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València a tota virolla

¡Qué difícil es València para mi negocio! Desarticulando (o no) un mito

El hábito de inculpar a la ciutat de cierres y caídas de restaurantes, tiendas o nuevos negocios creativos. ¿Realidad o leyenda urbana? 

3/02/2018 - 

VALÈNCIA. Zaragoza como el Ohio comercial de España, el justo baremo con el que medir las probabilidades de implantación de un producto, de un comercio, de una nueva fórmula. València como el listón más alto, azote para medir la resistencia. Si aguanta en València, aguanta en cualquier sitio. ¿Es eso? 

La afición vital por flagelarnos, venga el látigo, convierte a la ciutat en el destino favorito para achacarle colapsos ajenos. Si el negocio ha cerrado… algo habrá hecho València. Mientras las razones son multicausales en la mayoría de ciudades, el impulso cuando baja la persiana es el de inculpar a València de no estar preparada, de ir a remolque, de ser poco comprensiva…

El hábito de que la ciutat sea la culpable de cierres y caídas de restaurantes, tiendas o nuevos negocios creativos. ¿Realidad o mito?, ¿es València un lugar tan inflexible, existe una resistencia? 

“Hablando con algunos de estos colegas que se han visto abocados a cerrar sus negocios, lo que más les sorprendía de esta ciudad era que el cliente les tildaba de caros cuando estaban usando producto de primera y en cualquier otro lugar defendían los mismos precios o superiores. De hecho la razón de su marcha en muchas ocasiones era negarse a bajar el listón de calidad”, me apunta la cocinera Begoña Rodrigo (La Salita, Nómada).

El fotógrafo Javier Ferrer, al frente de la tienda Simple y junto a la estilosta Analía Lanfranco de Dulce de Leche considera que “se oye mucho que Zaragoza y València son ciudades difíciles, pero a veces se crean mitos. ¿La sociedad Valenciana evoluciona, no? Siempre nos creemos mediocres y no puede ser que siempre veamos lo malo. Nuestros dos negocios han sido muy bien aceptados. De momento”.

Problemas derivados de dinámicas globales se convierten en trampantojo de causas muy locales. Un sobredimensionamiento del microcosmos València. Esta urbe quizá se parece mucho más de lo que creemos a muchas otras.

Óscar Lázaro, de La Más Bonita, introduce nuevas variables: “València es cierto que es una plaza complicada para emprender un negocio con nuevos usos, pero al mismo tiempo es una ciudad que ofrece muchas posibilidades por ese mismo motivo: ¡falta de todo! Estamos viviendo un cambio hacia una ciudad más cosmopolita, la ciudad está evolucionando, nuevas generaciones están tomando el mando de la proyección de la ciudad y tenemos la sensación que va a haber un transformación. Nos va a costar porque no estamos acostumbrados, pero lo lograremos. En un futuro muy cercano creo que no será extraño ver conceptos nuevos que invaden la ciudad… y funcionarán”.

Justo hace apenas unos días la tienda de segunda mano Kauf Vintage, con su icónica caravana, bajaba la persiana. Mantendrán su venta online. Lo que tocaría ahora sería lamentar lo poco preparada que está València para las tiendas de segunda mano. Qué cruel, qué distante. Una de sus fundadoras, Mire, opina mientras termina la liquidación: “no estamos de acuerdo en que València en concreto sea más difícil. Quizás según para qué negocio. Si el producto es caro pienso que sí, quizá porque no busquen la calidad. En nuestro caso al tratarse de ropa de segunda mano era bastante accesible. Es cierto que los valencianos gastan poco comparado con los extranjeros, por ejemplo, que están dispuestos a gastar en prendas más caras o le dan otro valor”.

Trasladándolo al territorio gastronómico Begoña Rodrigo sigue: Nos llenamos la boca hablando de producto, pero creo que aún se sigue apostando por cantidad en detrimento de la calidad. València va evolucionando lentamente, pero ofrece resistencia porque no se cree que puede apostar por algo mejor”.

Esther Martín y Álvaro Zarzuela, fundadores de la tienda Gnomo, vislumbran nuevos horizontes: “Más de una vez hemos hablado de un aspecto de la economía de la ciudad que a veces se pierde de vista. Y es el surgimiento, cada vez más amplio en todos los aspectos, de un nuevo comercio de toda la vida. Tiendas que apuestan por darle un aire nuevo a lo que ya existe desde siempre. Por cambiar el enfoque pero no la esencia. Son negocios familiares, microempresas sacadas adelante por seres humanos. A veces una pareja, a veces un par de familiares, a veces simplemente amigos. Este nuevo tejido comercial de cercanía, de nuevos modos y usos, está surgiendo y consolidándose cada vez más en los barrios de València. Comercios de calidad, innovadores, con un gran potencial ya desarrollado y otro grande por desarrollar. Y si esto es posible es porque, sí, la gente de València está abierta al cambio y a las nuevas propuestas. Cada vez que alguien atraviesa la puerta de alguna de estas tiendas, está apoyando los negocios independientes y este nuevo comercio”.

La València que cierra es la misma que la València que abre. ¿Fustigarse por los cierres mientras se suceden las aperturas? Uy, otro impulso subjetivo. Me temo que se trata más de escalas urbanas que de peculiaridades locales. Una mentalidad muy aspiracional en el cuerpo de una ciudad de tamaño medio.  


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