tras casi 40 AÑOS

Au revoir, Chez Lyon: adiós al emblemático restaurante francés en el corazón de València

| 06/09/2017 | 3 min, 39 seg

VALÈNCIA. El restaurante Chez Lyon cierra tras casi 40 años de buena cocina francesa en el Carrer d'en Llop. Las canciones de Henry Mancini, el piano de Diana Krall o la voz de Aretha Franklin no volverán a disimular las conversaciones de políticos y periodistas, dos de las especies más habituales en un ecosistema dominado por el steak tartar, los confits de pato y la solvente bodega. El pasado 13 de agosto anunciaba con normalidad poética su cierre por vacaciones, pero tal y como ha podido confirmar este diario –a través de fuentes próximas a la propiedad– el local será traspasado.

Chez Lyon ya no volverá a abrir sus puertas y si en el Diccionario panhispánico de dudas se cita a Cortázar para definir bistró, en el callejero gastronómico valenciano se marcaba al restaurante de Francisco Mateu para ejemplificar lo que significa ese galicismo: un restaurante francés modesto y familiar. Una modestia que se extendía, precisamente, hasta la mayor de sus virtudes: el servicio. La mayor carencia del sector gastronómico en la ciudad –o la necesidad más escasa– pierde así a un referente en un local que, sí, se había desacompasado del ritmo actual en la Plaça de l'Ajuntement: franquicias y bocatas de jamón de cebo.

El totalitarismo de la comida rápida nos privará de mucho en este caso. 'Paco' es uno de los metres más sensibles y generosos con el arte en València: gran aficionado al cine, dinamizador de exposiciones en la sala del propio local, su pasión por la poesía le llevó a publicar dos libros (Cita amb ningú y Chez Lyon Blues), pero sobre todo a regalar versos a sus clientes. El poemario que cubría la entrada combinaba sus propias creaciones con las de algún comensal atrevido. Muchas recordarán las cuartillas que les regalaba, sin inmutarse por la compañía. Durante largo tiempo escribió para sí mismo, pero la confianza le permitió compartirlo y acabó siendo parte de su personalidad y la de su restaurante.

Este bistró parisino en el corazón de València maridaba sus alcachofas gratinadas o su Tatin de manzana con el manejo en la sala de Mateu. Con los poemas que también compartía a través de la ya enlazada página de Facebook, con su trato medido y su inquietud por las artes, igual que era habitual ver a directores de periódicos, jefes de redacción y plumillas digitales, a concejalas, diputados, imputadas y aforados, a consultoras, comerciales y demás corbatas financieras, en Chez Lyon también era cotidiano cruzarse con nombres de la cultura.

El festival Cinema Jove tenía mesa frecuente durante su semana de recepción de invitados, pero también los incontables intérpretes que han ido pasando por el Teatro Olympia. Es fácil entender que a escritores y editores el don de su jefe de sala les convidara a sentirse a gusto entre sus sillas y balaustradas de madera. Con tantas filias, aunque no hay proyecto a la vista (y el restaurante que le reemplaza no tendrá la menor relación con el que acaba), a sus fieles les cuesta creer que Mateu no se enrole en una nueva aventura gastronómica. 

La luz tenue y los clásicos del jazz han acompañado durante casi cuatro décadas una carta más afrancesada que francesa para los críticos: partía del buen producto mediterráneo y se dejaba llevar por él. En los últimos años el continente parecía superar al contenido, aunque de las causas de su punto final se escribirá una vez se haya enfriado la última hora. La primera de las reacciones entre los anónimos arriba citados ha sido la de exclamar: ¡si las paredes del Chez Lyon hablasen, la ciudad sería incapaz de soportarlo! Mateu y su equipo nunca tuvieron un mal gesto ante la xafarderia de sus habituales, desatados por la boca en un ambiente tan cálido. En aquellos versos regalados había una respuesta a tanto chisme cotidiano a través de la belleza. Es tristemente obvio que haya tenido que desaparecer para apreciarlo.

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