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David Casinos
"Uno no elige las circunstancias que le tocan vivir, pero sí cómo vivirlas"

26/11/2011 Ha sido tres veces campeón paralímpico de lanzamiento de peso y es campeón del mundo en disco, pero es ciego. Da clases de coaching en Telefónica y Levante UD; le encanta el cine, la informática, salir de compras

VALENCIA. Ha sido tres veces campeón paralímpico de lanzamiento de peso y es campeón del mundo en disco, pero es ciego. En 2012 revalidará su título por cuarta vez en Londres. Lanza cerca de los 15 metros y en disco por encima de los 40 metros. David Casinos Sierra (Valencia, 1972) dejó de ver a los 26 años debido a una retinopatia diabética. Trabajó en Ford, en Pilkington NSG Sagunt... conducía motos, coches...pero hoy lo ve todo más claro. Da clases de coaching a empresas como Telefónica, Levante UD, le encanta el cine, la informática, salir de compras. Se casó hace seis años, y por amor, con Celia, su ojito derecho. Su otro amor es Ximena, una perra guía negra, con la que viaja al fin del mundo. En Moncada le apodan el "Bou" porque ha demostrado con creces que "querer es poder".

-¿Cuál era su profesión habitual?
-Estudié formación profesional y me había especializado en automoción. Entre las empresas en las que trabajé figuran: Pilkington NSG Sagunt, donde me encargaba de controles de calidad y Ford, que fue donde se aceleró mi enfermedad.

-¿Por trabajar allí?
-No. Cuando eres diabético insulínico dependiente eres consciente de los riesgos que corres en la vida y conocedor de las complicaciones que el desarrollo de la enfermedad puede depararte.

-¡Qué palo!
-Pues sí. Hasta ese momento mi vida era como la de la mayoría. Conducía motos, coches, viajaba sin pararme a mirar y trabajaba sin cesar. Me costó muchísimo reconocer mi ceguera. Si naces ciego no conoces otra cosa y de algún modo cuesta menos acostumbrarte, pero cuando has visto y de repente todo se vuelve negro es durísimo. Así que lo primero que tuve que hacer fue asimilarlo. Y asimilar también que estaba arruinado y no tenía ni derecho a una pequeña paga.

-¿Y eso?
-Porque había sido un contratado temporal y no tenía cotizado el tiempo necesario para recibir una paga. Me sometí a numerosas operaciones privadas. Mi padre se resistió durante dos años hasta que al final lo aceptó. Lo que está claro es que uno no elige las circunstancias que le tocan vivir, pero sí cómo vivirlas.

-¿Sus primeros pasos?
-Con la ONCE. ¡Quién no la conoce! Allí me dieron la primera ayuda psicológica. Están muy preparados. No sabe la cantidad de gente que pierde la vista en accidentes de tráfico o la de niños que nacen ciegos y tienen que orientar a sus padres. Hay mucho dolor en todos esos casos.

-¿Se imaginó alguna vez ese futuro?
-Nunca. Estuve diez años vendiendo cupones de la Delegación Territorial de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) y curiosamente recuerdo que cuando entraba en la Ford compraba cupones a un ciego que vendía por allí. ¡Quién me iba a decir a mí, que años después daría el gordo y mi imagen saldría en los cupones!

-¡Lo que hay que ver!
-Pues si. Ser un deportista reconocido llevó mi imagen a todos los cupones y en una ocasión hice felices a muchas personas al venderles el gordo. Las cosas cambian y nunca sabes cómo puede acabar la vida. Uno cuando lee estas vivencias piensa en el fondo, ¡jamás me puede esto pasar a mi!, pero va y un día te pasa.

-¿Cree que existe solidaridad con la discapacidad?
-Sí, pero siempre se puede ser un poquito más solidario. Incluso a veces con tan solo poner buena cara ante la vida todo nos iría mejor. No nos damos cuenta, pero simplemente con ser buenas personas con los demás el mundo sería mejor.

-¿Empezar con el deporte fue una casualidad?
-Mi anterior entrenador José Manuel Puchalt, Xavo, se había enterado de mi ceguera. Me llamó y animó a lanzar el disco. En mi etapa de vidente había competido en las secciones de atletismo del Valencia CF. Él me recordó que cuando una puerta se cierra, otras se abren y me hizo quitarle dramatismo a la situación. Poco a poco a base de entrenar, participé en competiciones y gané. Como vidente nunca imaginé que participaría en unos juegos olímpicos, llevo jugados cuatro.

-Dicen que los invidentes ven de otra manera, ¿es cierto?
-Totalmente. Cuando te cortan la luz pasas a otro nivel. Ves de otra manera. No ves un ordenador, pero lo tocas, no ves la imagen de la tele, pero la oyes. Soy un cinéfilo empedernido y no me pierdo ningún estreno. Quien piensa que un ciego por serlo deja de vivir es un ser limitado. La única limitación en la vida es la que se impone uno a sí mismo. Si quiero algo, lo consigo. No puedo conducir. Es cierto, pero cuento con un perro guía con el que viajo en metro, en AVE, en avión y voy al fin del mundo.

-¿Qué es lo que peor lleva?
-Que me vean como el típico ciego. Yo confío plenamente en Ximena porque sé que siempre se va a parar en un cruce, siempre me va a marcar un bordillo, y siempre va a rehuir un obstáculo. No me gusta que se me acerque la gente, me toque por detrás o me retenga como si fuera a caerme. Si necesito ayuda la pido, pero habitualmente la gente cuando nos ayuda se equivoca, eso sí, con buena fe. Si estoy en la calle es porque estoy preparado para estar ahí.

-¿La preparación es costosa?
-Estuve seis meses preparándome en la ONCE. Sin duda la labor que realizan en este sentido es encomiable. Gracias a la venta del cupón muchos hemos podido comenzar de nuevo. No se habla lo suficiente de la inmensa labor social que realizan. Gracias a la venta de cupones, por ejemplo, te forman y te dan perros guías para volver a empezar.

-Y ahora imparte cursos de coaching, ¿qué es lo que más le llama la atención?
-La cara de sorpresa con la que me miran. En cada curso esperan ver al típico ciego que va de la mano de alguien. Entro con Ximena y les cuento mi experiencia y en más de una ocasión se preguntan si los ciegos son ellos, preocupados y quejándose de todo lo que pasa en la vida. Después me llaman y me preguntan privadamente por casos parecidos en la familia y confiesan que gracias a lo que les cuento vuelven a ver.

-En su caso se cumple aquello del amor es ciego...
-Sin duda. Conocí a Celia, o mejor dicho, ella me vio a mí, en los entrenamientos y se enamoró.

-Entonces, ¿no pudo vivir aquello de amor a primera vista?
-No lo crea. Me enamoré de su corazón. La sociedad de hoy vive pendiente de la imagen, pero ésta se marchita siempre. Si no hay corazón mal futuro le espera a una pareja. A mi no me hace falta ver. Veo de otra manera. Nos hicimos amigos hasta que no pude más y un día me lancé y me declaré. No sé que cara puso, pero mi dijo que sí. Llevamos seis años y estamos pensando, cuando pasen las olimpiadas de Londres, en tener un hijo.

-¿Por qué le llaman el "Bou" en Moncada?
-Quizá por que mi frase favorita es "si quiero, puedo". Casi todos me conocen, pero cuando paseo y escucho por lo bajini, "es el ciego", me paro, me acerco a esas personas, me presento y les pregunto como se llaman. Se quedan blancos, imagino. Tengo un nombre, les digo, y no es ciego, sino David.

-¿En su vida cotidiana con qué disfruta?
-Yendo al cine. Tengo poco tiempo libre, entre los entrenamientos, las conferencias... pero en cuanto puedo me voy al cine. Reconozco las voces. Estoy estudiando inglés y veo muchas películas en versión original. Me encanta el cine de terror, de ciencia ficción y el bélico.

-¿Sueña con que algún día descubran la cura de la ceguera?
-No pienso en ello a menudo. Sería cargar una gran mochila en mi espalda. Hay cosas que es mejor no pensarlas.

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