comer, beber, bailar

La gastronomía se cuela en los festivales de música

Comer y beber bien se ha vuelto un reclamo más a la hora de comprar el abono para unos cuantos festivales de música en España. En Valencia, tres eventos musicales abanderan esta tendencia en los que la calidad del vino o las tapas se codean con la de los artistas.

| 21/09/2023 | 8 min, 2 seg

¿Qué cenaste la última vez que estuviste en un festival de música? Puede que un trozo de pizza con textura a zapatilla, o un hot dog con menos gracia que Mariano Rajoy o quizás una hamburguesa que en otras condiciones –y con menos litros de cerveza en el cuerpo– jamás habrías ingerido. Lo que seguro que te has comido ha sido una buena cola en alguno de los foodtrucks que custodian la comida en los festivales durante esas horas punta en las que salen a escena las bandas menos conocidas. 

Pero desde hace un tiempo, las cosas parecen estar cambiando en el universo festivalero y ya hay unas cuentas citas en toda España en las que los cocineros y cocineras o las experiencias gastronómicas comparten cartel con Viva Suecia, Love of Lesbian o Iván Ferreiro.  El pionero en juntar la música con la buena cocina fue el PortAmérica, un festival que desde 2012 se celebra cada mes de julio en Caldas de Reis (Pontevendra) y en el que los chefs invitados tienen el mismo nivel de popularidad que los grupos. La cita nació precisamente con ese objetivo, unir a músicos y cantantes con cocineros y cocineras de ambos lados del Atlántico en una gran cocina al aire libre. Por el ShowRocking, como se denomina el espacio, pasaron este verano Ángel León, Javi Estévez, Javier Olleros o Maca de Castro. Cada uno elabora un plato, un pintxo o una tapa que cualquiera de los asistentes puede probar. El gallego Pepe Solla es parte de la organización, y más de una vez se ha subido al escenario a acompañar con su guitarra a los grupos.  Hasta allí han viajado chefs valencianos, como Begoña Rodrigo, que es asidua, Chabe Soler o Vicky Sevilla.

Love to food

Algo parecido ocurrirá en el Love to Rock, el festival de música que se celebrará los próximos 13 y 14 de octubre en La Marina de Valencia. En esta cuarta edición, Viva Suecia y Lori Meyers encabezan un cartel que también acoge a Cariño, Quique Gonzalez o Jimena Amarillo. Al escenario principal y al escenario de La pérgola, este año se suma lo que desde la organización esperan que sea un tercer escenario, donde la nota la darán los cocineros Germán Carrizo, Ismael Cano, Pablo Margós, Maria José Martínez, Vicente Patiño y Alejandro Platero.  Este último, con Carrizo , Cano y Patiño repiten por segundo año.  "La gastronomía es un propuesta que "marida" perfectamente con la música y durante el Festival hay tiempo para cantar y  bailar pero también para comer y, en ese sentido, es importante que esta experiencia sea lo más completa posible y de calidad. Esto también nos lo pide nuestro público" explica Sergi Almiñana, co-director del festival. Huir del concepto fast food y ofrecer platos elaborados con buena materia prima y técnicas de alta cocina a precios asequibles es lo que propone el festival, el primero de estas caracterisitocas que apuesta por unir la música con la gastronomía.  

"Proponemos un formato que rompe las reglas propias de la alta cocina pero que permite una experiencia única de interacción con el público. En esta idea, nuestro objetivo este año es evolucionar para  desarrollar una zona gastronómica que tenga un espacio propio  dentro la oferta de Love to Rock  y que bajo el nombre de Love to Food se convierta en nuestro tercer escenario, donde el público pueda conocer a los chefs y querer probar cada una de las propuestas que nos ofrezcan", añade Almiñana. La idea es que mientras coges fuerzas para el próximo concierto,  un disc jockey amenice ese tercer espacio para que comida y música vayan de la mano en todo momento.

Nomade, vino y pop

El festival Nómade Alcusses-Alforins, que forma parte de la marca Festivales para un Territorio, despidió su segunda edición el pasado fin de semana. Tres días de música, patrimonio y gastronomía, y una particularidad: el festival no se celebra solo en una ubicación  sino en varias. Fontanars dels Alforins, Moixent, Ontinyent y La Font de La Figuera acogieron conciertos pero también catas de vino, aceite y cervezas, entre otras actividades. Una de ellas, conocer el proceso de vendimia de mano de Bodegas Arraez. 

Nomade es un festival pequeño, que tiene como objetivo no solo disfrutar de los artistas, sino sobre todo impulsar la promoción turística en una zona que a pesar de ser conocida como la Toscana valenciana, muchos valencianos apenas conocemos. Detrás del evento está la gente de Festivales para un Territorio, un equipo que personas que se dedicaba a organizar conciertos y grandes festivales y que un día decidió hacer algo diferente."Todo empieza desde una utopía. Creer que puedes hacer un festival diferente. Creer que puedes hacer una contribución no solo al público sino al lugar que te acoge. Cuando organizamos el primer festival nos dimos cuenta que el futuro pasaba por integrar, no solo que artistas llevábamos, sino qué valor aportaba el territorio al público", afirma Carlos Montilla, director del Nómade Alcusses-Alforins. Esa utopía se materializó hace siete año en el festival 17 Grados Ribeira Sacra, aquella edición que Montilla califica de "experimental" fue un éxito mucho más de los que esperaban"Sobre todo a nivel de magia. Pasaron cosas y la gente vio que había algo diferente", añade. De eso hace siete años. 


Las cosas desde entonces fueron rápido. Vieron que el modelo funcionaba y desde la Rioja Alavesa les invitaron a replicar ese festival allí bajo el nombre de Esférica. De nuevo, vino, música y territorio en una zona de enorme riqueza patrimonial y otro éxito más. 

Hace dos años nació en esta zona del interior de Valencia el festival Nomade que ya en su primera edición hizo algo de ruido y que en esta se ha consolidado con todos los abonos agotados y un público entregado que no le importa desplazarse entre los diferentes pueblos porque comprende que precisamente ahí está la esencia, en descubrir, conocer y participar de un territorio y sus particularidades. A estas tres propuestas de sumó el año pasado otro territorio valenciano: Tierra Bobal Fest celebró su primera edición en la zona de Requena-Utiel con Julieta Venegas y Aterciopelados como cabeza de cartel, y las conocidas como catas acústicas, que son ya marca de la casa, además de visita a las Hoces del Cabriel y rafting por el río.

"Yo creo que el peso gastronómico en el festival no puede ser provocado. No es "vamos a meter gastronomía".  En estos casos el peso gastronómico nos viene dado, al estar hablando de contextos rurales con mucha historia... normalmente la historia y la gastronomía vienen en paralelo", explica el director del Nomade recordando la comida que ese mismo día hicieron para el equipo en Pitxó donde los gazpachos y el arroz al horno explicaban por sí solos la identidad de la zona. 

¿Se han dado cuenta los festivales que su público se hace mayor y por eso ofrecen algo más aparte de música? "Yo creo que el público que se siente atraído por este tipo de festivales es un público, como es mi caso, que ha pasado por el otro proceso, es decir, ya ha ido a grandes festivales, ha estado con 40.000 personas, lo ha disfrutado, ha desfasado, ha hecho colas... y ahora que vitalmente te da cada vez más pereza ese tipo de formatos, creo que es cuando aterrizas aquí y lo disfrutas. No creo que nosotros vayamos a un público determinado sino que ese publico viene a nosotros porque está buscando una continuidad a su relación con la musica, a viajar, a seguir teniendo una conexión con la cultura, muchas veces en familia", aclara Carlos Montilla.  Y así es. Durante el concierto de Josh Rouse en Moixent o en el de Delafé y las flores azules o Depedro,  muchas familias con niños pequeños y algún adolescente disfrutaron juntos del evento.


La música tiene ese poder, el de hacerte llegar a sitios por los que no habías andado. Y muchas veces, embriagarte de una forma insospechada. 

Lo describe Milan Kundera en esa gran obra que es 'La insoportable levedad del ser' que releo estos días, en un capítulo que titula Pequeño diccionario de palabras incomprendidas. «MÚSICA: Para Franz, el arte que más se aproxima a la belleza dionisiaca entendida como embriaguez. Uno no puede embriagarse fácilmente con una novela o un cuadro, pero puede embriagarse con la novena de Beethoven, con la sonata de Bartok o con las canciones de los Beatles.»

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