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Historias de anticuario

Reivindicando ocho siglos de arte valenciano

No sólo hagamos memoria de lo nefasto que ha sucedido para que no vuelva a repetirse, hagámosla también de aquello que nos ha enriquecido

11/10/2015 - 

VALENCIA. Admito que, quizás, estoy algo imbuido por el ambiente de estos días en que se celebra la festividad de la Comunidad Valenciana, pero créanme si les digo que esta es una tierra de enorme poder creativo, frase que no por socorrida deja de ser cierta. Una capacidad innovadora que incluso se pierde más allá de 1238 en plena Valencia musulmana. Siempre es emocionante descubrir una pieza valenciana en un mercado de antigüedades del extranjero. En ocasiones en forma de cerámica, un grabado un óleo costumbrista, un álbum de fotos, postales o una un cartel publicitario de naranjas. Cuando viajamos y visitamos el British o el Metropolintan, hinchamos el pecho cuando vemos expuesta cerámica valenciana, un cuadro de Sorolla o Ribera o una tabla de Reixach. Cuando uno ojea el catálogo de una subasta nacional llama la atención la cantidad de lotes que tienen origen una manufactura o un artista valenciano desde la edad media hasta el arte contemporáneo.

Últimamente nos fustigamos demasiado. Creo que ese momento ya ha pasado. Es tiempo de valorarnos más de querer y apreciar más el valioso legado de muchas generaciones de artistas. El 9 d’Octubre es una fecha que nos invita a mirarnos y esa mirada debe ser más estimativa y un poco menos crítica. Hablaba en mi anterior artículo de una ciudad plagada de ejemplos que evocan un ámbito de gente creadora que no se ha limitado a sobrevivir sino ha hacer de la vida algo lúdico y hermoso. El ejercicio de mi oficio en Valencia, del de artista o galerista no es fácil hoy día pero por otro lado es un lujo hacerlo en un lugar de una actividad incesante y fascinante. De un mundo creativo propio y de un nivel y personalidad comparable a los grandes núcleos europeos.

La Valencia antigua tenía una fuerte organización gremial y eso influyó mucho. Parémonos un instante y pensemos en la cantidad de calles que dan nombre a gremios: Plateros, Tapinería, Libreros, Sogueros. Ello dio lugar a una enorme actividad sin que fuera necesario importar aquello que dependía de talleres, artesanos o artistas. Más bien al contrario. El Colegio Mayor de la Seda y por supuesto la Lonja nos dan a entender la importancia capital que desde la Edad Media tenía esta manufactura. Parece increíble que haya tenido que encenderse la luz de emergencia para lograr la recuperación-gracias al mecenazgo privado- de la institución. Cosas de Valencia.

Nómina interminable de pintores

Resulta interminable la nómina de pintores que cuelga su obra en museos y colecciones privadas de todo el mundo. La Valencia de finales del siglo XIV fue uno de los centros europeos del llamado Gótico Internacional. Ese período dorado, sin solución de continuidad, prosigue con artistas como Nicolás Falcó o Joan Reixach y ya en pleno Renacimiento con los Osona, Vicente Macip o Juan de Juanes. En el siglo XVII hallamos a Jerónimo Jacinto Espinosa, el primer Barroco claroscurista de Ribera y después Ribalta y los ribalteños y ya en el XVIII Mariano Salvador Maella, José Vergara, José Camarón y el academicismo de Vicente López en los inicios del XIX.

Existe una especialidad muy valenciana cuya impronta no se ha reconocido suficientemente: El bodegón. Que es ni más ni menos que el traslado del mundo de la huerta, las flores, el mar, al lienzo. Recuerdo hace varios años una exposición en Alcoy sobre el Bodegón en el Museo del Prado. La extraordinaria muestra recogía a los mejores especialistas españoles desde el siglo XVI al XIX. De la treintena de pintores un tercio eran valencianos. Entre ellos Tomas Hiepes, Benito Espinós, Miguel Parra o el dianense Vicente Victoria.

Si bien el XIX es una etapa difícil en lo político y económico, sin embargo la pintura valenciana vuelve a vivir un impulso enorme. Entre las decenas de grandes artistas unos tuvieron relevancia nacional e incluso internacional, más allá del omnipresente Sorolla y del no suficientemente valorado Ignacio Pinazo, encontramos grandes nombres como José Benlliure, Cecilio Pla, Antonio Fillol, José Navarro, Manuel Benedito, Santiago Martínez Cubells, Emilio Sala, Joaquín Agrasot, Muñoz Degrain, Francisco Domingo, José Mongrell. Hablar de la escuela de pintura valenciana del XIX y de las primeras décadas del XX es hacerlo del arte español con mayúsculas.

Ya en el Siglo XX el ritmo no ha decaído. Los artistas valencianos han logrado milagrosamente seguir en la cresta de la ola. Recientemente el IVAM- institución que merece capítulo a parte- realizó una magnifica exposición sobre Renau, artista que ejemplifica la modernidad, la crítica y la vanguardia en la que siempre ha querido estar el arte valenciano en el siglo XX. Si en la primera mitad aparecen nombres capitales como José Segrelles, el primer Genaro Lahuerta ya en la segunda e incluso en la actualidad Manuel Hernández Mompó, Eusebio Sempere, Carmen Calvo, Miquel Navarro, Equipo Crónica y Manolo Valdés, Genovés, Equipo Realidad, Jose María Yturralde, Andreu Alfaro entre otros muchos que me dejo en el tintero, son nombres de primer orden en el panorama del arte español.

Innovación y absorción

Tradición, pero también innovación. Que el primer libro de carácter literario impreso en España, las Trobes en lahors de la Verge María, se lleve a cabo en la ciudad de Valencia en 1474 por Lambert Palmart en lengua valenciana no es casual. Tampoco que a finales del siglo XV se invente el ajedrez tal como lo conocemos con la creación de la figura de la reina. A mediados del siglo XV Francesc de Baldomar con su bóveda estrellada sin nervios, realiza un alarde técnico sin parangón en España como es la capilla de los Reyes en el Convento de Santo Domingo, y por aquellos años, dos pintores venidos de Italia, introducían en España el Renacimiento a través de los frescos de los ángeles músicos de la Seo.

Pocos años después el patio del embajador Vich, construido en Génova en 1525, y salvado in extremis a mediados del XIX, supone toda una innovación en la península en lo que se refiere a arquitectura renacentista. Dos siglos más tarde, mientras en el resto de España triunfa el estilo churrigueresco, Valencia con la puerta de los hierros de la catedral da entrada en España a las novedades y audacias borrominescas. La arquitectura valenciana, sin prejuicios, ha sido puerto de atraque de las innovaciones que provenían de Italia. Combinar tradición y vanguardia es mucho más que la típica frase de prospecto publicitario.

Reivindicar aquello que han venido haciendo otros valencianos y que ha embellecido el territorio en el que habitamos, nos ha representado fuera del mismo, e influido de alguna forma en nuestras vidas, en nuestra forma de ser, de relacionarnos con nuestro entorno, no es mirarnos el ombligo. El arte nos condiciona y la forma de ser de un pueblo condiciona el arte que allí se hace. Recordar es una forma también de hacer justicia. La memoria histórica es también memoria artística. No sólo hagamos memoria de lo nefasto que ha sucedido para que no vuelva a repetirse, hagámosla también de aquello que nos ha enriquecido para que la tradición continúe y no se quiebre.

El 9 d’Octubre estuve en museo San Pío V y sus salas no ofrecían el aspecto que a uno le hubiera gustado. Desprendían cierto aroma a olvido. La relación de Valencia con su arte es contradictoria demasiados son los artistas, músicos, escritores, pensadores, que nacidos en Valencia han fallecido lejos. Lo que le han dado sus artistas, sus creadores, no ha sido valorado en igual medida por mucho que presumamos de valencianía, pero ese es tema para otro momento hoy es tiempo de celebración.

Desde la espadaña de la torre que le da nombre la campana Miguelete acaba de sonar en once ocasiones, lo viene haciendo desde 1539. Desde entonces han pasado muchas cosas.

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