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La etapa reina del mercado de trabajo en España

Por JAVIER FERRI. 13/04/2010

Dos ciclistas inician una etapa contra el reloj. Llamémosles ciclista rojo y ciclista azul, por el color de sus maillots. Ambos salen del mismo punto y estarán el mismo tiempo pedaleando, pero, en la bifurcación que encuentran al poco de la salida, cada uno toma un camino distinto. El camino azul transcurre por suaves colinas, y el corredor azul puede permitirse disfrutar del paisaje mientras el ritmo de su pedaleo cadencioso y estimulante tonifica los músculos de sus piernas. El ciclista rojo se ha equivocado. La vía roja que ha elegido atraviesa elevados puertos de montaña, lo que supone acometer duras escaladas y peligrosos descensos y, durante gran parte del trayecto, la nieve le acompaña. El frío, la nieve y las interminables pendientes provocan un pedaleo irregular y angustioso.

Al final de la jornada, los dos ciclistas llegan en el mismo momento al mismo destino. Al ciclista rojo, la dureza de su ruta le ha dejado extenuado. Ha tenido que hacer muchos más kilómetros y sólo le ha quedado el alivio del rápido descenso al final de la etapa. El gráfico 1 representa el perfil de la ruta elegida por cada ciclista en función del tiempo empleado. Obsérvese que poco antes del final, el ciclista rojo se encontraba en el punto A, a muy poca distancia de la cima del puerto y de la ladera del otro lado que le lleva rápidamente a converger con el otro ciclista en el lugar de destino.

Sirva este símil con el mundo del ciclismo para introducir la principal característica del comportamiento que ha tenido la tasa de desempleo en España durante los últimos veinte años. El gráfico 2 representa la tasa de desempleo de nuestro país, junto con la de Alemania que, no lo olvidemos, carga con el peso de la reunificación, y la media de la Unión Europea (línea EU-15), desde 1991 hasta la actualidad. El trazo discontinuo que representa a España guarda mucha relación con la ruta roja del gráfico 1. Dado que todavía no hemos alcanzado la cima de la recesión, el final de la línea discontinua representada en el gráfico 2 coincidiría con el punto A del gráfico 1. Como el ciclista rojo, el trabajador que transita por la ruta de la economía española se enfrenta a dos hechos descriptivos característicos de nuestro mercado de trabajo que nos hace diferentes del resto de Europa.

El primero es que el desempleo aumenta mucho más deprisa en las recesiones (como sucedió en el episodio vivido entre 1992-94, y como está ocurriendo en la actualidad), pero también se reduce más deprisa en las expansiones (entre 1995 y 2007 España fue la campeona en la creación de empleo en Europa, con más de siete millones de empleos netos). En el ejemplo del ciclismo este hecho lo asociábamos con elevados puertos de montaña. En términos económicos este fenómeno está relacionado con una elevada volatilidad de la tasa de desempleo.

 

(Gráfico 2. Tasa de desempleo en España, en Alemania y en la media de la Unión Europea)

El segundo hecho que nos diferencia del resto de Europa tiene que ver con la dificultad de la economía española de reducir la tasa de desempleo por debajo de la europea. Cuando el desempleo se encuentra cerca de converger a los niveles de nuestros socios de Europa, rebota y se aleja de nuevo. Como regla sencilla de recordar, la economía española ha necesitado crecer a un elevado ritmo sostenido del 3 por cien anual para reducir la tasa de desempleo un punto cada año. Esto significa una década creciendo continuadamente cada año al 3 por cien para rebajar diez puntos la tasa de desempleo (del 19 al 9 por cien). Vimos cómo el ciclista rojo tenía que asumir el coste de pedalear en cotas más elevadas que el ciclista azul, lo que a su vez multiplicaba su sacrificio por las peores condiciones meteorológicas. La traducción al mercado de trabajo de esta mayor altura de los puertos de montaña es una tasa de desempleo estructural más elevada en la economía española que en el resto de Europa.

Así pues, una mayor volatilidad y una tasa de desempleo estructural más elevada son dos rasgos característicos del mercado de trabajo español, lo que han convertido al trabajador de nuestro país en un vapuleado rey de la montaña. El gráfico 2 debería presidir las reuniones del Consejo Económico y Social, como un monumento a la injusticia laboral, e integrar el contenido básico de la asignatura de Educación para la Ciudadanía impartida en los colegios, para formar a futuros empresarios, políticos y sindicalistas. Pero ¿a qué se debe este comportamiento anómalo e injusto del mercado de trabajo?

Parte de la culpa de la elevada volatilidad se debe a la especialización en actividades de baja productividad y la disponibilidad de mano de obra poco cualificada. La productividad permaneció prácticamente estancada entre 1995 y 2007 en España, con un raquítico crecimiento del 0,2 por cien anual, frente al crecimiento anual del 1,4 por cien registrado en Alemania o del 1,2 por cien en la media de Europa. Una economía menos productiva necesita acumular más empleo en las expansiones y deshacerse de más trabajadores en las recesiones, lo que encaja perfectamente con el perfil de la tasa de desempleo descrito anteriormente.

Ligada a esta baja productividad de la economía española, la propuesta del gobierno de incentivar la reasignación de los recursos productivos hacia industrias de alto valor añadido y uso tecnológico intensivo (lo que se ha denominado como el "cambio del modelo productivo") debe interpretarse, en clave de mercado de trabajo, como un intento de suavizar las grandes oscilaciones de la tasa de paro. Sin embargo, en el caso de que el cambio propuesto tenga éxito, y sean cuales sean los beneficios que el cambio de modelo traiga a la economía española, su efectividad presente en términos de una reducción rápida del desempleo es más que dudosa.

Para ejemplificar esta idea, fijémonos en el gráfico 3, que vuelve a reproducir la etapa de montaña de nuestros dos ciclistas. Si el cambio de modelo productivo se hubiera articulado en el momento en el que el ciclista se encontraba en un valle (punto C del gráfico), es decir, en una época de bonanza económica con reducido desempleo y antes de que el desempleo empezara a repuntar, la reducción de la pendiente de subida (línea roja discontinua) habría situado a nuestro ciclista (trabajador) de una forma natural cerca de la trayectoria buena del ciclista azul. En cambio, si como sucede en la actualidad, el cambio se produce a partir de un punto como el A, correspondiente a una elevada situación de desempleo, la transición que implica una pendiente más suave (línea punteada) inevitablemente conlleva emplear más tiempo en el descenso, o lo que es lo mismo, un mayor número de años para lograr que la tasa de desempleo converja a niveles parecidos a los de Europa. De aquí la importancia de abordar ciertas reformas en los momentos oportunos y, en este sentido, los distintos gobiernos españoles, de uno y otro signo, han desaprovechado magníficas oportunidades en los últimos quince años para cambiar el rumbo de nuestro mercado de trabajo.

Si los problemas de productividad de la economía española se esconden detrás de las acusadas oscilaciones del desempleo, la elevada cota de desempleo estructural tiene su origen en el mal funcionamiento de las instituciones del mercado de trabajo y en un marco legal inadecuado para las relaciones laborales. Por ello, para reducir el desempleo estructural, urge realizar las reformas necesarias que actúen sobre las ineficiencias más importantes de la regulación laboral.

Simulaciones recientes, obtenidas con un modelo económico calibrado para reproducir los aspectos más relevantes de la economía española, muestran que un cambio de modelo productivo que supusiera incrementar la tasa de crecimiento de la productividad española un 1 por cien, aumentaría hasta los veinte años el tiempo requerido para reducir la tasa de paro al 9 por cien desde el 19 por cien actual. Sin embargo, si el cambio de modelo de producción viniese acompañado por una reforma integral del mercado de trabajo, dicho periodo temporal bajaría hasta los seis años y medio.

 Los aspectos particulares de dicha reforma y su justificación, merecen por sí mismos otro artículo. De momento, descansemos de esta dura etapa antes de caer por el precipicio.

(Este artículo está inspirado en el trabajo de Andrés, Boscá, Doménech y Ferri "Creación de empleo en España: ¿cambio en el modelo productivo, reforma del mercado de trabajo o ambas?", de próxima publicación en Papeles de Economía Española)

Javier Ferri es profesor del Departamento de Análisis Económico. Universidad de Valencia

Valencia, 11 de Abril de 2010

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