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LA OPINIÓN PUBLICADA

Soraya Sáenz de Santamaría: ¿Karanka o Mourinho?

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA (*). 08/04/2012

VALENCIA. Pocos personajes concitan tanto interés mediático en España como el todopoderoso entrenador del Real Madrid, José Mourinho. Su capacidad para dar espectáculo a la prensa deportiva y a la afición (un espectáculo con unos tintes a menudo morbosos) no conoce límites.

Mourinho domina el escenario de la rueda de prensa; se hace con él; reparte críticas y prebendas a los periodistas que, tímidamente, osan preguntarle; inventa teorías de la conspiración (o, como poco, explicaciones a menudo peculiares) que justifican sus abundantes victorias y contadas derrotas; se ceba con archienemigos del calibre de Pep Guardiola, los árbitros (reunidos en torno a un infame "Villarato" que escamotearía los títulos al Madrid), los jeques del petróleo de Qatar y, si se tercia, la mismísima Unicef.

En ese momento, Mourinho delega en Karanka. Su segundo entrenador y escudero perfecto. El hombre que se encarga de hacer llegar al pueblo el mensaje del líder, cuando éste decide que los aficionados no son dignos de recibirla directamente de sus labios. Como intérprete, intermediario y oráculo venido a menos, Karanka tiene sobre sus hombros, como puede uno imaginarse fácilmente, una ingrata labor. Es el visitante no deseado. El segundo plato. El telonero.

Mourinho y Karanka

A menudo, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, cumple un papel parecido. En ausencia del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que considera indigno de su preeminencia bajar a la arena de las ruedas de prensa para explicar medidas de escasa importancia, como una reforma laboral de enorme calado, una subida del IRPF o los Presupuestos de 2012 (los más restrictivos de la democracia), los ciudadanos nos encontramos con 'Karanka' Sáenz de Santamaría, concentrando una atención que, en puridad, no le correspondería recibir tanto a ella como al presidente del Gobierno y responsable último de tales medidas.

Pero esta división de funciones puede leerse también de otra forma, sencillamente por la vía de mirar un escalón más hacia arriba: el escalón donde reside el poder absoluto, aún menos amigo de descender a la molesta arena del espacio público y sus periodistas impertinentes. Ni en las buenas ni en las malas ocasiones: nunca, o casi nunca. En esa división de funciones, a Mariano Rajoy le correspondería, más bien, el papel de Florentino Pérez, Rey Midas y Presidente del Real Madrid. Como Florentino, Rajoy prácticamente nunca comparece ante los medios, ubicándose en un espacio privilegiado, superior al de la rendición de cuentas (salvo en ocasiones especiales, o cuando no quede más remedio).

En este escenario, la vicepresidenta Sáenz de Santamaría cumpliría precisamente el papel de José Mourinho: el de principal interlocutor de los medios de comunicación (y, por extensión, de los aficionados), encargado de concentrar la atención pública y, en consecuencia, de asumir la erosión de su imagen cuando vienen mal dadas.

Una división de funciones muy habitual en la política española, en la que el "número dos", como ya analizamos al hablar de Dolores de Cospedal, suele tener este tipo de atribuciones. El 'poli malo' que lidia con la prensa y con el partido mientras preserva la popularidad del presidente (como Guerra con González, o Álvarez Cascos en la primera legislatura de Aznar).

Una esperanza (que el máximo responsable no se vea afectado por las malas noticias) que resulta vana en la mayor parte de las ocasiones: si los títulos no llegan, o si las reformas económicas y las medidas de ajuste no surten efecto, el desgaste también llegará a las más altas esferas. Lo novedoso (relativamente; Zapatero también tenía una estructura similar) es que Rajoy ha dividido esta figura en dos: Dolores de Cospedal gestiona el PP como número dos del partido y Soraya Sáenz de Santamaría se encarga de coordinar el Gobierno: una figura amable para tiempos duros.

Perfil profesional y vínculos familiares

La elección de Rajoy suscita pocas dudas. Soraya Sáenz de Santamaría es una abogada del Estado brillante, que llega al gobierno antes que al PP, ya de la mano de Mariano Rajoy, entonces (2000) vicepresidente y ministro de la Presidencia. Soraya ejerce desde el principio como eterna "escudera" de Rajoy, dedicada inicialmente a cuestiones jurídicas, pero que, poco a poco, va asumiendo más responsabilidades.

En 2004 entra en el Congreso de los Diputados de refilón, sustituyendo a Ana Mato. Se trata de una legislatura de signo aznarista, en la que Rajoy actúa fundamentalmente como depositario del legado de quien le ha colocado como nuevo líder del PP (el anterior, José María Aznar), y con los colaboradores del ex presidente en los puestos de mayor preeminencia.

Sáez de Santamaría y su marido

Pero, tras las elecciones de 2008 y los intentos por "mover el sillón" del líder, Rajoy se rodea de gente de su confianza. Un organigrama en el que los puestos de mayor preeminencia le corresponden a dos mujeres: a la derecha del líder, Dolores de Cospedal, encargada de controlar el partido. A la izquierda, concentrando el poder político en el Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.

Dos mujeres muy poderosas y con trayectorias, como ya vimos, parecidas en algunos aspectos, con la polémica generada en torno a los puestos ofrecidos a sus respectivos maridos como coincidencia más reciente. El marido de Cospedal, cuyo puesto (en un consejo de administración de una empresa pública: mucho dinero por poco trabajo) resultaba mucho más escandaloso a ojos de la opinión pública que el del marido de Sáenz de Santamaría, que trabajará como asesor jurídico en Telefónica. Uno acabó rechazando el puesto; otro decidió aceptarlo, en la confianza de que la vinculación del trabajo en Telefónica con la posición política de su esposa resulta menos escandalosa. Un error que puede pasar factura más adelante.

Con este último asunto ha comenzado a intuirse un enfrentamiento soterrado entre ambas; por el favor de Rajoy y, en última instancia, por el poder. A Cospedal le sobra en la estructura orgánica del PP, de la que es responsable (si bien también le granjea muchos enemigos).

Soraya Sáenz de Santamaría, sin apenas peso en el partido (aunque lo ganará a marchas forzadas mientras mantenga su preeminencia en el Gobierno), no sólo concentra buena parte del poder político en el Gobierno (incluyendo la gestión del CNI y la portavocía), sino que es la autora de buena parte de los 'fichajes' más jóvenes de Rajoy para los segundos y terceros escalones (secretarías de Estado y direcciones generales). Muchos de ellos son jóvenes diputados de los que el líder decidió rodearse a partir de su derrota en 2008, como José Luis Ayllón, Álvaro Nadal o José María Lassalle.

La esperanza blanca de la ¿izquierda?

Tras las Elecciones del 20N, y ante la aplastante victoria del PP, una parte de la izquierda española comenzó a mirar con cada vez mayor simpatía a la vicepresidenta del Gobierno. En la ilusión de encontrar a alguien del PP que no fuese "muy del PP", Soraya cumple con muchos de los requisitos: llega al Ejecutivo antes que al propio PP (al que se afilió en 2004), tiene un perfil profesional que la aleja (al menos, inicialmente) de la estructura cerrada de los que hacen carrera en un partido casi desde su nacimiento, presenta un perfil político moderado (en las formas y, parecen intuir, también en el fondo).

Y, por si todo lo anterior fuera poco,... ¡se casó en una ceremonia íntima en Brasil, y no fue por la Iglesia! ¿Qué más hace falta para considerar que Soraya Sáenz de Santamaría es casi "una de los nuestros"? Por supuesto, en esta buena imagen, que ha generado auténticos perfiles hagiográficos por parte de los medios afines al PSOE, también entra en la ecuación, y no precisamente como un aspecto menor, el enorme poder de la vicepresidenta.

Esta fascinación de determinada izquierda, aún incipiente pero ya palpable, recuerda mucho a la que disfrutó Gallardón durante años, como postulante de un PP supuestamente más moderado y abierto que el representado por Aznar. Las soflamas antiabortistas del hoy ministro de Justicia, desde luego, no casan demasiado bien con ese perfil, que él mismo se encargó de cultivar. Hoy parece que intenta hacérselo perdonar. Algo que quizás le acabe ocurriendo también a Sáenz de Santamaría: que acabe teniendo que demostrar que también ella es "muy del PP".

#PrayforPortugal

El pasado lunes por la noche, un hashtag, #PrayforPortugal, recorrió Twitter como la pólvora. El hashtag hacía referencia a un rumor absurdo: se había producido un golpe de Estado en Portugal. La idea, desarrollada por dos humoristas en la red social, acabó creando un pequeño follón cuando muchos tuiteros se unieron a la fiesta, algunos sorprendidos por el supuesto golpe de Estado, y otros disfrutando de la broma. El hashtag llegó a ser trending topic a nivel mundial, entre otras cosas merced a la colaboración de muchos tuiteros portugueses.

Piense el lector en un hashtag creado por tuiteros franceses choteándose de un supuesto golpe de Estado en España (con todos los matices de inmadurez democrática y subdesarrollo que ello conlleva) y podrá hacerse una composición de lugar más precisa de por qué razón a una parte significativa de ellos la broma no les hizo ni la menor gracia.

Para rematar la faena, los dos tuiteros que idearon la bromita no se ahorraron incluir pantallazos falsos de las cuentas en twitter de Associated Press y de El País "informando del Golpe de Estado". Y, sobre todo, tampoco perdieron ocasión, una vez finalizado el show de #PrayforPortugal, de sermonear a la concurrencia:

Por lo visto, la mejor manera de denunciar la desinformación imperante en los medios españoles y su afán por mentir es... desinformar y mentir.
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* Profesor titular de Periodismo de la Universitat de València

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1 comentario

Joan Carles escribió
11/04/2012 16:31

Entiendo que pueda mosquear lo del marido de Soraya pero ¿acaso no es lo que acaban haciendo la mayoría de los Abogados del Estado? Digo largarse a la gran empresa privada. Siempre tienen la puerta abierta en los bufetes de postín y las empresas del IBEX. Es lo que pasa cuando a funcionarios de élite les pagas 60.000 al año mientras que en la privada el más tonto es veintemileurista. Los AE son clásicos en esto de la "revolving door" (Mario Conde, Pizarro, Pablo Isla...), pero con este ritmo de "creación de riqueza" en este país veremos cosas inauditas en la historia de Europa, como Notarios cerrando el chiringuito porque no les sale rentable (ya está ocurriendo).

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