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ENTREVISTA

Paco Roca
"Arrugas es la antítesis del mundo de la publicidad"

20/01/2012 El dibujante valenciano, autor del comic Arrugas ahora convertido en película, destaca el papel de la animación para adultos

VALENCIA. El valenciano Paco Roca es uno de los autores de cómic más importantes del panorama actual. Su obra Arrugas ganó el Premio Nacional de Cómic en 2008. Se trata de un cómic que se acerca al problema del Alzheimer a partir de la descripción de cómo viven a diario un grupo de ancianos en una residencia. La concesión del premio sirvió para que muchos descubrieran una obra sensible y conmovedora, que ponía sobre la mesa el cómic de autor que, desde hace años, se realiza en España. La película se estrena el 27 de enero y opta a los premios Goya en dos categorías: mejor película de animación y mejor guión adaptado. Hablamos con Paco Roca en su estudio, en Valencia, donde hizo un repaso a lo que había supuesto para él la publicación de Arrugas, a la espera de la recepción que tendrá, en breve la película.

-Publicaste Arrugas en 2007 y tuvo en seguida una gran aceptación. ¿Cómo surgió la idea de hacer un tebeo sobre el Alzheimer?
-El cómic surge de dos partes. En primer lugar, de la idea de la vejez, porque mis padres son mayores y quería hacer una historia para entender su situación: quería saber qué sienten, qué esperan de la vida, la soledad que tienen, ya que seguramente mis hermanos y yo no vamos a verlos a casa todas las veces que ellos querrían, etc. A partir de ahí, pensé en hacer un cómic sobre las residencias de ancianos, y empecé a documentarme, a hablar con médicos, enfermeros y con gente que tenía a familiares en residencias. El segundo punto surgió a partir de esta primera idea, porque el padre de uno de mis mejores amigos tenía Alzheimer. A él lo conocía desde hacía mucho tiempo y pude ver cómo le iba afectando la enfermedad, y lo rápido que era en una primera fase: de ser una persona con mucha cultura y que siempre estaba leyendo pasó, en pocos meses, a no poder ponerse por sí mismo una camisa. Se llamaba Emilio, que es el nombre que le puse al personaje principal de Arrugas. Junté ambas ideas, la vida en una residencia de ancianos y el tema del Alzheimer, y a partir de ahí realicé el cómic.

-Arrugas sirvió para potenciar el interés reciente sobre el problema de la enfermedad. ¿Te sientes partícipe en esta labor de concienciación?
-En los últimos años hemos empezado a ser conscientes del problema, a ponerle un nombre de verdad, ya que antes pensábamos que eso eran cosas de viejos y no le prestábamos importancia. Cuando Rita Hayworth tuvo Alzheimer, recuerdo que en aquel momento, todos decían que estaba loca, y apenas se le prestó atención más allá de eso. Incluso se llegó a decir que eso sólo le pasaba a gente que había leído poco o con escaso nivel cultural. Ahora nos hemos dado cuenta de lo que es el Alzheimer y, sobre todo, nos hemos dado cuenta de que nos puede pasar a todos. El hecho de que hayan enfermado personalidades como Adolfo Suárez, Ronald Reagan o Pasqual Maragall ha contribuido a que nos demos cuenta del problema, ver que es más habitual de lo que creíamos. Había, así pues, una necesidad de hablar sobre el tema, como se ha visto con los documentales que se han hecho sobre Maragall o sobre Jordi Solé Tura, o incluso como se vio en películas como El hijo de la novia.

-Además, tu cómic parece un contrapunto a esa moda actual consistente en la sublimación de la juventud.
-El cómic, al igual que la literatura, te otorga más libertad que otros medios, especialmente que el cine, porque los presupuestos no son tan elevados. Como en el cómic no se esperan grandes beneficios, los autores son más libres para crear sus historias. Sin embargo, hay muy pocas historias que traten temas como la vejez, y ése es otro motivo que me llevó a hacer esta obra. Yo vengo de la ilustración publicitaria y, una vez, me encargaron hacer un cartel para una feria. Se trataba de un cartel en el que tenía que dibujar varios personajes así que, entre otros, incluí una pareja de ancianos. Cuando lo presenté, me dijeron que el cartel estaba bien, pero que tenía que borrar a los ancianos. Me dijeron que la publicidad no va dirigida a ellos, salvo en cosas muy específicas, para anunciar residencias o productos para las pérdidas de orina. Existe un canon de belleza, basado en la juventud y la competitividad, y la vejez no entra en él. Eso me llevó a la idea de hacer algo que fuese lo anti-publicitario, una historia en la que no hubiese jóvenes, donde el peso recayese sobre personas mayores. De hecho, en Arrugas los personajes jóvenes son totalmente secundarios, como los cuidadores y los familiares, que aparecen en muy pocas ocasiones.

-¿La posibilidad de adaptar el cómic al cine se originó a raíz de que te concedieran el Premio Nacional?
-Sí. La principal ventaja de un premio así es que tiene una repercusión mayor que la de cualquier otro. Arrugas había tenido otros premios, en Madrid, Barcelona e Italia, pero son premios que sólo conocen los entendidos del mundo del cómic. El Premio Nacional te da, de repente, muchísima difusión. Además, su implantación ha hecho que el cómic esté ahora mejor en nuestro país, ha permitido que salieran noticias sobre cómics en revistas y periódicos, y permitió que surgiera el interés de adaptar Arrugas al cine. Al principio hubo varias ideas, incluso se pensó en una adaptación con actores reales, pero al final ganó la propuesta de hacer una película de animación. El Premio Nacional ha facilitado muchísimo las cosas a la hora de realizar la película.

-¿Cómo te has implicado en la realización de la película?
-Estoy muy contento con el resultado. Ha habido algunos cambios, pero eso es lo normal, y está claro que la película no es mía, es una obra del productor, Manuel Cristóbal, y del director, Ignacio Ferreras. Desde el principio tenían muy claro que querían ser fieles al cómic, pero, aun así, siempre se producen cambios ya que ellos tomaban todas las decisiones económicas de la película. Yo he trabajado en la película pero como desde fuera, me he mantenido bastante al margen, sin pensar en que todo tenía que ser igual que el cómic. Lo que tenía claro es que no iba a dedicar tres años más de mi vida a Arrugas. Sólo en realizar el cómic me supuso un año de trabajo, además del tiempo que estuve preparándolo, documentándome y demás. No me apetecía dedicarle más tiempo, porque, además, es una historia muy dura y que te acaba pasando factura. Así, mientras Ignacio iba haciendo la película, yo podía dedicarme a otros proyectos. Por eso estoy muy contento, porque la película mantiene el espíritu del cómic y me gusta mucho cómo ha quedado.

-En la película confluyen dos corrientes un tanto divergentes en el cine español. Por un lado, el cine social, que es bastante habitual, y, por otro lado, el cine de animación, que no se suele ver tanto en las pantallas. El resultado es una apuesta muy presente en el cine europeo, pero no tanto en el nuestro.
-El cómic puede tratar cualquier tema, no es algo que vaya destinado exclusivamente a niños. Cuando salió Arrugas y le dieron el Premio Nacional, muchos medios destacaron que el cómic español se había hecho adulto, que esto ya no era Mortadelo y Filemón. Se dijo que era un cómic social, y se considera que Arrugas (al igual que María y yo, de María y Miguel Gallardo) marcaron un punto de inflexión al respecto de cómo se ve el medio desde fuera. Esto creo que volverá a pasar con la película. La gente suele pensar que la animación es Pixar y poco más, que no se pueden hacer historias adultas. Y es un error, porque hay películas y cómics como Persépolis o Vals con Bashir, que demuestran lo contrario. Ahora llega el momento de que en nuestro país se puede reivindicar esto: que es una película de animación pero no es una película para niños, ya que trata un tema social. Esa etiqueta le vino muy bien al cómic y también le puede beneficiar a la película, para que la gente vaya a verla sin demasiados prejuicios. Porque es que, además, ése es un posible camino para el cine de la animación, huir de las superproducciones al estilo Disney porque es muy difícil competir contra esas películas o contra películas como Chico y Rita, ya que ésta tenía un presupuesto de 8 millones de euros, mientras que el de Arrugas es de algo más de 2 millones. Ni cuadriplicando el presupuesto de Arrugas seríamos capaces de competir con los presupuestos de Disney, por lo que en España, y en Europa, tenemos que buscar otros caminos que, por otro lado, te dan más libertad: nadie ha llegado y ha dicho que nos daba 2 millones más a cambio de poner un final feliz.

-¿Existe industria del cómic en España?
-No, pero sí que están dando pasos poco a poco. Yo me fui a trabajar una temporada a Francia, porque allí hay una buena industria que paga buenos adelantos, pero he vuelto a España porque, curiosamente, yo vendo más en España que en Francia. Aquí hay un público fiel y funciona bien ese cómic adulto que comentamos. Mis trabajos, como Arrugas o El invierno del dibujante, se han vendido muy bien en España y trabajo para una editorial, Astiberri, en la que están contentos con mi trabajo y me pagan adelantos que están por encima de los que se pagan normalmente. No llega a los niveles de los adelantos de Francia, pero ya están bien para empezar a crear una industria. Se trata de un paso que han dado pocas editoriales, que pagan adelantos muy pequeños. Porque en España, con la excepción de las grandes editoriales como Norma, La Cúpula o Glénat, casi todas están montadas por fans que se convierten en editores por hobby, al margen de sus ocupaciones. Eso tiene el punto positivo de que se han publicado obras que no se habrían editado de no estar ellos pero, en el lado negativo, imposibilita que el autor se convierta en profesional. Las tiradas son mínimas y, muchas veces, no se publicitan con presentaciones de los editores o no hacen reediciones. Como son editores que, ante todo, son fans, se conforman con verlo publicado. Hay poca gente que ha dado el paso a la profesionalización de la editorial, como sí ha hecho Astiberri.

-¿Por qué se ha llegado a esta situación a partir de una etapa más boyante como la que se vivió en los años 80?
-El problema del cómic es que, como industria, ha empezado a emerger precisamente ahora, en plena crisis. Pese a que yo creo que es uno de los sectores que menos está acusando esta crisis, la verdad es que es una lástima que no haya coincidido con un mejor momento. Si se le hubiese dado un mayor margen al cómic, sin la crisis y sin la competencia de lo digital, habría estado, en muy pocos años, dotado de una buena industria y con un mercado fuerte. En los años 80 había revistas, como El víbora o Zona 84, que vendían muchos ejemplares, pero el mercado acabó saturado y desaparecieron casi todas.

-Uno de tus últimos trabajos, Memorias de un hombre en pijama, recoge historias personales que fuiste publicando en el diario Las Provincias. ¿Es difícil publicar en prensa obras que se alejen del humor gráfico o de la caricatura política?
-El trabajo del ilustrador sigue teniendo su sitio en la prensa. Está muy mal pagado y los medios cada vez ahorran más, lo que repercute en la labor de ilustradores y fotógrafos: se recurre con más frecuencia a fotografías de archivo para ilustrar las noticias, unido a que ya se tiene muy poco en cuenta estos oficios, ya que se ha instalado la idea de que, hoy en día, cualquiera puede ser fotógrafo con las tecnologías actuales y con Photoshop. Y, por otro lado, parece que el humor es el único tipo de historias que tienen cabida. En Las Provincias me dieron total libertad para hacer lo que quisiese, y me habría gustado explorar otros caminos, de modo que puede que en un futuro lo haga. El cómic nació en la prensa y me gustaría ver en los periódicos no sólo tiras de humor sino también periodismo dibujado, como hace Joe Sacco.

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