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‘Dos divagan juntos’, por J. Á. Vela del Campo

07/09/2012 Nació Rossini en Pesaro el día más escondido del calendario, un 29 de febrero de esos años que se conocen como bisiestos...

VALENCIA. Nació Rossini en Pesaro el día más escondido del calendario, un 29 de febrero de esos años que se conocen como bisiestos. Alberto Zedda, máximo representante sobre el planeta del rossinismo, cumplió 84 inviernos el pasado enero. Tenía que hacer un guiño especial a su admirado compositor, poniendo en valor tantos múltiplos de cuatro. Incluso la actividad de Zedda se divide en cuatro apartados: director de orquesta; analista musicológico; director artístico del Festival Rossini de Pesaro, y algo difícilmente definible que tiene que ver con su amabilidad rossiniana en las relaciones personales.

Se requiere mucho conocimiento de lo que se está hablando para titular como Divagazioni rossiniane el libro que acaba de publicar Zedda en Ricordi sobre Rossini. Parece el fruto inmediato de una conversación amistosa que desafiase las leyes del tiempo. Como si divagasen a dúo Rossini y Zedda sobre el belcantismo, la vocalidad, la ópera seria o bufa, la filología, el ritmo, las cadencias, la expresión o los acentos, para desembocar en unas lúcidas reflexiones acerca de las óperas. El libro es impagable por su rigor y también por su amenidad. Representa algo esperado, y deseado, desde hace tiempo, de un estudioso sabio que había dosificado hasta ahora sus iluminaciones rossinianas en artículos de programas de mano o revistas musicales. Las denominadas divagaciones son un tratado para conocer lo más profundo de un compositor irrepetible. En menos de una semana se agotó la primera edición del libro este verano.

No sé si a las impetuosas direcciones musicales de las óperas de Rossini que plantea Alberto Zedda les sienta bien la palabra divagación. Lo que no deja lugar a dudas es la irresistible alegría que transmiten. He sido testigo de la adoración que le profesan públicos como los de Berlín, Flandes o Wildbad en la Selva Negra. Este mes de setiembre inaugura con El barbero de Sevilla la temporada de la Ópera de Ginebra después del éxito delirante que alcanzó hace un par de años dirigiendo esta ópera en el mismo teatro con la misma producción de Damiano Michieletto. No es, pues extraño, que Zedda sea el presidente de honor de la Deutsche Rossini Gesellschaft, y es que en Alemania Rossini tiene muchos más fans de lo que parece, por mucho que la sombra de Wagner sea alargada. En España el próximo compromiso lírico de Zedda no va ligado a Rossini sino a Verdi, aunque con un título –Un giorno di regno– de gran vinculación emocional para el maestro, pues lo dirigió en Parma en 1963, en el 150º aniversario del nacimiento del compositor, e incluso una década después realizó una grabacion discografica en Como. La cita será en Bilbao, entre el 27 de octubre y el 5 de noviembre dentro del proyecto Tutto Verdi de la ABAO.

Amigo de Claudio Abbado, director artístico de La Scala de Milán varios años durante el periodo de Riccardo Muti, impulsor de las iniciativas más sorprendentes, Alberto Zedda está vinculado a Italia en la actualidad especialmente por la dirección artística del Festival rossiniano de Pesaro, en el que además de una programación con sugerentes puestas en escena, o de la implantación de la fórmula “musicología más teatro” con un cuidado especial de las ediciones críticas, ha desarrollado con singular acierto la Academia rossiniana de formación de jóvenes cantantes.

Apasionado, vitalista, conversador infatigable, amante de la buena mesa, investigador riguroso, Alberto Zedda representa una manera de vivir la música no por entusiasta menos científica. Si alguien le pregunta cuáles son sus óperas preferidas siempre habrá un lugar al sol para títulos como L’incoronazione di Poppea, de Monteverdi, Le nozze di Figaro, de Mozart, o Falstaff, de Verdi. Pero su compañero del alma es Rossini, del que ha sacado a la luz continuamente su modernidad y su riqueza juguetona a la par que lingüística. Rossini y Zedda cabalgan juntos, como en las películas de John Ford, desde siempre. Divagan juntos ahora como si la vida les invitase a unos inocentes y adicionales pecadillos de vejez. 

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