Kiris kikiri

Un paseo por la gastronomía griega

Pan y hombre civilizado son lo mismo

| 05/07/2019 | 3 min, 21 seg

VALÈNCIA. No me gusta el chovinismo, ni el nacionalismo, ni en general ninguna forma de orgullo de cuello para abajo con epicentro en el ombligo. Sí me gusta cierto complejo, esa sombra de cuando éramos malos en fútbol, de cuando éramos malos en investigación, de cuando suspendíamos modernidad año tras año, esos restos de suciedad infantil de haber jugado en el charco.

Vengo de visitar Grecia, el país de la moussaka y el tzatziki, un país un poco acomplejado y muy maravilloso. Hemos recorrido el Peloponeso, que es la España playera de los 70 pero sin urbanizar, con su joie de vivre de barrio adormecido y su sencillez universal. Hemos visitado la isla de Cefalonia, que no es la patria de los superdotados, sino la última y paradisíaca escala a Ítaca, la patria total, ese concepto tan utópico como brumoso. 

Claro que viajar es una trampa, una metonimia constante por la que tomamos cualquier detalle por el todo y hasta el cobrador de la autopista se convierte en un representante diplomático de su país en misión secreta. 

En ese maremágnum de encuentre las siete diferencias, nos dedicamos a cazar costumbres distintas a pesar de las semejanzas mediterráneas, como por ejemplo esas pequeñas hornacinas en el margen de la carretera, con forma de casitas para los dioses, con agua, vela y cualquier cosa que puedan necesitar los dioses de viaje por el Peloponeso. Estoy convencida de que solo muchos dioses pueden acabar con un único dios. 

O ese idioma tan diferente, también en la forma: 'Kiris kikiri' quiere decir señoras y señores. Nos daba mucha risa cada vez que oíamos "kiris kikiri", nada serio puede venir tras "kiris kikiri", solo se puede poner un huevo o dar una voltereta, nunca anunciar la puerta de embarque de un vuelo o el resultado de unas elecciones. 

Y entre todos esos contrastes, una se aferra más que nunca a la comida como una forma de seguridad antigua, como un ancla que se engancha al paladar, que nos engancha a la realidad, ese concepto en peligro de extinción. La comida como el único referente estable.

En Grecia se come sencillo, esa ha sido una de las primeras impresiones. La ensalada griega, moussaka y el tzatziki están buenos, a veces buenísimos, pero se repiten sin piedad en todas las cartas. En Grecia no se come tan variado como en España. En Grecia no se come todo el pescado que hubiéramos imaginado/deseado. Claro que ya en La Ilíada, se renegaba de él por considerarlo alimento para pobres, y se prefería la carne asada, y en la Odisea sólo comían pescado cuando tenían más hambre que un perro callejero.

n Grecia se mantiene La tradición por el cereal. Homero ya señalaba que la condición humana se manifestaba al comer pan: pan y hombre civilizado son lo mismo.

La fiebre de la cerveza sin embargo, no ha llegado al Peloponeso, y acabamos un poco hartos de tanta Lager, de Mythos, de Fix. Solo en Cefalonia encontramos una cerveza artesanal rica y sabrosa, que bebimos con ansia. Tampoco tuvimos suerte con el vino griego, que nos parecía aguado, y en general caro en comparación con el nuestro. 

Sin caer en el ombliguismo, a veces se nos olvida que en los últimos veinte años España ha evolucionado gastronómicamente de una forma tan espectacular que creemos que es la tónica general. Hasta que miramos fuera.

En la tele griega, vi un debate político y los participantes hablaban en tono sosegado y respetaban el turno de palabra. Me pareció algo muy exótico. 

 


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