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televisión en serie

Ray Donovan, el último antihéroe

En la cuarta temporada, Ray Donovan vive su mayor crisis existencial, mientras se replantea sus creencias y trata de redimirse como padre y marido

| 09/12/2016 | 5 min, 35 seg

VALENCIA. Ray Donovan y Tony Soprano parecen fabricados por el mismo patrón. Ambos son padres de familia, leales aunque no fieles, con una esposa insatisfecha y dos hijos adolescentes. De la antigua escuela, de aquélla que creíamos enterrada. Su manera de contribuir como padres en la educación de sus hijos se reduce a llevar a casa el salario, saludar por la mañana y poco más. Fueron educados para cumplir el rol del ‘hombre de la casa’. En la mayoría de las escenas íntimas se muestran parcos en palabras, y más parcos todavía en abrazos. Viven demasiado preocupados por sus vidas profesionales, desarrolladas en un entorno violento. Sus raíces católicas, en uno de origen irlandés, y en el otro de origen italiano, justifican, en el contexto de cada serie, el modelo familiar anquilosado.

Con ese panorama lo lógico sería que el personaje lo aborreciéramos. Los típicos mafiosos, violentos y machistas. No se precipiten, porque a medida que conozcamos sus biografías, conseguirán causarnos cierta empatía. Al menos empezaremos a comprender su carácter tosco. Entenderemos qué tienen de especial estos antihéroes de la Norteamérica postindustrial.

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Tony Soprano y Ray Donovan viven los dos en un barrio acomodado, y aunque a nivel material a sus familias no les falte de nada, emocionalmente adolecen de algunos traumas, consecuencia de los abusos sufridos en su infancia. En el caso de Tony Soprano las heridas abiertas con un padre maltratador le llevaron hasta la consulta del psiquiatra, tras diversas crisis de ansiedad.

En el caso de Ray Donovan, sufrió los abusos de un párroco pederasta en su infancia junto a sus hermanos. Su carácter violento, aprendido entonces como medida de defensa, no le gusta, le hace sentir mal. Sin embargo no puede evitarlo. En esta cuarta temporada busca en el catolicismo una salida. Se resiste a creer, pero no conoce otra forma mejor de redimirse. Su papel como padre y marido vive también su peor momento.

-Paige: «Los hombres que conozco sólo quieren dinero y poder, pero a ti eso te importa una puta mierda. No te preocupas ni por coches ni por casas». 

-Ray: «¿Cómo lo sabes?».

-Paige: «Porque eres un adicto a la lucha».

Los dos protagonistas, en segundo lugar, son una figura fundamental para el resto de sus familiares, los protectores de la tribu hasta las últimas consecuencias. La familia: su guarida, y a la vez un campo minado de conflictos. El Tony Soprano de Sunset Boulevard lleva el peso de todos. Su padre, Mick, interpretado por el genial John Voigh, es un tipo peligroso, capaz de vender a su propia madre con tal de salir airoso. Ray lo aborrece por su egoísmo, y procura tenerlo lejos de su vida, pero inevitablemente el contacto existe, porque cada dos por tres le salpican sus errores.

Sus dos hermanos, Terry y Bunch, son su mayor debilidad. La vida les ha tratado con enorme dureza. Uno es exboxeador, y el otro un chico apocado y alcohólico, tremendamente traumatizado por los abusos sufridos durante su infancia. Desde entonces, Ray siempre ha estado ahí para enmendar cualquier problema, y tomarse la justicia por su mano si hace falta. 

Donovan trabaja como solucionador de problemas para la gente rica de Hollywood. Sus clientes son grandes estudios de cine, empresarios del fútbol y del show business. Personalidades tan ambiciosas que suelen conseguir lo que quieren a cualquier precio. Y si eso incluye la extorsión, el chantaje o incluso el asesinato, bienvenido sea. Ray Donovan soluciona las cosas, evitando, si se puede, la sangre, pero si no queda más remedio, adelante. Es un matón con cerebro, de manera que no sólo es un criminal cuando se lo ordenan, sino cuando él lo decide. Si puede, actúa de forma sibilina para solucionar las cosas. Pero es un matón al fin y al cabo. 

-Paige: «Todo lo que tocas se convierte en mierda». 

-Ray: «No digas eso».

-Paige: «Acabas de matar a otro de tus hijos, Mick». 

El físico de los dos personajes es la primera de las grandes diferencias. En el caso de Donovan sorprende en exceso. Es demasiado perfecto, como una escultura de la Antigua Grecia, o como el protagonista de un anuncio de colonia, mientras que sus hermanos, Terry y Bunch, son poco agraciados, con alguna tara física incluso. Su belleza incontestable le aleja de Tony Soprano y le acerca demasiado al estereotipo de superhéroe. Si la vida fue tan difícil, deberían notarse las cicatrices externas, como así les ha ocurrido a Terry, Bunch y al propio Tony Soprano. 

El actor que interpreta a Ray, Liev Schreiber, es un actor de método, ganador de un Premio Tony de teatro, y nominado a tres Globos de Oro y dos premios Emmy por su papel en la serie. Sus dotes interpretativas son incontestables. Sin embargo, el peso de su físico hace que parezca que está recién salido del gimnasio, tras horas de flexiones, pesas y rayos UVA. Entre tanto gimnasio y puñetazo es difícil creer que haya todavía alguna neurona. Pero es ficción, estúpido. Ahí está el milagro.

-Mickey: «No quieren que me vaya, Ray. ¿Sabes por qué? Porque les hago sentir bien. Tú no haces sentir bien a la gente. Les haces sentir pequeños y mierdosos». 

Tony Soprano fue el primero de esta última oleada de series protagonizadas por estos antihéroes catódicos. Desde la llegada de Los Soprano se multiplicaron los perfiles de protagonistas mitad criminales, mitad héroes: Nucky Thompson, Walter White, Dexter, Frank Underwood, Jack Bauer, Don Draper...  

Diez años después, los argumentos de las series se han ido diversificando. Actualmente priman otro tipo de historias, porque la fórmula inevitablemente empieza a desgastarse. Ahora es el turno de las series basadas en cómics, ciencia ficción, misterio, terror, o aventuras. Ray Donovan se estrenó en junio del 2013 batiendo todos los récords de audiencia de la historia de Showtime. Con esta cuarta temporada cierra una etapa seriéfila como el último antihéroe.

(Este artículo se publicó originalmente en el número de julio de la revista Plaza)

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