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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR 

Nunca conocí a Andy Warhol

31/07/2016 - 

VALENCIA. El próximo 6 de agosto, Andy Warhol habría cumplido 88 años. Desapareció del planeta antes de que pudiera ser consciente de hasta qué punto su obra iba a integrarse en la cultura y las sociedades occidentales. Yo lo descubrí con un libro, Andy Warhol Superstar, de Stephen Koch, que descubrí en el Carmen cuando tenía 14 o 15 años. De todos los artistas a los que admiro, es el que más lamento no haber conocido.

 

Cuéntame cuando vino Warhol a Madrid

Nunca conocí a Andy Warhol y mira que me habría gustado. La única –y lejanísima- oportunidad de hacerlo fue cuando estuvo en España en enero de 1983, presentando la exposición Pistolas, cuchillos, Cruces. Ese día se armó la marimorena en la Galería Vijande porque Warhol llegó a Madrid en el momento más oportuno, cuando la ciudad estaba redescubriéndose a sí misma en medio de una ola de algo parecido a la modernidad. Acabábamos de estrenar gobierno socialista, la nueva ola madrileña ya había derivado en eso que acabó etiquetándose como movida y España entera suspiraba por ser atrevida después de tanta caspa. Un poco lo que nos dicen en Cuéntame cómo pasó pero mucho menos idealizado. Visto desde la actualidad, y con tanta información disponible, parece que España entera esperaba la llegada de Warhol como si volviera el Papa Wojtyla (que había venido unos meses antes), y no era eso. Ni eso ni tampoco que todo el mundo quisiera teñirse el pelo de colores y salir a la calle con una muñequera punk. Además, aquí siempre confundimos las ganas de cachondeo con pasión por hacer cultura.

La expo que no vi

Nunca conocí a Andy Warhol porque cuando vino a inaugurar en la Vijande me pilló sin dinero para poder irme a Madrid. Ignoro qué me llevó a ser tan drástico, no sé si la cercanía de la mili –en julio me tocaba irme a Pontevedra, buenos días, tristeza- me empujó a un estado de apatía; el caso es que no fui. Me quedé en Valencia aquellos días señalados y durante el resto de mi existencia he estado arrepintiéndome de ello. No estuve aquella multitudinaria mañana en la galería de Núñez de Balboa, donde el quién es quién de la modernidad capitalina se arremolinó alrededor de la peluca del artista que, según cuentan las crónicas, asistía divertido e incluso algo incrédulo a todo aquel revuelo. Diego Manrique lo definió muy bien en la crónica que hizo para Rock Espezial (publicada en la sección de crónicas de conciertos, porque aquello, más que una presentación fue una performance, aunque el protagonista apenas hiciera nada), donde más o menos decía que “el todo Madrid” se había convertido en un hatajo de groupies alrededor del artista.

Coleccionando fetiches

Nunca conocí a Andy Warhol pero me consolé reuniendo souvenirs de su visita. Esteban me trajo el catálogo de la exposición y la entrada que él y Mar consiguieron para verla. El País Semanal publicó una portada y un reportaje sobre la visita del artista y su periplo madrileño, trufado por fiestas en las que hubo bofetadas para conseguir invitación, así como anécdotas de todo tipo. Poco después, en un viaje a la capital, estando en Rockola conseguí que Manrique me presentara a Cecilia Roth, que a su vez me presentó a su entonces pareja, el fotógrafo Gorka Dúo. Había realizado un amplio seguimiento del pintor en su periplo madrileño y accedió a darme algunas pruebas en papel de las fotos que había hecho para publicarlas en Estricnina, el fanzine que tenía entonces.

 

Andy Warhol Superstar

Nunca conocí a Andy Warhol y mira que me da rabia. Desde que di con él mirando el escaparate de una librería –donde me compré Andy Warhol Superstar- en la calle Roteros de Valencia puedo decir que ha sido una de las influencias artísticas más poderosas de mi vida. Hoy tenemos la sensación ilusoria de que su obra y su intención están completamente asimilados, y no es verdad; se usa la parte facilona de su estilo –y supongo que a él, en su infinito cinismo le haría mucha gracia saberlo- pero se elude cualquier intento de emular su profundidad. Hay pintores que cogen cualquier icono popular, le ponen colorines y se autodenominan el Warhol de su correspondiente pueblo. Hay celebridades de facturado reciente que invocan el nombre de Warhol en vano porque piensan que todo se reduce a celebrar la fama porque sí y, si eres rico, meter en tu casa unos cuantos personajes raros. Como si todo fuese así de simple. Como si lo simple simplemente fuera eso. Como si Warhol solo fuese banalidad y colorines, dinero y exposición pública. Como si detrás de todo eso nunca hubiera estado el artista que dijo  aquello tan estremecedor de “el tiempo es… el tiempo era…”

Contado por otras voces

Nunca conocí a Andy Warhol pero tuve ocasión de preguntarle a Lou Reed sobre él. También tuve ocasión de hacerlo, en ocasiones distintas, con John Cale, Sterling Morrison, Moe Tucker y Billy Name, el último miembro de esa escena que ha cerrado la puerta y decirle hola a la eternidad. Tampoco es que esas conversaciones me sean de gran consuelo, pero mejor eso que nada. Lo más cerca que estuve del autor de Chelsea Girls fue en París, en una exposición que se hizo sobre su aportación a la música, la publicidad y el arte pop. Su espíritu estaba por todas partes en el recinto de la Fundación Cartier, y tampoco es que eso sirva de mucho consuelo, porque me hubiese gustado ver al maestro de cerca, ya no digo entrevistarlo porque eso sí que hubiese sido imposible, solo verlo de cerca. Al menos puedo contar que Ultra Violet, una de sus actrices femeninas menos representativas, me birló con malas artes mi catálogo de la expo de París y me tocó buscarme la vida para conseguir un reemplazo.

 

Berlanga vs. Andy

Nunca conocí a Andy Warhol pero el día que conocí a Carlos Berlanga me dijo la frase que resumía mi admiración e interés por su obra. “Para mí, Warhol es lo mismo que Dios para un cristiano”. Así lo dijo, un día de verano de 1982 en una terraza del Paseo de Recoletos de Madrid y no podía estar mejor expresado. Warhol era eso, el libro de las revelaciones para vivir el final del siglo XX e intentar que los inicios del XXI no te pillaran en un renuncio. Un modelo estético, un filósofo estoico, el creador de una leyenda incombustible, un prestidigitador de imágenes, el artista que supo entender que, con la llegada del cine, la televisión y la radio, el arte ya no podía ser visto como hasta entonces.

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