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'EL CABECICUBO'

Paul Newman, piloto profesional carreras: un debut a los 48 años

El año pasado se estrenó un documental sobre la trayectoria de Paul Newman en las carreras de coches. Una pasión tardía, pero que le llevó a quedar segundo en Le Mans

19/03/2016 - 

VALENCIA. Ahora que dicen en los mentideros que el cantante de AC/DC, Brian Johnson, está a punto de quedarse sordo por su pasión por las carreras de coches es buen momento para recordar a otro gran personaje que lo era todo en su campo, en este caso el cine, y perdió el interés por su profesión para dedicarse obsesivamente a lo mismo que el australiano: las carreras de coches. Hablamos de Paul Newman, del que el año pasado se estrenó un documental 'Winning', sobre los más de treinta años que se dedicó apasionadamente al mundo del motor. 

El problema del documental lo notamos desde el principio, es una biografía que se centra en lo bellísima persona que era Paul Newman y no solo por su rostro, que le dio la fama. Si no, un buen amigo, gran profesional, tío trabajador como pocos, discreto y cordial. Además de filántropo y solidario. Lo gracioso es que posiblemente Newman lo fuese, todo esto y más, por lo que su personaje en este trabajo, paradojas de la vida, aunque no pierde interés sí que le falta gancho. 

Por lo visto, el flechazo con el asfalto lo recibió cuando el piloto Mario Andretti le dio una vuelta con su bólido en 1967. Se quedó impresionado. Por este motivo, aceptó rechazando ofertas más suculentas un papel en la película homónima, Winning, en 1969, sobre un piloto que se dedica con tal fervor a las carreras que pierde a su mujer. No fue la historia de su vida a partir de ese momento, pero casi. 

Ese rodaje se planteó con cámaras sobre los bólidos, de modo que los actores tenían que pilotar realmente. Por eso tuvo que tomar clases de conducción en la escuela de Bob Bodurant y desde ese instante los coches fueron su pasión permanente. La gota que colmó el vaso fue cuando Robert Reford, al que conoció en su siguiente película 'Butch Cassidy and the Sundance Kid'   (Dos hombres y un destino) le dejó su Porsche. Eso le hizo dar el paso y comenzar a entrenarse por su cuenta. 

Lo meritorio es que tenía 48 años, la edad a la que muchos pilotos se retiran. La mayoría de ellos, de hecho. Se compró un coche pequeño, un Datsun 51, y empezó a competir en niveles modestos. Aquí el documental indaga mínimamente en el perfil psicológico del personaje. Siempre quiso ser deportista, según cuentan, pero no tenía aptitudes. Medía 1.75 y pesaba 70 kilos. Trató de boxear y jugar al fútbol americano, pero sin éxito. Con los coches, aunque tuviera ese físico y casi 50 años, se apañaba mejor. Porque, explican, el ego del competidor lo llevaba de serie. 

Una de sus primeras obras de caridad en los circuitos fue mediar para que Willy T. Ribbs pudiera competir con un equipo en calidad de profesional. Ribbs era un piloto negro, algo fuera de lo común entonces; pobre, algo no tan fuera de lo común, que corría llevándose solo un porcentaje de los premios que ganaba. Por falta de fondos, muchas veces no podía ni subirse al coche. Paul le metió en un equipo, en su primer año ganó 5 de 11 carreras y en el segundo casi todas. De ahí fue Indy Car, que era su sueño. Él dice en el documental que todo se lo debía a Paul. Y lo que no nos cuentan, que habría tenido salsilla, es que Ribbs ha sido criticado por ser un piloto marrullero, haberse peleado con quienes le tocaban durante la carrera e incluso han dicho de él otros afroamericanos del mundo del motor que no era un buen representante de la comunidad negra por su carácter. Pero al fin y al cabo, nada de esto sería culpa de Newman. 

Aprender a pilotar a los 50 años

El actor estuvo años tratando de aprender a conducir. Despacio pero sin pausa, se lo tomó como su carrera en el cine. Al principio tampoco tenía ni idea de actuar, cuentan, pero suplió sus carencias trabajando y estudiando como un obseso. Logró ser uno de los actores más cotizados del mundo, si no el que más, y con los coches se lo planteó igual. 

Otra parte interesante, por llamativa, es cuando se llega al fallecimiento de su hijo, Scott Newman por sobredosis. Nada se menciona de qué le pasó por la cabeza al actor, pero el documental revela, por el testimonio de sus compañeros de equipo, que dijo que ya no tenía vuelta atrás, y que quería, en ese momento más que nunca, sumergirse en las carreras para soportar el dolor de la pérdida. 

Subcampeón en Le Mans

Por un motivo o por otro, lo cierto es que al final logró ser campeón en 1970. La prensa le rodeaba durante todas las carreras, como es lógico, pero él solo les respondía sobre asuntos relacionados con la competición y el coche. Tanto es así, que en un corte vemos que le preguntan qué planes tenía para el año siguiente y contesta: "Haré películas pornográficas en México". 

Nada de esta afición debe tomarse a chufla porque Paul logró quedar segundo en Le Mans, donde arrolló a  tres paparazzis saliendo de boxes. Una carrera en la que los coches alcanzan en la recta velocidades cercanas a los 400 km/h. Para ese momento, las productoras ya la he habían dado por imposible. Pensaron que le daría por los coches una temporada y lo dejaría, pero no fue así. El motor ya era su pasión y hacía cine para poder costearse las carreras. Hasta su mujer se preocupó porque iba a tirar su carrera de actor por la borda. 

A Tom Cruise, al que conoció en 'El color del dinero', 1986, le contagió el gusanillo y el capitoste de Cienciología estuvo también compitiendo. Lo que sí que le pasó a este es que su mujer, entonces Mimi Rogers, no se lo tomó tan bien. Son muy elocuentes los planos robados en las que se la ve de morros con el actor en las carreras. Después Newman a quien contrató fue a Nigel Mansell, campeón de Fórmula 1. Mucho mejor.

Al igual que a su hijo, mientras estaba inmerso en esta pasión, Newman también perdió a gente cercana. Como su compañero, el ex piloto de Fómula 1, Rolf Stommelen, que se estrelló contra un muro de hormigón.  O Jim Fitzgerald, que falleció al romperse el cuello en una carrera en San Petersburgo. Newman iba a seguir compitiendo en su honor, pero no pudo acabar la carrera. 

Hasta los 83 años el actor estuvo subiéndose a bólidos. Aguantando la conducción a temperaturas de 50 o 60 grados. En España lo vimos por las noticias hasta poco antes de su muerte. En 2005, por ejemplo, se incendió su coche en Daytona y lo cubrieron las agencias. 

Cuando era consciente de que le quedaban pocos días de vida, el documental cuenta que Paul no se fue a los grandes estudios, sino que dio una vuelta en el asiento trasero de una furgoneta, estaba muy débil para conducir, en el circuito en el que sintió por primera vez esta nueva vocación. Se despidió de sus amigos del motor y no quiso ya que nadie le visitara en el hospital. Quiso irse discretamente, como parece ser que era. Humilde y reservado. Luego el documental narra todas sus obras de caridad, que por cierto han dado problemas con su herencia, y siguen los elogios. Nosotros al menos hemos echado el rato como si se tratara de una más de sus películas, aunque sea de las que no tenían aristas. De rascar la pintura pero no la chapa. 

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