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Gafes, contratiempos y soluciones atropelladas en el mundo de la ópera

Los cambios en la escenografía de Samson et Dalila tras la lesión de su protagonista son la punta del iceberg de los arreglos a contrarreloj habituales en la ópera 

20/01/2016 - 

VALENCIA. El tenor Gregory Kunde sufrió una fractura de tobillo durante los ensayos de Samson et Dalila en el Palau de les Arts en vísperas de Navidad. La producción de la ópera de Camile Saint-Saëns con dirección de escena de la Fura dels Baus quedó condicionada por la escasa movilidad del cantante estadounidense, que al menos durante un mes, necesita de muletas y bota ortopédica para desplazarse. Pero durante las fiestas blancas se resolvió el percance para garantizar la presencia del reciente ganador del Premio Teatro Campoamor al mejor intérprete de ópera. De manera diligente y, además, certera. 

Según detalla el director técnico del teatro de la ópera en Valencia, Manolo Zuriaga, la solución escénica para los movimientos vertical y de traslación se resolvió “con la construcción de una estructura de hierro ergonómica, que va por detrás de las piernas, sube por detrás de la espalda y sobrepasa la cabeza, con dos anillas de cuelgue. Gregory Kunde va sentado en un sillín de bicicleta ergonómico pero da la apariencia al espectador de estar de pie”.

En cuanto a la traslación del tenor a nivel del suelo, se fabricó una tarima con ruedas, dotada de la misma estructura ergonómica, pero que sólo llega hasta la cintura. El cantante está sentado en un sillín de bici que es practicable y mueve una persona que realiza el movimiento que debiera hacer Sansón.

“El concepto sigue siendo el mismo: es la parábola de la caída de un semidiós que se convierte en hombre, pero la implantación ha tenido que cambiar. Y ha quedado hasta mejor. De hecho, para la próxima reposición guardaremos cosas”, reconoce Zamira Pasceri, que asume la dirección de escena, escenografía e iluminación de esta ópera, en colaboración con Carlus Padrissa, de La Fura dels Baus, además de ser la coreógrafa del montaje.

En el aspecto conceptual, Pasceri destaca que con la incorporación de las plataformas móviles y el uso de cables y arnés se ha reforzado el misticismo del héroe bíblico. Si antes su fuerza se concentraba en su melena, tejida a partir de seis metros de rastas de pelo natural que conforman una coraza, con los cambios introducidos en la versión, el declive se plasma ahora en la cualidad aérea de su protagonista. 

La presencia de arneses y brazos mecánicos para facilitar el desarrollo de la acción enlaza, por ende, con la estética furera, lo que ha sido un plus para la compañía catalana, que brinda una opción más tecnológica con respecto a la idea original del montaje alquilado a la Ópera de Roma.

La codirectora de escena aplaude el compromiso del tenor de Illinois al mantener su presencia en la ópera a pesar de su lesión y subraya que la situación que han afrontado tiene mucha concordancia con la vida real: “Lo curioso es que a Sansón no le falla la fuerza, sino la fe, y a Kunde le ha fallado la fuerza, pero no ha perdido la fe”.

Unas furtivas lágrimas

La anécdota, paradigma de la necesidad hecha virtud, se integra en el sinfín de contratiempos que abundan en el mundo de la ópera y que comparte el asistente a la dirección de escena del Centro de las Artes valenciano, Allex Aguilera. Tras su larga experiencia, con un currículum en el que figuran trabajos para el Grand Théâtre de Ginebra, la Ópera de la Bastilla y el Théâtre du Châtelet de París, la Ópera de Montecarlo, el Theatro Municipal de Rio de Janeiro y la Maestranza de Sevilla, le ha convertido en testigo y salvador de entuertos. 

En la ópera es muy común que los cantantes principales enfermen el día del estreno, con lo que el tiempo de reacción es muy corto. Lo más corriente en las capitales europeas es que haya un sustituto que dé cobertura coral a la función, que se quedan con la partitura en un rincón de las tablas o en el foso, cantando el papel que el tenor o la soprano interpretan sin mover los labios. Los cambios se anuncian a los espectadores y el cantante titular no abre la boca durante la función, porque hacer un play back está feo”, expone.

Entre los casos más famosos destaca el acontecido en agosto de 2012 en el Festival de Salzburgo durante el estreno de La Bohème, de Puccini. Cuenta Aguilera que con 10 minutos de antelación, el tenor Piotr Beczala decidió que sus cuerdas vocales no resistirían toda la función en el rol de Rodolfo. Los asistentes tuvieron que esperar 40 minutos al reemplazo, pero vino nada de menos que del célebre tenor alemán Jonas Kaufmann, programado así mismo en el festival austríaco en el papel de Bacchus en Ariadna en Naxos, de Strauss. Beczala interpretaría el papel del poeta enamorado y Kaufmann cantaría desde un lado del escenario. Fue un clamor.

Ella era él

Una situación igualmente mediática se vivió en la inauguración de la octava temporada del Palau de les Arts. A mitad del segundo acto de La Traviata, de Verdi, el cantante italiano Ivan Magri tuvo un problema de cervicales y la representación se interrumpió durante media hora. Dio la casualidad de que en la platea estaba Nikolai Schukoff, protagonista de la reposición de La Walkiria, de Richard Wagner, dirigida por Zubin Mehta. El tenor austríaco conocía la partitura, de modo que puso la voz desde un atril a la izquierda del decorado, y un miembro del equipo de coreografía interpretó al personaje de Alfredo en el escenario.

“Si no se trata de una afonía, sino que el cantante ni siquiera puede actuar, el sustituto viene urgente y se le enseña rápido, pero cuando la parte escénica es compleja, es entonces el asistente de dirección el que actúa en el lugar del intérprete y el que se encarga de hacer los movimientos escénicos”, aclara Allex Aguilera.

Blanco y en botella, el asistente del Palau de les Arts ha tenido que pasar por el trance de sustituir al tenor de una representación. Y también a la soprano.

Cuando el brasileño era asistente en la Ópera de la Bastilla, en el montaje de El murciélago, de Johann Strauss, cuya puesta en escena corría a cargo de Coline Serreau, la soprano enfermó en el ensayo general con público y Aguilera hubo de salir de señora. 

“Es una opereta en la que hay mucho diálogo y, además, en alemán. Y la regiduría dependía de mis palabras, de que yo dijera frases como: ‘Ven hacía mí’, para subir pared o encender una luz. La gente se río mucho y fui el que más triunfó”, recuerda con regocijo.

En terapia

“Trabajamos con la voz humana y este tipo de situaciones suceden mucho, aunque la gente no lo sepa. Los cantantes de ópera son muy frágiles, el compromiso que adquieren es muy fuerte y sufren la presión de ser juzgados cada vez que salen al escenario, de modo que a menudo desempeñamos la función de psicólogos”, explica el asistente de dirección de Les Arts.

Entre sus “pacientes” se encuentra la mezzosoprano Daniela Barcellona, a la que ayudó a superar su miedo a las alturas, y Samuel Ramey, que en la representación en Ginebra de Borís Godunov, de Modest Músorgski, le hizo saber de su pánico escénico. “Cuando trabajaba de regidor tenía que dar la orden a los cantantes de que entraran y Sam me dijo: ‘Si no entro a tu orden, me empujas, y si me resisto, me das una patada en el culo’. El puntapié no fue necesario, pero, efectivamente, tuve que propinarle un fuerte empujón”. 

Aguilera atesora innumerables chascarrillos de situaciones que en su mayoría pasaron desapercibidas para el público, como cuando, a 20 minutos del final de Una cosa rara, de Martínez Soler, una cantante se quedó sin voz y la parte cantada se sustituyó por sus armonías. O una de las representaciones en 2008 de Iphigénie en Tauride, de Gluck, a cargo de Violeta Urmana y Plácido Domingo. “La soprano avisó de que estaba indispuesta y maquillamos y vestimos a la cover para prevenir. Al salir de escena, Urmana se desmayó y entró volando la sustituta”, revela el empleado de Les Arts. Nadie se dio cuenta de la expresión de sorpresa de Plácido Domingo al encontrarse frente a una rubia en lugar de la morena lituana.

Una serie de catastróficas desdichas

Plácido Domingo es, precisamente, el responsable de dirigir esta noche la penúltima función de Samson et Dalila, en coincidencia con su 75 aniversario. Sobre el escenario y en el foso habrá por tanto dos sansones, porque el tenor español interpretó este papel en 2002 en La Scala de Milán. Para Kunde es, por el contrario, su debut como “el hombre más fuerte que jamás haya vivido”.

El estadounidense no es neófito, en cambio, en su próximo papel, el de Otello, de Rossini, programado en versión concierto entre el 26 de enero y el 6 de febrero en el Liceu de Barcelona. El maestro del bel canto abordó ese mismo rol en 2007 en la cuna del compositor italiano, Pésaro. 

Curiosamente, Kunde rompió este pasado otoño con una supuesta maldición en torno al héroe enfermo de celos en La Maestranza. En este caso, en la ópera de cuatro actos inspirada en la tragedia de Shakespeare firmada por Verdi

El teatro sevillano vivió un gravísimo accidente en 1992 durante el ensayo general de la producción del Teatro de la Bastilla, que se saldó con un muerto y 36 heridos tras el desmoronamiento de un decorado. La reposición en 2002 se tuvo que realizar a piano por la huelga de los trabajadores de la Orquesta Sinfónica. Pero con Kunde, todo ha sido miel sobre hojuelas.

Otello se ha librado de su estigma en Sevilla, pero no así, ni en la capital andaluza ni en el resto del mundo, otra obra de Verdi titulada La fuerza del destino. La ópera basada en la obra teatral Don Álvaro o la fuerza del sino del escritor español Ángel de Saavedra, está tildada de gafe, porque siempre ha estado ligado a fatalidades. Sin ir más lejos, el 4 de mayo de 1960, el barítono norteamericano Leonard Warren falleció mientras cantaba É salvo! O gioia! en el Metropolitan Opera House de Nueva York. El aria arranca con la letra "Morir, tremenda cosa".

Pero para encadenado de desgracias, las protagonizadas por La Traviata en una misma noche de 1966, en una representación a la que acudió el Papa Juan Pablo II. Como recoge Brad Schreiber en su libro Stop the Show! A History of Insane Incidents and Absurd Accidents in the Theater, todo empezó cuando la soprano francesa Andréa Guiot llamó para decir que tenía la gripe. Al rato telefoneó el barítono Julien Giovanetti para comunicar que se sentía mal. Extremo que se confirmó cuando media hora después, su esposa llamó al teatro para informar de que su marido había muerto de un ataque al corazón. 

Al enterarse de su fallecimiento, la contralto Hélia T’Hézan tuvo un colapso. Su suplente, Denise Montell se quedó atrapada en un atasco de tráfico. Y ya, sobrepasado por los acontecimientos, el director del teatro decidió cancelar la función por achacarle mal fario a la ópera de Verdi. El tenor Alexandre Mazota, indignado, decidió seguir adelante y acabó siendo sacado en camilla del teatro tras romperse la pierna al caer por una trampilla.

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