restorán de la semana 

El Globo de Camaleón

Recuperar un bar y darle una segunda vida, virando el destino al que estaba abocado, debería ser considerado una obra social

| 01/09/2023 | 3 min, 4 seg

Cuando Enrique Campos y Rocío López –la pareja detrás de El Camaleón y Ardacho–  acababan el servicio en el primer local que abrieron a los pies de la Finca Roja, más de una vez terminaban en la cervecería El Globo charlando con Boro antes de volver a la carga. Era uno de esos bares que son un poco casa. Con un grupo de parroquianos fieles que no faltan a su cita diaria. En los que te sirven sin preguntar qué quieres tomar. Un bar de los de siempre.

Pero Boro, el alma de El Globo, se jubiló hace unos años y Rocío y Enrique se dieron cuenta que al barrio le faltaban algo. Pensaron en ese momento en quedárselo, pero les pilló en medio de la apertura de Ardacho, su segundo restaurante. Boro traspasó el bar a otra persona, pero aquello no cuajó y al cabo de un año, Rocío y Enrique, que pasaban por allí todos los días, se lanzaron a la piscina. Y qué suerte para Arrancapins y para esa plaza que aunque la llamemos la plaza de la vaca, el animal de piedra al que hostigan los niños cada tarde es una cebra. Oronda, pero cebra.


Así El Globo se convirtió hace un año en El Globo de Camaleón.  Un bar en el que la impronta de Boro no se ha ido del todo, pero con un buen lavado de cara en el piso de abajo (en el de arriba está previsto en breve) y el sello de esta pareja que todo lo que toca es un éxito –hay talento y mucho trabajo detrás–.  El bar es un bar como los de antes, pero mejor. Con una vitrina que te hace ojitos al entrar y donde reposan el producto fresco del día: cigalas, ostras, zamburiñas o atún rojo y algunos guisos como las albóndigas o la titaina. Unos lustrosos tomates lucen en la barra advirtiéndonos que la temporada se acaba, pero aún tenemos una oportunidad.  Tapas frías, tapas calientes, producto del mar y un par de buenas carnes y una brascada de entrecot que es una barbaridad (puede que la mejor que haya probado, y he probado muchas). 

La carta seduce, pero también atrae esa terraza que apetece durante todo el año y donde no solo puedes comer o cenar. Porque esto es un bar y en los bares también se viene a beber a deshoras.  Las caras visibles de El Globo son Ernesto y Cristian, dos buenos profesionales que en estos días donde tanto escasea un buen servicio hsotelero, destacan por su atención y eficiencia. Respecto al precio, de nuevo planea la filosofía de la casa, que es comer muy bien por un tique más que razonable, 25 o 30 euros.


Rocío y Enrique han salvado El Globo de un destino que podría haber sido muy distinto al que está viviendo y en el que han caído muchos bares de los de siempre, con bravas de quinta gama y calamares congelados.  Solo por eso –y por toda la alegría que nos dan con sus primogénitos, El Camaleón y Ardacho– merecen un monumento. ¿Y si quitamos a la vaca cebra y ponemos un camaléon? O quizás rebautizar la plaza con el nombre del reptil... @AjuntamentVLC yo doy ideas.

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