cierra ATLÁNTICO casa de petiscos

¿València funciona o no funciona?

Watertown (1970) es mi segundo disco favorito de Frank Sinatra. La historia que tiene detrás es maravillosa, una idea que realmente sí supone una vuelta de tuerca para la canción de amor estándar

| 26/01/2018 | 4 min, 33 seg

El disco, conceptual, narra el proceso de un hombre al que su mujer abandona. Él se queda solo, en su pueblecito, con sus dos hijos; ella busca estímulos nuevos en las luces de la ciudad. Cada episodio es un recuerdo, una petición de regreso, un arma cargada de nostalgia. Y qué última canción tiene: ella le dice que finalmente vuelve y él va a buscarla a la estación. El tren llega pero allí no baja nadie.

El álbum, un intento de Sinatra de acercarse al estilo de la época y sonar más intenso, no funcionó. Es su único disco que no entró nunca en el Billboard Top 100. Pero, por supuesto, no es un fracaso: es un disco increíble. Porque hay cosas que no pueden medirse con números. En la música pasa mucho porque ¿cuántas sensibilidades distintas existen? Un montón. Pero ¿cuántas sensibilidades que vayan al unísono? De esas hay menos. Con algunas cosas empatiza mucha gente, con otras no tanto.

En Valencia ha cerrado Atlántico Casa de Petiscos, el restaurante que Pepe Solla (cocinero con una Estrella Michelín) abrió junto a la Puerta del Mar hace ahora un año. Un año solo. No era un fracaso, ni  mucho menos, pero con su marcha asumimos que no ha funcionado. Se comía bien, pero comer bien solo no vale. Ya en estas páginas el chef contaba que la ciudad era una plaza chunga, un tópico de esos que nos gustaría que no fueran ciertos. Pero es lo que hay. Por supuesto cualquier cierre tiene muchas lecturas, muy complejas. Pero quizá el pensamiento más crudo que nos llega a la cabeza sea '¿qué le pasa a esta ciudad?'. Y es difícil. Responderlo y asumirlo.

Explica el sociólogo Pierre Bourdieu que el gusto es interesado: lo usamos para encajar o para diferenciarnos. En general, nuestras elecciones tienen que ver con el lugar que queremos ocupar en el mapa social. Quizás por eso las elecciones del público y las de los expertos son distintas muchas veces; los segundos buscarían desmarcarse de lo masivo, esto es, de lo supuestamente inferior. Puede que esa sea una explicación, así funcionan muchas cosas, también los restaurantes. No decimos que sea la razón única (¡comer bien debería seguir siendo la gran razón de todo!) pero ocurre. Hay restaurantes que tienen tirón, arrastran hype y clientela, y otros que tienen grandes críticas… pero nada.

Otra posible explicación tiene que ver con nuestra propia naturaleza. En Valencia he visitado locales vacíos y también otros en los que hay que hacer colas infinitas. Dice un amigo de Madrid que sí, que allí abren mucho sitios nuevos pero realmente se inauguran tantos como se cierran. Hay de todo en todas partes. Puede ser. Puede que eso se aplique a cualquier ciudad pero, no nos engañemos, esta nuestra es tan increíble como extraña. Yo he ido a comer a esa nueva Marina estupenda que tenemos (qué bonito regresar de vez en cuando a ella y verla tan bien), un sábado de septiembre soleado a mediodía, y he sido la única mesa en uno de sus restaurantes. Uno de los buenos. Tengo a mi señora como testigo porque más testigos no había. Ocurrió, no es una apreciación. Otras veces se supone que hay que pedir por favor entrar a la zona, o eso dicen. Yo qué sé.

En el libro de Joan M. Oleaque 'En éxtasis', que repasa la historia de nuestro bakalao como ejemplo de movimiento contracultural patrio, se habla de otro proceso, definido como "la solidificación de una alucinación colectiva". Que a veces nos ponemos a simular que molamos aunque no sea para tanto, vaya. Aprovecho unos versos de Nicanor Parra y así le hacemos un pequeño homenaje desde aquí: "Creemos ser un país y la verdad es que apenas somos un paisaje". Quizá ni siquiera tengamos la necesidad de ser más que eso, porque un paisaje es muchísimo y es bueno. Un paisaje ya es mucho, eh. No tenemos por qué ser nada más que lo que realmente somos.

Un cierre que debería hacernos pensar un poco. ¿Somos injustos con algunos restaurantes? ¿Somos realmente un público tan exquisito? ¿Es esta una ciudad en la que quepan las propuestas que sí funcionan en otras ciudades? ¿Tenemos un panorama gastronómico tan bueno como creemos? Ahora Atlántico tiene sedes en Madrid y en Lisboa pero no en Valencia. Se han despedido tímidamente a través de Facebook y en Tripadvisor pone 'restaurante cerrado' a modo de salida suave. Es solo un ejemplo, dirán. Un buen ejemplo, sí.

Un verso más de Parra (descanse, maestro): "Ni muy listo ni tonto de remate / Fui lo que fui: una mezcla / de vinagre y de aceite de comer / ¡Un embutido de ángel y bestia!". Valencia, tan lejos y tan cerca de todas las cosas. Una aleación de maravilla y perplejidad.


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