la familia vikinga

“SOS, Salva un mandarino”: la iniciativa de cuatro guardianes de la tierra

Cristina Rubio y Giorgio Bollini, junto a sus dos hijos, Claudia y Iago, se han afincado en Tormos (Alicante), desde donde han lanzado la campaña “SOS, Salva un mandarino”, un generoso modelo que pretenden que sea replicable y que fomente el cambio de agricultura tradicional a regenerativa, empezando por su parcela de 400 mandarinos.

| 09/02/2024 | 4 min, 41 seg

Miles de mandarinas, de la variedad clemenvilla, cuelgan de los árboles, también preocupadas por las demandas del sector agrario, en este valle ubicado en el corazón de la Marina Alta alicantina. La suerte es que éstas han caído en buenas manos: las de Cristina Rubio, Giorgio Bollini y sus dos hijos adolescentes, Claudia y Iago. Hace un año y medio que compraron esta parcela, aunque se instalaron en 2021 en la zona y ya están construyendo sus sueños en el campo. Cristina es una ingeniera de telecomunicaciones leridana y Giorgio, nacido en Varese, al norte de Italia, trabaja tres días a la semana desde casa como informático. El resto del tiempo es agricultor en este nuevo proyecto que está echando raíces en Tormos.

Estos cuatro magníficos se autodenominan “la familia vikinga” y se consideran guardianes de la tierra. Su implicación con el territorio, sincera y altruista, contrasta con la falta de sensibilidad de gran parte de la población. “Queremos que la gente recupere el amor por los cítricos de la Marina Alta y que consuma más producto de cercanía”, reivindican.

Cuando llegaron, vieron al agricultor sumido en un desastre. “O tienes un trabajo fuera, o no te da para mantenerte a ti mismo ni un mes al año. Económicamente es inviable. Podemos entender, aunque nos duela, que incluso haya gente que los tale”, explica Cristina a Guía Hedonista. Por eso creen firmemente que la clave es ayudar al productor local, para que su producto tenga una salida digna, mientras los habitantes de este valle, que ellos han bautizado como “Valle Mandarino”, reconecten con la belleza que aporta a la zona.


Su iniciativa, “SOS, Salva un mandarino”, propone a todo aquel que así lo sienta, que adopte un árbol durante un año para ser protagonista del cambio hacia un mundo mejor. En su caso, con prácticas que respeten los mandarinos. “Cuando supimos que queríamos comprar este terreno, pedimos a los propietarios que dejaran de toxificarlo si querían venderlo. Un mes más tarde empezamos a ver plantas interesantes aquí, que se llaman bioindicadores: no son malas hierbas, tienen su función”. Su modelo, sostienen, es sencillo y replicable. Pretenden ser inspiración y espejo de muchos otros. “Vimos que con la agricultura globalizada, al agricultor se le paga nada y pasar a la agricultura regenerativa tiene un coste al principio: por eso queremos que las personas adopten un mandarino y nos ayuden para que nuestra parcela y otras muchas sean regeneradas, dejando así los tóxicos de los pesticidas fuera de juego”, nos explica Giorgio.

“Los que vivan en la Marina Alta podrán venir a comprar las mandarinas, pero a quien adopte un mandarino le enviaremos unos 30 kilos de mandarinas durante la temporada… ¡aunque también puede venir aquí a recogerlas!”. Cualquier persona, familia o empresa (¡también restaurantes!) que quiera adoptar un mandarino no va a tener el compromiso de cuidarlo, pero sí de hacer la aportación económica, que va desde los 25€ hasta los 900€, porque han creado diferentes formatos de adopción que puedes ver en su web. El mecenas, por ejemplo, que es ese último escalón y el más comprometido desde un punto de vista económico, va a poder celebrar un día al año el evento que quiera en el terreno de esta familia. También están pensando en organizar el Día del Padrino. 

Ellos apuestan por la agricultura regenerativa, que, al contrario que la tradicional, no emplea pesticidas, sino microorganismos, semillas de bosque nativo, grava volcánica, carbón activado y minerales. Su nivel de responsabilidad y compromiso también pone el foco en la cantidad de agua que se emplea para la agricultura tradicional, en estos campos anegados por los monocultivos. De momento, ellos están en la fase de regenerar el suelo con biofertilizantes y por eso necesitan la implicación de todos aquellos que queramos salvar los árboles cítricos del territorio que habitamos. “Queremos devolver el equilibrio de la naturaleza al planeta tierra”, afirman.

¿Su inspiración? Proyectos como el de Francesc Font, que ha creado una escuela llamada The Regen Academy. “Tiene unas 50 hectáreas, lleva 10 años en la transición a agricultura regenerativa y ya tiene más producción que la que tenía antes en tradicional”. También nos hablan de otra iniciativa en el Lluçanes, Mas Les Vinyes. O aún más cerca, de Pep Calatayud, que desde unos viveros de Calpe está difundiendo prácticas con el triturado de poda de las jardineras para regenerar el valle.


El futuro de estos entusiastas es alentador: mientras nos enseñan el domo invernadero que están construyendo, nos hablan, con un ilusionante brillo en los ojos, de la futura casa de paja y barro que harán o del bosque de alimentos en que se convertirá este terreno. También quieren recuperar semillas tradicionales, crear planteles y distribuirlos gratuitamente. Su misión, que a la vez es deleite, la tienen clara. Y nosotros podemos aportar mucho. 

Comenta este artículo en
next