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TENDENCIAS ESCÉNICAS

La danza le baila el
agua a la pintura

BEGOÑA DONAT. 01/10/2014 Picasso, Much, Morau, El Bosco o Miró inspiran las mejores coreografías de la temporada

VALENCIA. Danza y pintura han jugado a ser secantes, a la intersección y a la inclusión desde la modernidad. Matisse, Renoir, Toulouse-Lautrec y Delacroix, por citar varios ejemplos, retrataron las artes del movimiento en sus respectivos La danza, Danza en Bougival, Baile en el Moulin Rouge y Danza antigua. Edgar Degas fue más allá en su fruición y recreó la dureza del ballet en el siglo XIX en cientos de lienzos y esculturas donde sufrimiento y belleza se confunden. Picasso diseñó telón, escenarios y vestuario de los ballets Parade, El sombrero de tres picos, Pulcinella y Cuadro Flamenco para los Ballets Rusos de Diaghilev, y otro tanto hizo Dalí para el espectáculo flamenco El café de chinitas del Ballet Nacional de España y para la versión de El sombrero de tres picos de la cubana Ana María y su Ballet Español.

Ahora las artes se intercambian y es la danza la que mira con arrobo a la pintura. Coinciden en los escenarios dos compañías de danza españolas interesadas por la obra de artistas. Del 9 al 12 de octubre, el Teatro Principal de Valencia acoge el estreno de Los pájaros muertos, coreografía  que el Premio Nacional de Danza 2013 en la modalidad de creación, Marcos Morau, ha dedicado al universo de Pablo Picasso. Su compañía, La Veronal, también ultima Edvard para la Compañía Nacional de Danza de Noruega, CarteBlanche, inspirado en la figura atormentada del pintor expresionista Edvard Munch.

Ambas piezas suponen un quiebro en la trayectoria del coreógrafo valenciano, que hasta el momento había ido encadenando trabajos inspirados en ciudades o países. Sin ir más lejos, el pasado mes de abril, visitó el Teatro Principal con Nippon-Koku, montaje realizado para la Compañía Nacional de Danza que toma como referencia Japón para reflexionar sobre el peso de la autoridad.

No es el caso de Aracaladanza, Premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud 2010, que lleva una larga etapa volcada en coreografías sobre pintores. Sus obras dedicadas a El Bosco, René Magritte y Miró se compilan a partir de diciembre en el Mercat de les Flors de Barcelona.

PABLO PICASSO

                  "El mundo de hoy no tiene sentido, así que ¿por qué debería pintar cuadros que lo tuvieran?"

Los pájaros muertos es un cuadro de la etapa cubista de Picasso, pero Morau no ha elegido este nombre para su espectáculo tan sólo por el famoso óleo, sino también como referencia a la longevidad del artista malagueño. Picasso murió a los 92 años de edad y se paseó por todo el siglo XX. Vivió la Guerra Civil y las dos contiendas mundiales; se codeó, cruzó y relacionó con muchos ilustres de la pasada centuria. De modo que la pieza es, en esencia, una declamación constante de más de 200 nombres. El contexto en el que se pronuncian va del paredón de fusilamiento al funeral, "escenas que podemos vincular a la España de represión y divertimento, una contradicción muy nuestra, en la que por un lado decimos que todo es una mierda, pero pedimos que suene el pasodoble", comparte el coreógrafo.

En su opinión, este juego de tensiones define muy bien la personalidad de los artistas patrios. "Podemos hablar de cosas muy dramáticas y serias, pero hay un punto en común de vamos a reírnos, a pasarlo bien, de que lo lúdico no se olvide. Me desagrada pero siento que nos engloba".

Originalmente, Los pájaros muertos se concibió para representarse al aire libre. La obra fue un encargo del Museu Picasso de Barcelona, que luego ha rodado, entre otros, por la Bienal de Venecia y Brasil. Ahora, ante el encargo de la directora general de Teatres, Inmaculada Gil-Lázaro, de coreografiar para el Ballet de la Generalitat, Morau ha decidido adaptarla a un escenario.

Obviamente, el espectáculo no versa (sólo) sobre la obra del pintor. "No es un via crucis por sus pasos, sino una destilación del contexto histórico", resume Morau.

En la línea de la compañía de la que es director artístico, La Veronal, el punto de partida se relaciona con otros contextos y otras artes. "Me gusta tomar puntos de apoyo para expresar y cuestionar la realidad. En este caso, la España y la Francia en la que a Picasso le tocó vivir, esa represión franquista y esa bohemia parisina en que su obra se acomoda", aclara Morau.

Su aproximación a Edvard Munch, en cambio, no trata de recrear el contexto, sino un estado de ánimo.

EDVARD MUNCH

 

"Igual que Leonardo da Vinci estudió la anatomía humana y disecó cuerpos, yo intento disecar almas".

Cuando la Compañía Nacional de Danza de Noruega, CarteBlanche, propuso a La Veronal una creación, su director artístico lo tuvo claro. La figura de Edvard Munch, su desequilibrio mental y su condición de noruego le invitaron a atar cabos. La pieza se estrena en enero de 2015.

En estos momentos, Morau se encuentra aprendiendo al máximo sobre el pintor expresionista para desaprender. "Mi objetivo no es hacer un documental, intentar describir su vida no es mi trabajo, sino traducir el contexto que vivió a la abstracción", argumenta.

El coreógrafo se ha sentido atraído por la condición de visionario del autor de El grito. "A principios de siglo, cuando el expresionismo alemán no había llegado, Munch estaba marcando los pasos de esta corriente". Pero, sobre todo, Morau se haya imbuido por su vida, un entorno familiar de pobreza y enfermedad, marcado por una educación religiosa y un padre militar. "Todas estas variantes afectan a su obra y provocan que tenga recaídas que le lleven a entrar en el sanatorio. En esa locura está su genialidad como artista. Picasso es un personaje muy lúdico y siempre supo dónde estaba, pero Munch se perdía, y en ese aislamiento era capaz de trasladar el miedo y la oscuridad a sus obras", explica.

De ahí que la obra se sitúe en su arranque en un hospital donde un paciente es sometido a una resonancia. "La atmósfera sobre el escenario recrea de manera abstracta el sanatorio donde Munch se encontraba a sí mismo, donde se pervertía para traducir el mundo, como un túnel en el que entraba y del que salía completamente inspirado".

La idea parte de la cita de Munch reproducida al inicio de este ladillo. "Es un TAC para averiguar qué tiene dentro el enfermo, pero no por ver algo físico, sino por detectar dónde está la emoción ".

Y en ese ánimo es donde reside el interés de Morau por vincular danza y pintura. "No es el gesto de pintar o de bailar, no es el cómo, sino el porqué. Lo que mueve a cada uno para pintar o danzar tiene que ver con lo que tienes dentro, se basa en una emoción, en un estado, en una idea abstracta que no se puede definir". 

EL BOSCO

"Vuelas sin problemas. Tan sólo tienes que impulsarte. Construyes tu paraíso. Aparece a la primera llamada. Cierras los ojos y todo cambia. Pintas el mundo y ya es fácil". 

La inquietud del director artístico de Aracaladanza, Enrique Cabrera, por establecer vínculos entre baile y pintura se basa más en el movimiento. "Veo un pintor moviéndose y me resulta coreográfico. La pintura tiene algo de movimiento en el espacio cuando el pintor mueve su brazo y, por extensión, su cuerpo. Es un baile sin música, donde se sugieren muchísimas cosas", explica el argentino residente en España.

La alianza entre ambas artes se completa, en opinión de Cabrera, con los paralelismos entre el diseño del escenario que lleva a cabo un coreógrafo y el boceto de un cuadro que realiza un pintor. "Cuando trabajas una obra, estás armando un espacio sobre las tablas, mientras que cuando el artista enfrenta su obra, ha de detenerse a pensar que no se descompense el equilibrio y la luz en su lienzo", explica el coreógrafo de la compañía madrileña especializada en público infantil. Su "compromiso" con ese rango de espectadores y su "exigencia estética, artística y técnica", les reportó en 2010 el Premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud.

Un buen día, Cabrera sintió la necesidad de entrar en el Museo del Prado de Madrid. "El Jardín de las Delicias, de El Bosco, nos estaba llamando. Y lo vimos. Y lo observamos. Y lo analizamos. Y lo estudiamos. Y nos emocionamos. Y tomamos una decisión: algún

día habría que poner sobre el escenario todo lo que nos inspiraba. Sin embargo, no fue cosa de un solo cuadro. En nosotros prendió una obsesión: revolver en nuestros recuerdos y disfrutar de la magia de nuestros pintores favoritos. Fue entonces cuando nos dimos cuenta de que era absurdo elegir, porque con tiempo y paciencia, podíamos rendir homenaje a aquellos que nos hicieron felices".

De esta epifanía surgió una trilogía en la que se suceden tres maestros del surrealismo sin conexión aparente: El Bosco, Magritte y Miró.

Al primero le dedicó Pequeños paraísos, merecedora de tres premios Max en la edición de 2008. En concreto los de Mejor Espectáculo Infantil, Mejor Diseño de Vestuario y Mejor Escenografía.

Bajo su parecer, esta pieza es "la más fresca de todas, la más limpia y arriesgada. Transmite una sensación muy barroca y caótica pero al mismo tiempo ordenada, ya que suceden muchas cosas al mismo tiempo".

RENÉ MAGRITTE

"Mi pintura es una serie de imágenes visibles que no ocultan nada; ellas evocan misterio y, de hecho, cuando alguien ve uno de mis cuadros, se hace esta sencilla pregunta: ¿Qué quiere decir? No quiere decir nada, porque tampoco el misterio significa nada. Es desconocido".

Magritte, ese artista belga al que siempre recordamos tocado con un bombín negro, inspiró la segunda de las piezas dedicadas a pintores por parte de Aracaladanza. Su realismo mágico se concentró en Nubes, una coreografía que invita al espectador a asociar emociones a los objetos que despliegan los bailarines.

Antes de ser coreógrafo, el director artístico fue titiritero. De forma que las imágenes que se propuso rescatar de los cuadros de Magritte, le resultaron "perfectas" para satisfacer su gusto por la manipulación de objetos de distintos tamaños.

A este respecto, cuenta Cabrera que la parte más complicada del proceso es definir los objetos con los que la compañía va a trabajar. Al empezar el proyecto son una infinidad, pero poco a poco, el argentino va descartando y se queda con un 10%. Después se procede a trabajar el movimiento de las formas escogidas con los bailarines.

Esta dinámica se ajusta a la trayectoria de la compañía madrileña, que siempre se ha definido por prescindir de una dramaturgia narrativa.

"Somos la única compañía en España que trabaja danza para niños -expone Cabrera-. Me fascina la pintura y prefiero trabajar la dramaturgia a través de estímulos sensoriales para que mis espectadores disfruten más que el hecho de entender o quedarse con un mensaje. La forma de trabajar ha sido siempre a través de la luz, de la música, del diseño de vestuario y del movimiento de los bailarines. De modo que, sin darme cuenta, siempre me he inspirado en artistas plásticos", argumenta Enrique Cabrera.

Cabrera define Nubes como "intensa y al mismo tiempo vulnerable". En opinión de muchos espectadores que se han acercado a él después del espectáculo, "parece misteriosa, como si fuera a pasar algo terrible al final. Hay que cuidarla mucho a la hora de bailarla porque es muy frágil".

JOAN MIRÓ

"Yo pinto como si fuera andando por la calle. Recojo una perla o un mendrugo de pan; es eso lo que doy, lo que recojo".

El pintor que sirve de guinda a la trilogía de pintores de Aracaladanza es Joan Miró. Los colores y las formas del surrealista catalán se resumen en Constelaciones. La pieza resultante es la menos figurativa de la trayectoria de Aracaladanza, la más espacial. "Miró siempre nos ha exigido un lenguaje muy preciso y, en varios sentidos, muy diferente a nuestro registro natural", se justifican desde la compañía.

Cabrera eligió la etapa final de la obra de Miró, su época de inspiración japonesa, "donde los cuadros se caracterizan por ser limpios y constar de un trazo y una pequeña marca".

La intención última del coreógrafo no ha sido la de realizar una obra interpretando a los artistas, sino la de dejarse inspirar, de modo que el espectáculo resultante tuviera entidad propia más allá del pintor.

"Constelaciones es un montaje muy lúdico, donde se sucede un juego de colores, formas y trazos", detalla.

Finalizada la trilogía, Cabrera ya trabaja en un próximo proyecto. Y éste también toma un artista como musa. Lo que sucede es que no puede englobarse en un serial de pintores, ya que se trata del artista total, del prohombre del Renacimiento, tan pintor como botánico, cocinero o luthier, Leonardo da Vinci.

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2 comentarios

De la redacción escribió
16/02/2015 16:34

Está firmada. Begoña Donat.

cebreros12 escribió
15/02/2015 21:43

me gustaría saber el nombre del escritor de esta nota.

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