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MÚSICA EN LA PRISIÓN

El rock de la cárcel: de qué sirve la música entre rejas

De los conciertos de Johnny Cash a los de Los Chichos y Rosendo, la música sí entra y sale de la cárcel

11/02/2016 - 

VALENCIA. “Siempre sentí que era una manera de devolverle al pueblo americano algo del bien que nos había proporcionado”. Así hablaba Johnny Cash en Man In Black (RECorridos, 2006), su autobiografía, durante el capítulo dedicado al alcoholismo de Carl Perkins, sus conciertos en penitenciarías y la reinserción en general. Dos de sus mejores discos son precisamente sendas actuaciones de Cash en centros penitenciarios: At San Quentin y, sobre todo, At Folsom. “Al hacer un concierto en una prisión les estábamos haciendo saber a los presos que en algún lugar de ahí fuera, en el mundo libre, había alguien que se preocupaba por ellos como seres humanos”, explicaba Cash.

En diciembre de 2015, casi medio siglo después, la Orquesta de Valencia (OV) reeditó los conciertos para presos de Johnny Cash en la cárcel de Picassent. O algo así. Era su primera actuación, y repitió hace apenas unos días con motivo del aniversario del centro. Dirigida por Yaron Traub, la orquesta interpretó en el salón de actos de la prisión Valencia II, frente a los 250 internos del módulo de preventivos, un repertorio que se movía entre lo clásico (Antonin Dvorak, Georges Bizet, Johannes Brahms) y lo más popular (John Williams y la Marcha Imperial de La Guerra de las Galaxias). No era la primera vez, sin embargo, que una orquesta visitaba una cárcel; otras como la Simfònica de Baleares ya lo había hecho en el centro penitenciario de Palma.

El escenario de la cárcel de Picassent: música clásica y ska

Tampoco era la primera ocasión en la que la cárcel de Picassent acogía un concierto en sus instalaciones. En marzo de 2012, el grupo de reggae y ska Alademoska pasó por la cárcel para ofrecer un más cercano a los parámetros de los de Cash. Al menos en lo que respecta a la voluntad del concierto. “Queremos transmitir a estas personas que no están solas, que pensamos en ellos y que otra vida es posible si realmente lo desean”, explicaba el grupo en declaraciones al portal Myusik.com. En cárceles como la de Albocàsser tampoco es algo demasiado exótico; los italianos Playa Desnuda en 2012 y los colombianos Alerta Kamarada en 2013, entre otros, han actuado en el Centro Penitenciario Castellón II como parte de la iniciativa de la Asociación Cultural Exodus, organizadora del Rototom de Benicàssim.


“Con la idea de conseguir una tierra y unas calles con menos crímenes como nuestro principal objetivo, quizá -pensábamos-, cuando aquellos hombres saliesen en libertado condicional y se incorporasen a la corriente principal de la sociedad, habría menos hostilidad entre ambas partes si se les hacía saber que alguien se había estado preocupando por ellos”. De esta manera, “en sus propias palabras”, como reza el subtítulo de Man In Black, Johnny Cash recordaba sus actuaciones en las prisiones y las motivaciones reales de situarse en un escenario frente a centenares de hombres privados de libertad.

Años 80: Los Chichos, El Vaquilla y la fuga de Martutene

Los conciertos en dependencias penitenciarias, cuyos costes siempre recaen en la asociación organizadora (que nunca es Instituciones Penitenciarias, que se limita a dar el visto bueno o no a la actividad) o, en el peor de los casos, en los propios músicos, son relativamente populares. La actuación de Los Chichos en el patio de reclusos de la cárcel de Ocaña (Toledo) en 1985 es probablemente ña más emblemática; y esto es así, en gran medida por la popularidad de un género que por aquella época era tan banda sonora en las cárceles españolas como el country de Cash en Folsom o San Quintín. El concierto, con motivo del estreno de la película del Vaquilla y la banda sonora del trío, contó de hecho con la presencia de Juan José Moreno Cuenca en un círculo conceptual perfecto.

Sólo tres años después, en la década carcelaria de oro de España, Los Chunguitos reeditaron el concierto de Los Chichos. En 1988, los Salazar actuaban durante una hora en las dependencias de la cárcel de Carabanchel; algo que incluso ha dado para formar parte de series como Cuéntame. Más tarde repetiría Rosendo Mercado; en el caso de Rosendo, su concierto, que fue grabado para publicarse en 1999 (Siempre Hay Una Historia… En Directo), se produjo ya con la famosa cárcel de origen franquista clausurada tras 55 años de actividad. 


Sin duda, los 80 fueron la mejor época para los conciertos en los centros penitenciarios del país. Algunos de ellos, como el del cantautor vasco Imanol en la prisión de Martutene el verano de 1985, tuvieron la guinda de la reinterpretación española de Evasión o Victoria; con la excusa del concierto, igual que Michael Caine y compañía con el verídico Partido de la Muerte, dos miembros de ETA pretendían escapar tras el recital. Iñaki Picabea y Joseba Sarrionaindía se fugaron presumiblemente escondidos en “alguno de los aparatos de megafonía” del concierto, según informaba la prensa hace 30 años.

La melodía de la reinserción

Johnny Cash, que interpretaba canciones de y sobre presos, recuerda a Merle Haggard en el capítulo dedicado a sus conciertos en prisiones. Haggard, leyenda viva del country, estaba en el primer concierto de San Quentin en 1958, y es el propio Cash, tomando las palabras de Haggard, el que cuenta cómo de positivo resultó el concierto para los internos (a pesar de la laringitis del hombre de negro). La presencia de la música, tanto en los centros penitenciarios como en reformatorios, empieza a revelarse como indiscutiblemente positiva para el objetivo de la reinserción.

El papel de la música en los centros de internamiento se materializa en casos como el de la Prisión de Mínima Seguridad de Perth, en el que un programa llevado a cabo por un rapero local, MC Optamus, ha conseguido reducir la reincidencia a más de la mitad de la media del estado; o, un paso más allá, el del 75% de éxito en la reinserción de guerrilleros de las FARC gracias al programa de Jose Miguel Sokoloff con la música como parte fundamental. Parafraseando dramáticamente mal a Miguel Hernández: sí, sí hay cárcel para el hombre, y a veces también la hay para la música. De hecho, no hace falta irse muy lejos para recordar el reality que TVE emitía desde una prisión con los internos como protagonistas de un coro, y en el que llegaron a intervenir Los Chichos en un remember que pudo terminar con el mundo; El Coro de la Prisión tuvo, además, su versión sudamericana en Perú y réplicas europeas en Noruega e Italia.

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