímidos, niños mas reservados y niños que cuando ven a un "blanco" se ponen a llorar por desconocimiento y miedo. Pero la generalidad es otra normalmente son niños abiertos, alegres, extrovertidos, cariñosos y joviales siempre y cuando cuando no sufran  dolor ni ninguna enfermedad porque  un niño enfermo sufre y llora igual en  cualquier parte del planeta. Eso si , los  niveles de sufrimiento no son iguales.

La capacidad de aguantar el dolor que tiene un niño aquí, no es la misma. Aquí he sido testigos de situaciones que nunca hubiera podido imaginar. Situaciones que prensaría  que ni un adulto podría aguantar. Por eso me atrevo a decir que estos niños son niños fuertes, muy fuertes. Niños que se lo merecen todo. Niños que ser merecen una oportunidad para salir de la pobreza, una oportunidad de estudiar... En definitiva, niños que se merecen tener el derecho de ser niños.


PEQUEÑOS MONSTUROS

Muchos niños de los que me rodeo no han tenido la oportunidad de ser niños, de tener una infancia desprovista de responsabilidades y de obligaciones porque en algunos casos han de trabajar en la casa o fuera para ayudar a sacar adelante a sus  familias desde que empiezan a caminar. Y lo más sorprendente de todo, una de las cosas que mas me impacta, es que no se quejan como harían los niños que lo tienen todo. Sus circunstancias no se lo permiten.

Las comparaciones son odiosas y no lo debería hacer, pero a veces no lo puedo evitar. Me sorprende mucho, y me entristece sobremanera cuando comparo estos niños y sus circunstancias con los niños con los que convivo en España, su nivel de exigencia, de capricho y de quejas a veces exagerado e ilimitado. Pero el problema de estos niños es responsabilidad  de sus padres y de un sistema que está creando pequeños "monstruos":  seres débiles que se creen cargados de razones y de derechos para exigir,  y poco preparados para dar y para enfrentarse a  la adversidad, el sufrimiento y el dolor que la vida a veces nos depara. La vida es más que eso.

También es cierto que los niños de el África que me rodean, viven situaciones que no desearíamos ninguno para nuestros niños, y que tanto amor profesan porque están faltos de cariño y de atención en muchas ocasiones. Lamentablemente no reciben la atención que un niño necesita pues sus mamas y sus papás tienen que atender a tantos hijos y con tan pocos recursos que poco más se les puede pedir.

 CUANDO SE PARA MI MUNDO

Cuando me vaya de África lo que más echare de menos serán sus abrazos. Son abrazos únicos, especiales, llenos de amor, de felicidad... de vida. Cuando un niño viene con los brazos abiertos , corriendo, sonriendo y gritando mi nombre para terminar abalanzándose sobre mi como si se le fuera la vida en ello, ahí se para mi mundo. Y lo mejor es que parece que estos abrazos se contagian porque detrás de este niño vienen muchos más... Y  esto se repite todos los días, desde hace un año.  No se cansan. Sus muestras de amor y de cariño no tienen limite.  Tenerlos encima todo el tiempo hasta aburrir, enfadarme con ellos porque solo quieren estar conmigo, estirándome  el pelo, tocándome la cara, cogiéndome de la mano entre tres o cuatro... Es algo que recomiendo vivirlo. Yo ya lo estoy echando de menos.

Es una estampa que sube la autoestima a cualquiera, te reconforta de una manera única.  Pasar horas y horas  con estos niños, sin hacer nada, simplemente estando con ellos,  es más que suficiente. De hecho podría ser una de esas terapias que recomendaría para todo, porque cuando pensamos que les estamos ayudando en algo, estamos totalmente equivocados. Ellos son quienes te ayudan a descubrir y encontrar lo que de verdad importa, la esencia de la vida. De repente el mundo se para, y empiezas a entenderlo todo.

Pero habría que estudiar bien y analizar la relación que existe con estos comportamientos tan desprendidos de amor y felicidad que irradian estos niños con la pobreza o entornos empobrecidos en que viven. Habría que analizar si consiguen vivir alejados de las calamidades que les rodean o simplemente se han acostumbrado a vivir con ellas. Y lo mas importante ¿Los niños africanos de las familias ricas también reaccionarían o tendrían unos comportamientos como estos  niños  o están más encorsetados al estilo occidental? ¿El estatus y nivel económico es el responsable de crear niños   menos sonrientes, mas egoístas y caprichosos? ... No lo sé. No les conozco.

CRÓNICAS DE ÁFRICA

Ana Mansergas

Periodista
Artículos anteriores

Comparte esta noticia

3 comentarios

ANTONIO escribió
07/08/2015 07:11

Es cierto Ana, todo lo que dices, es una gran terapia, recuperas la humanidad que perdemos poco a poco en nuestro querido mundo desarrollado. Allá encuentras la humanidad en su estado mas puro.

Ismael Abel escribió
04/08/2015 08:22

Enhorabona per l'article. Notícies com aquestes cal publicar i llegir tots els dies. Àfrica i la gent més humil del món tenen moltes coses que dir i ensenyar-nos. ZKTK

Aurora Grau escribió
04/08/2015 07:39

Buenos días, Aquí es por la mañana, me acabo de levantar para ir a trabajar, y mientras me tomo el café leo tu artículo . Porque me siento tan insignificante, tan culpable de haber nacido aquí? Se que las cosas son así y no se pueden cambiar, pero el mundo es tan injusto!! El año pasado estuve en África y se perfectamente de que hablas, hay que estar allí para vivirlo, para olerlo.......y es imposible sentirte indiferente. Gracias de verdad por compartir estas vivencias que llevas en tu corazón, porque desde aquí te envidio, aunque empiece un poco mas triste mi mañana.....

Escribe un comentario

Tu email nunca será publicado o compartido. Los campos con * son obligatorios. Los comentarios deben ser aprobados por el administrador antes de ser publicados.

publicidad