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LA OPINIÓN PUBLICADA

Gallardón provoca una crisis en el PP... de corto recorrido

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA. 28/09/2014

LA OPINIÓN PUBLICADA

Guillermo López García

Profesor titular de Periodismo de la Universitat de València
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VALENCIA. Esta semana ha ocurrido un acontecimiento verdaderamente inusitado: ha dimitido un ministro del Gobierno español; el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. No veíamos nada semejante desde la dimisión en 2009 de Mariano Fernández Bermejo (también ministro de Justicia). Y, si nos ceñimos a los gobiernos del Partido Popular, contamos sólo con un lejano antecedente: la renuncia de Manuel Pimentel como ministro de Trabajo en 2000.

La dimisión de Gallardón ha obligado a Mariano Rajoy a emprender la enojosa labor de remodelar el Ejecutivo, algo a lo que el presidente es renuente en grado superlativo (como a cualquier cambio de cualquier clase, en general). Sólo lo ha hecho por obligación, y en las dos ocasiones en las que ha tenido que nombrar a un nuevo ministro en sustitución del que se marchaba ha aplicado un principio muy caro a Rajoy: ascender a alguien que estuviera un peldaño por debajo en el escalafón para que ocupe el puesto (Rafael Catalá, secretario de Estado en el ministerio de Fomento). Igual que cuando se fue Arias Cañete. Con Rajoy, uno puede entrar de botones en el Gobierno y marcharse como presidente, siempre y cuando esté dispuesto a esperar lo suficiente.

Gallardón se va políticamente aniquilado por una reforma, la de la ley del aborto, extremadamente impopular, por regresiva (y, cabría decir también, anacrónica). Una reforma que iba mucho más allá del retorno a la ley del aborto de 1985 (un principio también muy discutible, pero más defendible desde el punto de vista de un gobierno conservador y con profundos lazos con la Iglesia Católica española), y que provocó la movilización en su contra de una clara mayoría social. Como contraste, los apoyos de la ley en el Gobierno fueron menguando a gran velocidad; en particular, el apoyo del presidente, que nunca fue demasiado entusiasta. Muy pronto, Gallardón se quedó solo con su ley, clamando en el desierto demoscópico y político por un proyecto que casi nadie apoyaba.

Tan claro ha sido, casi desde un principio, el camino a ninguna parte de esta ley y de Ruiz Gallardón, que algunos han visto en ello el producto de una maquiavélica conspiración de Mariano Rajoy para deshacerse de un molesto rival, cuya ambición política, como es sabido por todos, no conoce límites. Según esta hipótesis, Rajoy habría encargado la ley a Gallardón a sabiendas de su impopularidad. Para que el ya exministro de Justicia se estrellase con ella.

Personalmente, no creo que la teoría de la conspiración tenga mucho sustento en la realidad. Sobre todo porque, con o sin ley del aborto, las posibilidades de Gallardón para ocupar algún día la presidencia del Gobierno, o sencillamente para moverle el sillón a Rajoy en el PP, ya eran remotísimas. Gallardón, precisamente por su reinvención en los años noventa como "verso suelto" del PP, ídolo de cierta izquierda española, enamorada de su pretendido talante abierto y liberal, no suscitaba apenas simpatías en su partido.

A Rajoy no le hacía ninguna falta deshacerse de él; y si lo necesitase, por algún motivo, podría hacerlo mediante una remodelación del Gobierno. Por mucho que, como ya hemos dicho, el presidente del Gobierno le tenga alergia a cualquier tipo de cambio. Los fracasos de Gallardón en la gestión de su cartera ministerial, que no sólo se resumen en la ley del aborto, así como la mencionada falta de apoyos en el PP, habrían garantizado que su sustitución no tuviera apenas coste.

 

En cambio, parece más plausible que Rajoy haya aplicado aquí una actitud muy propia de muchos políticos y de los reyes de España: "borbonear" a Gallardón. Es decir, alejarse paulatinamente de Gallardón y dejarlo solo conforme comprobaba que la cercanía al ministro le resultaba más y más perjudicial. Algo que se hizo evidente desde el principio, al ver la impopularidad de la ley, y que quedó definitivamente claro tras las Elecciones Europeas de mayo, en las que el PP obtuvo una victoria quizás pírrica, con un misérrimo 26% de los votos.

La ley logra movilizar a todo el mundo... contra el Gobierno

La trayectoria de la reforma de la ley del aborto ha sido, de principio a fin, un despropósito. Primero el Gobierno mostró bien a las claras que no tenía empacho en aplicar su agenda ideológica a una mayoría de la sociedad española, con una ley que iba mucho más allá de lo que razonablemente se podría esperar de un partido conservador moderado, y que molestaba no sólo a los votantes de otros partidos, sino también a muchos votantes del PP. A continuación, una vez ha reculado, el Gobierno ha logrado molestar a aquellos para los cuales se hacía la ley: los grupos antiabortistas más activos, sólidamente ubicados en la base electoral del PP, que ahora se sienten traicionados.

En resumen: el Gobierno ha molestado a casi todos y no ha logrado nada. A lo largo de la legislatura, a la que apenas le queda un año, es difícil encontrar realizaciones positivas de verdadero calado por parte del Gobierno, a pesar de su mayoría absoluta, y a pesar de que también ha logrado poner en pie de guerra a la izquierda española, como en los mejores tiempos del aznarismo. En general, destacan los incumplimientos y vaivenes, no sólo motivados por la penuria económica, sino también por la electoral. Por la constatación de que, aunque puede que al PP le baste con el 30% de los votos para perpetuarse en el poder a partir de 2016, comienza a ser una incógnita si efectivamente logrará recaudar ese 30%.

Porque puede que la agenda económica del PP se base en no hacer enfadar demasiado a ese porcentaje de la población; pero es mucho más difícil lograrlo si esto trata de combinarse con una agenda ideológica con proyectos que no logran concitar ni siquiera ese porcentaje de aprobación en la sociedad española. Aunque en este caso concreto, paradójicamente, el proyecto de reforma del aborto y su definitivo fracaso sí que han logrado cumplir el sueño atávico de Gallardón: reconciliarse con la derecha española, que ahora ya no verá a Gallardón como un sospechoso producto del grupo PRISA, que caía mejor fuera que dentro del PP, sino como un mártir y una víctima del carácter sinuoso, y pretendidamente "blando", de Rajoy.

#prayfor... #yorompoconRajoy

Protestas frente a la sede del PP tras retirar la ley

Una vez se consumó el anuncio de retirada de la reforma y la dimisión de Gallardón, los ciudadanos favorables a la misma se movilizaron delante de las sedes del PP y también en Twitter. En este caso, se trataba de una movilización poco habitual, dado que, posiblemente, algunos de los que se manifestaban airados en la calle Génova y en otras ciudades españolas lo habían hecho en el pasado... Para celebrar victorias del PP. No en vano, las manifestaciones, amenizadas con gritos de guerra tan peculiares como "Rajoy, gallina, vete a la China", incorporaban como leitmotiv una amenaza explícita: no volver a votar al PP. Y así podía verse también en quienes se manifestaron a través de Twitter, con el hashtag #yorompoconRajoy, para regocijo de muchos tuiteros opuestos al PP y sus políticas, ilusionados ante la imagen de la desunión de su electorado.

Una imagen que, sin embargo, muy posiblemente constituya un mero espejismo. Por un lado, porque los ciudadanos que se manifestaron contra Rajoy y el PP eran muy pocos (apenas unos cientos de personas en Génova). Y por otro, porque se trata de votantes sociológica e ideológicamente muy afines al PP. Y, de hecho, para eso, para complacer a las bases, y no por ningún criterio superior de orden moral, se proyectó la reforma (si fuera por principios morales, lo normal es que la reforma se mantuviera, a pesar de su impopularidad). Y aunque algunos de ellos se puedan ir a otras opciones electorales (Vox, Familia y Vida... No hay muchos partidos políticos con una posición más antiabortista que la del PP), la verdad es que su peso electoral es anecdótico.

Aunque anuncien que "rompen con Rajoy", la mayoría de ellos son fieles votantes del PP, y probablemente sigan ahí, votando al "mal menor", en histórica expresión de la Conferencia Episcopal española cuando pidió implícitamente el voto para el PP en las elecciones de 2000. El argumento del voto útil, que por ahora (como vimos en las Europeas) le funciona mejor al PP que al PSOE.

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Guillermo López García

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1 comentario

Antonio escribió
28/09/2014 07:13

¿Gallardón provoca una crisis? La crisis la tiene todo el partido, que no sabe ni qué principios tiene. La crisis está en dar muerte en el seno materno y quedarnos tan panchos. La crisis está en que quienes deberían estar acomplejados por una ideología están tan ufanos porque es posible seguir aplicando unos plazos que determinan quién vive y quién no. La crisis está en toda la sociedad que asiste impasible a la aberración de convertir un crimen en un derecho, mezclando ideologías, religión y prejuicios de todo tipo. Hay una crisis cuando un puñado de ciudadanos se escandalizan porque a una mujer embarazada se le amplíe el plazo para que considere el paso que va a dar. Hay una crisis cuando no se tolere que esa misma mujer vea una ecografía de su hijo, o se tacha de extremistas a quienes, simplemente, no están de acuerdo con una práctica que incluso entre muchos que lo defienden (y menudos cacaos mentales muestran al hacerlo) provoca dudas. Se veía muy bien cómo iba a terminar esto. No son las mujeres, ni siquiera las feministas más exaltadas, quienes están empujando para que sigamos mirando a otro lado y se siga haciendo algo que a cualquiera que lo considere despacio repugna. Son hombres y mujeres que, a fin de cuentas, no quieren estar a la altura para responder de sus actos.

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