La tarta de zanahoria siempre tiene un antes y un después

El sexo frío y la zanahoria caliente

Las palabras “tarta” y “zanahoria” no nacieron para ser complementarias pero, la falta abastecimiento de azúcar tras la Segunda Guerra Mundial, hizo que los pasteleros ingleses las hermanasen

| 06/04/2018 | 4 min, 25 seg

Una piscina vacía, un grifo seco, un escalera mecánica parada, una fruta flácida, una cama mojada, un grito ahogado, una rampa que resbala, una toalla rígida, un hueso roto, un piano mudo, el sexo áspero, gélido y bronco de los que ya no se aman. Hay elementos que juntos funcionan por rechazo. Términos ajenos entre si que, al aproximarlos, miran cada uno para un lado buscando una salida que les libere de esa unión aleatoria y forzosa. Las palabras “tarta” y “zanahoria” no nacieron para ser complementarias pero, la falta abastecimiento de azúcar tras la Segunda Guerra Mundial, hizo que los pasteleros ingleses las hermanasen. Casi un siglo después la carrot cake no solo pervive, sino que tiene adeptos en todo el planeta que, al igual que los fans de las películas de David Lynch, disfrutan del desasosiego inicial en pos de un goce posterior, perturbador, placentero y solo apto para minorías. La zanahoria en caliente es dulce objeto de deseo anhelado por burros, conejos y hoy, por aquellos amantes de la repostería creativa. Hoy desayuno en Brunch Corner.

La tarta de zanahoria siempre tiene un antes y un después. En el antes están todos los que no la han probado y se resisten a favor de postres más apetecibles y evidentes como la tarta de chocolate, la de queso, el tiramisú o el milhojas (aquí me incluyo). En el después están los que la han probado e, independientemente de que les haya gustado o no, reconocen en casi absoluta mayoría que está más buena de lo que pensaban. Su textura a la vista terrosa no beneficia a esta receta, así como tampoco el hecho de que esté elaborada con una hortaliza que crece bajo tierra y se agrupa en manojos. A la mente humana, además, le cuesta imaginar el procedimiento por el cual esa verdura naranja y tiesa se convierte en protagonista de un bizcocho castaño de consistencia mullida. Además tiene fama de vegana. Y eso, cuando se trata de dar rienda suelta a nuestras apetencias veleidosas en forma de postre goloso, es garantía de gatillazo. Me centro a la de one, two, three. Natalia, dueña y artífice de Brunch Corner, de siempre vio las pelis en versión original fascinada por la lengua de Shakespeare. En cuanto pudo, se escapó un mes a California y una temporada a Inglaterra. En esa ápoca descubrió que el brunch era su comida favorita del día. Casi al mismo tiempo, llegó a la conclusión de que, cuando uno sale de viaje, le gusta experimentar con la comida y la cena. Elevando el desayuno a la categoría de VIF (Very Important Food), porque en función de él discurrirá mejor o peor nuestro día. Así que abrió un local en pleno centro pensando en los extranjeros que se hospedan en apartamentos turísticos. Este público de paso suspira por su brunch clásico. A saber. Huevos revueltos, patatas al horno, tomates, salchichas, pancake casero maridado con bacon y sirope de arce, zumo de naranja y un trozo de tarta. El fin de semana además hay algunos que acompañan la bacanal matinal por un coctel llamado mimosa que lleva champagne y zumo de naranja.

Pero mi misión es otra. Me he trasladado al local dispuesto a probar la que para algunos es la mejor tarta de zanahoria del mundo (si, este texto tiene alcance internacional contrastado por al menos tres viajeros expertos). Así que me siento, la pido y espero agitado mientras en mi cabeza resuena la adaptación gastro del tema de Prince “The most beautiful cake in the world”. Cuando llega el plato la música se detiene de manera abrupta. El pedazo de tarta que tengo ante mi es de aspecto casi espartano y viene a pelo, sin guinda, ni fondant, ni enrejado de guirlache. Natalia lee mi rostro y explica, «es una tarta muy sencilla, no la intentamos hacer preciosa para que salga bonita en Instagram. Nuestras tarta es como la que haría cualquier madre para un cumpleaños». La pruebo y entonces comprendo la paradoja que da respuesta al secreto mejor guardado de la historia de la repostería: la tarta de zanahoria no sabe a zanahoria. Sabe a tarta. Como si un helado supiera solo a helado concretando así su esencia. La tarta de zanahoria que preparan en Brunch Corner además es jugosa y tiene los contrastes pertinentes entre el dulce de la tarta, el sabor de la zanahoria, lo esponjoso del bizcocho, los tropezones de la verdura y la textura quebradiza y más dura de la capa de azúcar que, según un amigo erudito, debe poseer para alcanzar la excelencia. Me la termino, me quedo con ganas de más y con ese efecto burbujeante que permanece en el cuerpo tras la primera vez de algo que sabe a algo. 

Comenta este artículo en
next