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en los años noventa

¡Viva la iconoclasia! Felpudo Tos y los perpetuadores del anarquismo musical en Valencia

Catorce bandas contemporáneas rinden homenaje al mítico grupo valenciano en un doble LP que recupera el espíritu del dadaísmo musical en los años noventa

15/12/2016 - 

VALENCIA. “Enfrentarse al debut de Felpudo Tos provoca más de un interrogante, pero el trío no parece dispuesto a solucionarlo. Entre los Residents y la pura provocación, a un paso de lo grotesco, o del simple chiste de mal gusto, no puede negarse su rabiosa originalidad, aunque tal calificativo no garantice absolutamente nada”. Esta reseña, extraída del “Especial Valencia: Todo sobre la Explosión Naranja” que publicó la revista Rockdelux en el número de octubre de 1998, revela con luz y taquígrafos cómo, ya frisando el siglo XX, el público español (e incluso una parte importante de la crítica especializada) todavía no estaban preparados para las experiencias musicales más extremas. Y menos para la hibridación del punk con el dadaísmo y el arte de la performance.

El desconcierto generalizado ante la música de la banda valenciana resulta doblemente curioso si tenemos en cuenta la larga ristra de artistas de renombre que hacía décadas que se habían deshecho de las viejas ataduras de la música pop: la melodía, las estructuras de verso-estribillo-puente-final y las letras con coherencia interna.

 Dejemos aparte, por no ponernos demasiado “estupendos”, el hecho de que el Manifiesto de Música Futurista data de 1910. Obviemos a Stockhousen, a John Cage, a La Monte Young, a Terry Riley, a los Residents, a Throbbing Gristle y a tantos otros “raros” maravillosos. Pero fijémonos por ejemplo en que ya desde 1991 pululaban en la esfera internacional grupos minoritarios, pero no del todo desconocidos, como Mr Bungle -el proyecto musical más dislocado de Mike Patton-, en los que se jugaba abiertamente con la música concreta, el ruido y las poéticas del caos.

Por todo ello es sorprendente que Felpudo Tos, en pleno 1998, no solo no gustara, sino que llegara a enfadar al público con sus juegos de disonancias, su anarquismo sonoro y la aplicación radical de la libertad creativa. “Subíamos al escenario a tensar los límites y a desafiar al oyente –nos explica José Luis Abad (Koldo), voz y guitarra de la banda, desde su residencia actual en Navarra-. Yo por entonces estaba haciendo mi tesis sobre vanguardias y dadaísmo, y parte de la propuesta consistía en fascinar o producir rechazo y frustración. La gente busca en el rito del concierto algo a lo que acogerse; buscar seguridad para reafirmarse en sus cosas, pero nosotros precisamente queríamos cuestionar esos fundamentos. Digamos que cuando se quedaba alguien en nuestros conciertos era una especie de fracaso (ríe)”.

Así expuesto, podría pensarse que Felpudo Tos vivían en una isla de trascendentalismo, pero no era así en absoluto. Para empezar, el sustrato  intelectual de la banda nunca se hacía explícito. Básicamente, la mayoría de la gente les tomaba por tontos cuando les veía encima del escenario disfrazados de baratillo exhortando al público a “Sentir el queso” o liberando los versos o los gruñidos ininteligibles de temas como “Se desparrama” o “Salí a por fortuna y me traje bisontes”. “Desvelar el trasfondo artístico hubiese desvirtuado el ejercicio, así que se lo poníamos fácil a la gente para que nos considerase idiotas. Pero a nosotros nos divertía muchísimo”, recuerda Koldo, escritor y artista multidisciplinar cuya trayectoria en lo musical continúa bajo el nombre de Luisito Lechuga.

 

Otros “raros” españoles

Tampoco es que Felpudo Tos estuviesen cercados por la incomprensión más absoluta. Si hurgamos en los rincones más oscuros y olvidados del mapa musical español de mediados de los noventa encontramos cierto número de bandas con un sentido poético extremadamente personal (caso de los malagueños 713avo amor , los vascos El Desvän del Macho o Mil Dolores Pequeños, donde cantaba la micropoetisa Ajo). En Valencia, por su parte, también se rendía tributo al absurdo desde distintas coordenadas musicales como el punk, el crossover y el garage. En aquellos años coincidieron en la ciudad grupos como El Otro Ilustre Colegio de PataphysicaChococrispis o Ulan Bator Trío y Los Borbones (donde Fela Borbone empezó a tocar con los cacharros musicales de fabricación propia con los que influyó a muchas bandas posteriores como Los caballos de Düsseldorf). Por no hablar de Fitzcarraldo (1991-1993), la desquiciada banda que compartía Pilar Barrachina con Andrés Blasco (Truna), antes de rebautizarse como Trusca y ponerse al frente de las baterías de Felpudo Tos. Ninguno de todos ellos tenía nada que ver con la denominada Explosión Naranja, por mucho que se cruzasen sus coordenadas espacio-temporales. 

“La verdad es que éramos bastante animales, hacíamos una música muy visceral, y al final siempre rompía la batería. Era un juego muy divertido”, apunta Pilar, a la que encontramos sumida en una nueva etapa de creatividad desbordada con su proyecto en solitario, Agua Piscina.

“A finales de los noventa, algunos nos tomábamos el grupo como un proyecto artístico en el mejor sentido de la palabra; no era únicamente una cuestión musical –recuerda Carlos Álvarez, cantante y guitarrista en Chococrispis y Gigatrón-. De hecho, nuestras influencias venían de las vanguardias del siglo XX. Buscábamos una catarsis, sacar lo que llevábamos dentro, y al hacerlo la pagábamos con las letras y con las estructuras convencionales de las canciones. Chococrispis íbamos más al grano y lo hacíamos desde el trash metal y el crossover, pero Felpudo Tos lo llevaron al extremo”. Carlos, coordinador y redactor esos años del surrealista fanzine musical Rock Si! junto al propio Koldo, define a su amigo como “un brillante “desescritor”; una persona como una vasta cultura y al mismo tiempo con una enorme capacidad para la deconstrucción lírica”. 

La herencia inconsciente

Y así, tirando del hilo, podemos seguir la pista de Felpudo Tos hasta el presente. Hace apenas unos meses, Borx Records/Dead Stallion & The Battalion Million publicaba un doble vinilo de carpeta –diseñado por Balty Albiol- en el que catorce bandas contemporáneas rinden homenaje a cada uno de los temas del álbum homónimo del que hablábamos en el encabezamiento de este artículo. Un disco publicado en 1998 por Subterráneo Records, y elevado con el transcurso del tiempo a la categoría de disco de culto. (La escueta discografía de Felpudo Tos tan solo se compone de este LP y de dos EPs: “Tos Felpudo –con queso” y “Un ejército de codos contra la punta de un buque”).

 

En la grabación de “Felpudo Tos. Tos Felpudo. Remade” han participado músicos en los que de manera consciente o inconsciente perdura el espíritu libertario y experimental que definía al trío de Koldo (Cardamomo), Pilar (Trusca) e Iván Llorens (Yambó). “Al principio todo esto de sacar un disco de homenaje me parecía una especie de broma anecdótica, pero me sorprendí con el resultado –confiesa Koldo-. Me llamaron la atención grupos como KLS y Teletexto, que consiguieron ajustarse a las canciones originales haciendo al mismo tiempo versiones muy personales; o cómo Capaje o Yobamochi consiguieron llevar los temas a su propio terreno. En general creo que es un disco donde todas las canciones tienen mucha entidad”. El resto de colaboradores son Césped de Verdad (con Fernando Junquera –Negro- como invitado especial), Mad Robot, Portero Regateador, Viva Bazooka, Perro Grande, Anacardos Lata, Les Rauchen Verboten, Mañana Tampoco, Elle Belga y Weird Kraut Project.

“Creo que escuché por primera vez a Felpudo Tos en un CD que encontré cuando trabajaba en la tienda de discos Greyhead. Era poco después de que mi hermano y yo nos trasladáramos a vivir a Valencia en 1997”, explica Fernando Junquera, hermano a su vez de Marcos Junquera (Betunizer, Alberto Montero, etc.). “Me impactó mucho el modo en que componían los temas, los ritmos, cómo enfocaban las voces y las letras… era acojonante. Por aquellos años mi hermano y yo estábamos muy flipados con las bandas del sello de Chicago Skin Graft, y veíamos una conexión que no sabíamos que existía en España”. 

 “A mí no me extraña nada que una parte de la prensa especializada no entendiese a Felpudo Tos o les pusiese a parir –continúa Fernando-. Lo que me parece que demuestran esas reseñas es que en la crítica musical de esa época no estaba tan arraigado lo políticamente correcto. Ahora incluso cuando se escriben malas críticas parece que estén haciendo la pelota al grupo. Antes podías encontrarte artículos en los que te llamaran puto tarado o dijeran que tu disco era una mierda infumable. Y yo creo que Felpudo Tos lo encontraban de lo más acertado, y que incluso les subía el ego” ¿Acaso no formaba parte del juego?

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