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Un repaso al 2022 gastronómico en València: 10 aperturas, 2 cierres y lo que viene

A pesar de las nubes negras que acechaban, no ha sido un mal año para la hostelería valenciana. Ni los coletazos post covid ni la pérdida de poder adquisitivo a causa de la inflación han podido con lo que más nos gusta: comer y beber. Las flamantes aperturas que nos deja 2022 lo corroboran.

| 23/12/2022 | 8 min, 48 seg

Empezó tímido el año en lo que a nuevas propuestas se refiere. Supimos que en marzo abría MIMAR, la reconversión del antiguo Brassa de Mar de José Miralles y su hermana María Ángeles en un buque de lujo, con la vuelta de Raúl Aleixandre al frente de la cocina, el interiorismo de Francesc Rifé y Joaquín Collado como director de operaciones. “Raúl, yo no solo quiero que la gente solo venga a comer porque hay una buena vista, quiero que la gente venga adrede a comer aquí, y si encima tenemos un paraje mágico… ¡Qué más se puede pedir!” Y le dije “vamos al lío'', así contaba Raúl Aleixandre unas semanas antes de la apertura cómo se había gestado el nacimiento del restaurante que unía de nuevo a dos amigos de la infancia. 

Se acabó el invierno y se alargaron los días, y de nuevo la ciudad invitaba a vivir en las terrazas. Y en una de las millas de oro gastronómicas de la ciudad –La Salita a un lado, Nozomi compartiendo manzana, enfrente 2 Estaciones, Maipi y Canalla a dos pasos–, apareció una zanja en forma de Trinchera para defendernos del aburrimiento y de los días grises. Arturo Salvetti y Marta Castillejo están al frente de este bar de tapeo donde comer y beber bien sin pretensiones, con un tiquet ajustado y una terraza disputada. Prueben su marinera y déjense llevar por las sugerencias del día. 

La primera mitad del año se mantuvo sin mucho más sobresalto. No hubo más aperturas destacadas, pero tampoco cierres que lamentar. Durante el primer semestre se acabó de cocinar lo que nos traería el segundo, que no ha sido poco y que se ha concentrado en los últimos cuatro meses. En agosto abrió Gamberra, una nueva y estimulante apertura en una zona escasa de propuestas interesantes: zona Xúquer. Lo nuevo de Borja Ibrán, pupilo deDabiz Muñoz en Diverxo, llegaba con las credenciales de Kuna Experiencie, y un concepto canalla y divertido. No hay carta y no aceptan reservas. 

Llegó septiembre y mientras la luz se iba acortando, tuvimos que despedirnos de dos restaurantes donde hemos sido muy felices: Balbeec, la cocina de la otra orilla del Mediterráneo que nos trajo Steve Anderson cerraba no con un adiós sino un hasta luego y prometía volver tras un periodo de reflexión en una nueva ubicación –ojalá lo haga–; Sucar, la apuesta de Vicente Patiño por la tradición (fue de los primeros en recuperar un concepto que había quedado arrinconado) también cerraba sus puertas y lo hacía por una causa noble: “Mis hijos son pequeños y me estaba perdiendo demasiados momentos. Quiero pasar más tiempo con mi familia. Esa es la única razón por la que he tomado la decisión”. Nos apenó pero aplaudimos la valentía de Patiño por concentrarse en lo que de verdad importa. 

Septiembre también nos dio una alegría a los que amamos la cocina peruana. En el corazón de L'Eixample abría Dalima.  La aventura trasnoceánica de Richi Goachet y Javier Calduch tiene estética pop y prepara unos ceviches y unos piscos que animan a cualquiera al que le guste el jaleo y sacuden el olor a naftalina de la Gran Vía  Marqués del Turia.  Dalima era necesario. 

En un abrir y cerrar de ojos empezó el otoño y en Pascual y Genís, otra de las calles donde mejor se come por metro cuadrado, se estrenaba Barrafina, con Julia Martínez al frente y la garantía de la calidad de la familia Arribas. Uno pocos metros lo separan de su hermano mayor, Q Tomas, con el que comparte genes –los que le hacen decantarse por el producto de primera y una bodega de escándalo–, pero Barrafina nació para deslumbrar por sí mismo y tiene carta propia y una personalidad que lo diferencia del primogénito.   Marisco, platos que nos devuelven a los 80 y los 90 y una barra para quedarse a vivir. 

Y de la zona señorial al barrio marinero del Cabanyal-Canyamelar. Por esas mismas fechas Lidia Caro se colaba en MADRE, que andaba terminando de arreglarse para abrir días después. Cuatro amigos amantes de la música y de las cosas bien hechas han resucitado el antiguo hostal La Arenas con una propuesta que busca que el cliente se lo pase bien. Comer sin prisa muy cerca del mar, copas, cócteles y buena música. Y una carta que mira al mundo latino: “Tenemos una cocina fusión, que no es mexicana ni peruana, busca lo latinoamericano. Vamos a dar bastante protagonismo a la brasa, que en Latinoamérica se utiliza mucho. Como no podemos reproducir las brasas callejeras de países como Perú o Bolivia, hemos buscado un horno especial para cocinar con esta técnica, ya sea para preparar el relleno de unos tacos, asar una carne o algo de pescado”, nos contaba José Marí, al frente de la parte gastronómica. 


Los dos últimos meses del año fueron una sacudida para aquellos que padecen FOMO (del inglés fear of missing out,  una patología psicológica muy del siglo XXI que se traduce en el miedo a perderse algo).  La ciudad alumbraba cinco grandes aperturas en muy pocas semanas.  En Arrancapins, uno de los barrios con una propuesta más interesante ahora mismo, la familia del Teca crecía y pared con pared abría Distinto, con el mismo mimo por la bodega que el Teca pero con un planteamiento que pone lo gastronómico al mismo nivel que los vinos y champagnes que Antonio Canaletti y su socio Michele Paties eligen. Y lo han conseguido. Al frente de la cocina, Javi Pastor. 

Sin salir del barrio, encontramos otra de las aperturas más sonadas del año. Lo nuevo de Gastroadictos, el bar Cassalla, abrió en pleno puente de la Constitución y revolucionó a vecinos y foráneos.  Los sábados hay cola en la puerta para probar sus almuerzos. La brasa le diferencia de sus otros hermanos, el bar Mistela y el bar Creamet.   De nuevo, los cuatro socios de Gastroadictos recuperan la esencia del bar: barra, tapas para compartir, bocadillos a mitad mañana, arroces y algo de carne y pescado para que luzca el producto y las brasas. Lo están petando. 

Saltamos hasta el centro. Casa Baldo, el histórico establecimiento de la calle Ribera, que era parada obligatoria antes de entrar en el Lys, volvía a una segunda vida. Los responsables detrás de este renacer son el Grupo Trinquet, al frente del Trinquet de Pelayo y Vaqueta. En la decoración ha mantenido el espíritu costumbrista, pero renovado, como ya es habitual en sus otros negocios. La oferta gastronómica queda, una vez más, a cargo del socio y chef Pablo Margós: "Lucimos la despensa mediterránea, esta vez con más barra y charcutería, además de una fuerte base de arroces tradicionales y de autor”. No renucnia a los habituales de la casa: sepia con mayonesa, gilda, bravas y la clásica ensaladilla de ahumados. Horario ininterrumpido, varios espacios y una buena terraza. otro aliciente más para seguir yendo al cine. 

Ya parpadeaban las luces de Navidad en balcones y escaparates cuando abrió FLAMA sin hacer, de momento, demasiado ruido. Edu Espejo y Ricardo Espíritu terminaban una larga y fructífera etapa en Honno y Kaido para ponerse al frente de esta restaurante donde la brasa y el fuego son las estrellas que acoge el local que ocupó Balbeec hasta hace unos meses. Están rodando, pero lo que tienen entre manos esta pareja no es cualquier cosa.  Aquí han venido a jugar.

Lo que nos trae el 2023

Hablamos de él hace pocas semanas. Se llama Raro y aunque oficialmente abre el próximo 26 de diciembre, casi podemos considerarlo una apertura del 23. Sergio Rozas, Ibai Bengochea y Sara Folgado, el equipo detrás de Mamua, están al frente de este restaurante en el Paseo de la Alameda donde las verduras tendrán un papel esencial. Qué bien le va a sentir a la zona un poco de savia nueva. 

El año que viene abrirá (por fin) su puertas el Mercado de San Vicente, el espacio gastronómico ubicado en la antigua Imprenta Vila que debía haber abierto hace mucho y que, tras tres años de trámites, le fue concedida la licencia de actividad  hace pocos días. Quedan unos pocos flecos antes de abrir, pero nos aseguran que no habrá que esperar mucho. El modelo que seguirá es el del Mercado de San Miguel o el Mercado de Correos en Murcia. Aforo para 700 personas, programación cultural y 21 puestos de comida entre los que se encuentra Jamones Gargallo. 

Y un par de novedades que van a hacer de los Poblats Marítims un distrito aún más efervescente. La gente de Mercabanyal abrirá Mercader, una nave industrial con vocación gastronómica detrás de la estación de tren del Cabanyal. Y si no pasa nada,  los chicos de Gastroadictos serán padres de nuevo en 2023 y el barrio del Grao acogerá su nuevo bebé. Tenemos noticias de alguna otra apertura jugosa que sonará a Coltrane, Ellington y Miles Davis y que verá muy pronto la luz.

2022 ha sido un gran año –para mi ha sido extraordinario –. Como no creo que 2023 pueda superarlo, me conformo con que se parezca. 

Coman, beban y vivan estos días (y siempre) , y abracen mucho a los suyos. 

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