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President Fabra: nuevas formas pero ¿pocas ideas?

01/09/2011 JORDI PALAFOX

Las nuevas formas anunciadas por el presidente Fabra representan un cambio notable respecto a Camps, pero debe explicar qué futuro sueña para los valencianos y cómo pretende hacerlo realidad

VALENCIA. Es pronto para evaluar con rigor el coste de la etapa de deterioro institucional que los valencianos dejamos atrás el 21 de julio pasado. Pero sí se puede aventurar que será brutal. Sin duda, lo va a ser en el terreno de la densidad democrática, nunca elevada en la Europa del Sur, o en el de la imagen de los valencianos, ridiculizados en el resto de España y, lo que es peor ninguneados por quienes callan respecto a la implicación de una parte del gobierno Aguirre en la misma trama que ha llevado a la dimisión de Camps. Y lo será, con absoluta seguridad, en el terreno del marasmo financiero existente en la Generalitat y de la pérdida de un tiempo precioso irrecuperable para afrontar las amenazas sobre nuestro bienestar que implica la globalización amplificadas por la crisis financiera

Una etapa reciente nefasta para los valencianos
No por conocidos, deja de ser útil enumerar los rasgos de la etapa cerrada hace poco. Durante dos años y medio, en los que el deterioro de la economía valenciana ha sido espectacular, el Consell presidido por Francisco Camps ha permanecido ocupado y preocupado por la situación personal, política y procesal de su presidente -y alguno de sus miembros-, sin adoptar medida alguna para acotar el deterioro de sus finanzas públicas o de la estructura productiva. No ha prestado, en suma, ninguna atención a los dos ejes básicos de la acción económica de cualquier gobierno en estos momentos: ayudar a salir de la recesión y hacerlo de forma que se asegure que la economía alcance todo su potencial de crecimiento.

Por si no fuera suficiente, durante el mismo tiempo en que la lucha contra la crisis y el déficit quedaba fuera de la agenda del Consell, el principal partido de la oposición se abalanzaba como un naufrago a una tabla de salvación a competir con la fiscalía en el "caso Camps" para intentar ocultar su carencia absoluta de ideas y de proyecto. Vano intento como demostraron los resultados del 22 de mayo, preludio de los que cosechará el incompetente grupo que encabeza Jorge Alarte el 20 de noviembre próximo, con una gestión que puede llevar al PSPV a la frontera de la marginalidad.

Durante estos interminables meses, no sólo quien parecía la gran esperanza para una Comunidad Valenciana invisible en España ha efectuado una travesía ganada a pulso pero sin duda atroz en el terreno personal. Además hemos asistido a penosos episodios de matonismo político para con los discrepantes, la defensa del antidemocrático principio de que los resultados electorales dictan sentencia y de arrogancia pueril de algunos dirigentes del PP, grandes amantes del relojes y coches de lujo según hemos podido conocer.

Pero sobre todo durante este tiempo la destrucción de tejido productivo ha sido muy intensa, el desempleo no ha dejado de aumentar y el proceso de reestructuración del sistema financiero español ha supuesto la desaparición de las dos grandes cajas de ahorro de la Comunidad Valenciana, cuarta y quinta por tamaño en el contexto previo a la crisis. Absorbida una por la entidad que tutela Esperanza Aguirre, de nuevo Madrid manda, e intervenida la otra por el Banco de España ante la contumaz desfachatez de sus gestores. Todo en medio del silencio más absoluto de los representantes empresariales y de los gobernantes valencianos o de los partidos de la oposición. Ninguno ha presentado desde que se inició la crisis idea o programa alguno -dejando de lado la periódica publicidad de planes sin recursos encargada al conseller Rambla- para tratar de hacer frente a la crítica situación.

Y ello tras la etapa previa de expansión vinculada a la especulación inmobiliaria durante la cual, como afirmaba Martín Cellorigo en el inicio de la decadencia española en la época moderna que llevó a España a convertirse en un país atrasado, "Lo que más ha distraído a los nuestros de la legítima ocupación que tanto importa a este república ha sido poner la honra y la autoridad en el huir del trabajo: estimando en poco a los que siguen la agricultura, los tratos, los comercios y todo cualquier género de manufacturas". Duro panorama, por tanto, para hacer frente a una economía global en donde el avance de las nuevas potencias de Asia está conduciendo a la desaparición a lo poca actividad industrial que subsiste (12.8% del PIB en 2010, un 33% menos que en 2000).

Un signo de esperanza
No sorprende que, en este escenario, la selección y nombramiento de Alberto Fabra como presidente de la Generalitat, haya suscitado un notable alivio, a pesar de las graves carencias del proceso de selección. Primero por su falta de vinculación conocida con lo que venía sucediendo en el terreno judicial e institucional y segundo, pero no menos importante, por sus declaraciones iniciales a favor de establecer nuevas formas en la política valenciana y de relación con los ciudadanos. No es poco, aunque la experiencia muestra que las declaraciones a favor de una profundización democrática son fáciles de hacer pero muy difíciles de cumplir dada la contrastada alergia que nuestros representantes públicos parecen tener a relacionarse con nadie que no tenga su misma actividad. La selección adversa funciona en la política valenciana y quienes han hecho de ella su forma de vida han demostrado hasta la saciedad no estar dispuestos a una modificación, siquiera cosmética, de las normas de relación entre representantes y representados.

Sin embargo, en las semanas transcurridas no ha habido ni una referencia del presidente a los aspectos capitales que configuran los dos ejes básicos de la acción económica de gobierno apuntados más arriba. Es más, las que ha habido, centradas en la defensa del eje de transporte hacia el norte a través de la costa, suscitan más preocupación que tranquilidad. Porque retrotraen a la afición de algunos sectores de los valencianos, presente ya hace un siglo con el directo a Madrid y que ha tenido en el AVE a Madrid su apoteosis, de movilizarse en exclusiva por los caminos confundiéndolos con lo que circula por ellos. E ignorar que éstos cuentan con dos direcciones supone desconocer que sin mejoras continuas en la competitividad de lo que se produce se corre el riesgo de que la vía de entrada sea mucho más transitada que la de salida. Con la reducción de actividad, empleo y bienestar para la mayoría que ello supone.

Y un futuro muy incierto
Sí ha hablado su conseller de Hacienda para poner en marcha la degradación de funcionarios de carrera, diseñada antes de la llegada de Fabra, sin haber reducido, ni pensado en ello que se sepa, en uno solo el ingente número de asesores de designación directa nombrados en los últimos años. Ni menos todavía haber tomado medida alguna para moderar los sueldos astronómicos de unos directivos de empresas públicas muchos de los cuales jamás hubieran sido contratados para un puesto de segunda fila en el sector privado. A los cuales puede ser complejo, que no difícil, reducir su suculenta retribución básica pero no el rosario de prebendas que han acumulado. Como contrapartida al silencio del presidente, a los que se ha oído ha sido a otros. Como algún alto cargo irresponsable enfrentándose gratuitamente, en esta situación desesperada en la que nos encontramos, a las agencias de rating y a algunos dirigentes del PP, también mediante soflamas a su fervoroso público.

Uno y otros, como antes hicieran los gestores de la CAM, dirigentes alicantinos y el propio presidente Camps, desprecian que sus disparates los escuchan también, seguro que asombrados, los gestores de los inversores que tienen que renovar emisiones, los empresarios que no dependen de la subvención y del favor público para subsistir (que son los que crean empleo) y el general todos los ciudadanos, ocho de diez, que consideran a los políticos parte del problema y no de la solución y a los que se refirió el propio presidente en sus primeras declaraciones. El resultado sobre la economía de estos comportamientos se lo acaba de recordar Bernanke a los congresistas estadounidenses: pérdida de reputación y credibilidad, en nuestro caso de la Comunidad Valenciana, que afecta directamente a su capacidad de recuperación.

Lo más preocupante es que todo ello podría indicar que, ante la gravedad de la situación financiera agudizada hasta límites inaceptables por su predecesor, el nuevo presidente se dispone a seguir la línea de actuación más acomodaticia de entre las posibles: reducir gasto en las partidas no vinculadas a sectores afectos a su partido independientemente de su relevancia o su necesidad, negociar la reducción en aquellas con mayor relación con el PP (caso RTVV o CACSA) y negociar también las subvenciones recibidas por sindicatos y organizaciones empresariales que subsisten en gran medida gracias al presupuesto público pero cuya protesta puede empañar la "paz social".

En ningún caso cuestionar la política suicida de un mundo sin impuestos que abraza el PP única posibilidad que puede permitir reducir la presión sobre las renovaciones de la deuda, pagar a los proveedores (algunos sin cobrar desde 2009) o abordar políticas reales de fomento de la competitividad, al margen de mejorar el penoso estado en el que están la sanidad y, sobre todo, la educación.

Hay que subrayar que la elegida, de confirmarse lo anterior, no es la única política posible. Llegados al punto en el que estamos, incluso sin aumento de impuestos se puede conseguir mucho más. Por ejemplo, mediante la reducción de RTVV a la mínima expresión (su audiencia es escasa y su función pública nula), la desaparición inmediata (en el presupuesto de 2012) de las fundaciones públicas, todas ellas creadas en los últimos años para evitar la fiscalización del gasto y un control eficaz sobre del sector público empresarial en donde el despilfarro sigue siendo la norma. Sólo el deterioro de la vida institucional y política valenciana hace posible explicar que una actuación como la que se apunta, tan centrada en lo más fácil, urgente sin duda pero miope para el futuro, no suscite debate ni controversia algunos. Tan sólo la tímida protesta de algún sindicalista que cumple con el expediente o no ha perdido por completo la vergüenza.

Es obvio que para proceder de esta forma, Alberto Fabra cuenta con toda la legitimidad que le otorgan los resultados del 22 de mayo pasado y la inestimable ayuda del páramo de ideas de los grupos parlamentarios socialista y de EU o de la bisoñez de Compromis que no le van a colocar en aprieto alguno. Pero en una sociedad democrática, los ciudadanos tenemos derecho a preguntar con qué futuro sueña para nosotros el nuevo presidente y qué medidas va a poner en práctica para que lo alcancemos. Y tenemos derecho, aunque de nuevo el deterioro institucional lo haga parecer un privilegio, a que nos explique desde qué va a exigir al gobierno central tras el 20N en el terreno de la discriminatoria financiación autonómica que padecemos a cómo piensa reformar el sistema educativo para acabar de una vez con las inaceptables tasas de fracaso escolar que tenemos y su inutilidad para el desarrollo personal de la mayor parte de los jóvenes.

En suma, tenemos derecho a exigirle trasparencia y que su actuación se oriente, como afirmara el filósofo Quinto Horacio, no evidentemente contra el destino (que en el caso del bienestar de los valencianos es bien incierto debido al avance de la globalización), sino a ir por delante de él.
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(*) Jordi Palafox es catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Valencia.

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3 comentarios

María escribió
04/09/2011 19:02

Roberto, estudié en bachillerato que la verdad es la verdad la diga quien la diga, Agamenón o su porquero. ¿qué tiene que ver ser catalanoide con que lo que se diga sea cierto o no?. Es también lo que se llama confundir el culo con la témporas

Roberto escribió
04/09/2011 13:10

Todo el mundo sabe que la Universidad está llena de gente de izquierdas,el pseudo progresismo, el Pais Valenciano, los Paises Catalanes, etc. De ahí procede el autor del escrito. De modo que " blanco y en botella: leche.AL BUEN ENTENDEDOR CON POCAS PALABRAS ........................ SALUDOS

Josema escribió
04/09/2011 09:15

Dice el PPCV que su apoyo al pacto constitucional (al que nadie le ha pedido apoyo) depende del pago de la deuda histórica. ¿o es histérica?. En los últimos ocho años no hemos sabido nada de esa deuda y el que la exige ahora, Rafael Blasco, estaba en el Consell y era uno de sus pesos pesados. Y Fabra calla. Así que todo no son gestos positivos. Y nadie los destaca

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