anuario hedonista 2023

Ana Botella, jefa de sala de El Poblet, premio Talento Joven Guía Hedonista 2023

Platón fue el primero en dividir el mundo de los sentidos del de las ideas.

| 12/12/2022 | 1 min, 58 seg

De lo sensible a lo inteligible. De las apariencias a la realidad. En un mundo, el actual, tan alejado de códigos platónicos, en el que prima lo tangible, lo visible y lo instagrameable, apostar por la hospitalidad desde el elogio y la discreción desde el oficio suponen casi un acto de rebeldía. Esa, que se cimienta sobre la valentía e inconsciencia de quién todavía es joven para sentirse encorsetada en la rigidez de un sistema que machaca relatos propios, vocación de servicio y amor platónico por una profesión, la de camarero, que no goza de las alfombras rojas ni de los flashes que alumbran a sus compañeros los chefs.

Ana nació hace 27 años en Callosa d´en Sarrià, donde su familia regenta un restaurante desde hace 60 años. Es la tercera generación de Casa Marcos, una casa muy humilde y tradicional donde lo ha aprendido prácticamente todo. Tras volver de Bélgica, donde fue a trabajar como tantos jóvenes ambiciosos deseosos de una oportunidad que nuestro país les negaba, se formó en el CdT de Alicante y al finalizar el curso, Ana, de carácter inquieto y ambiciosos, emigró a Londres, una ciudad vibrante en la que encontró en StreetXo, el restaurante londinense de Dabid Muñoz, la horma de su zapato. Allí escaló rápidamente a ‘’Head Waitress’’, pero como le tiraba la terreta, decidió volver a València. 

En València y con tan solo 23 años, fue reclutada por Quique Dacosta para realizar la labor de jefa de Sala de El Poblet, donde con Luis Valls en cocina y Hernán Menno como sumiller, forman un triunvirato que dirigen el restaurante con mano de hierro en guante de seda. Solo un año después de aterrizar en el Universo Dacosta, en aquel prepandémico 2019, El Poblet fue premiado con la segunda estrella Michelin y desde entonces Ana luce con orgullo y responsabilidad ese talento que poseen aquellos que se muestran felices por realizar un trabajo tan invisible como necesario: pasar desapercibido para que todo sea percibido: tanto lo sensible, como lo inteligible. 

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