VALÈNCIA. El transeúnte que haya pasado en las últimas semanas por delante del número 191 de la calle Escalante, probablemente no se habrá percatado, sin embargo, en ese inmueble en obras se está hilvanando el futuro de todo un barrio. O al menos ese es el deseo de Paolo Cammarano y Alessandro De Cillis, los responsables del proyecto Casa Cabanyal, que pretenden convertir un edificio casi en ruinas en un espacio sociocultural en plena ‘zona cero’, en esas calles que todavía sueñan con el arranque de algo parecido a una rehabilitación auténtica que las salve del deterioro absoluto. Entre hogares modernistas despedazados, la iniciativa aspira a convertirse en agente dinamizador del entorno más próximo, pero se autoimpone como requisito indispensable la vinculación con los vecinos. Nada de discursos mesiánicos ni programaciones verticales o elitistas, nada de exotizar la cotidianeidad para seducir al visitante casual: aquí la clave está en potenciar el arraigo para garantizar una germinación fructífera. Sobre el tablero de juego dos de las amenazas que acechan en los rincones del urbanismo contemporáneo: la gentrificación del espacio, que expulsa a los residentes tradicionales y los sustituye por otros de mayor nivel adquisitivo, y una turistificación excesiva que acabe por convertir las esencias del espacio playero en pintoresquismo prefabricado.
Pero vayamos por partes. Una vez retirados los andamios y escombros, la planta baja de esta finca se destinará a la realización de actividades artísticas y culturales con especial atención al plano audiovisual. Así, un aspecto clave serán las proyecciones fílmicas, desde títulos clásicos a a producciones independientes o inclusivas. En este sentido, el espíritu de los italianos es recuperar la estela dejada por la histórica sala Imperial, que se ubicaba en el número 231 de la propia calle Escalante y ofreció largometrajes desde 1919 hasta 1983. “Queremos que el Cabanyal vuelva a tener un cine”, indican. Este espacio acogerá también un proyecto de ocio y cocina comunal para personas con diversidad funcional. Según explica De Cillis, los participantes podrán “disfrutar del tiempo libre de forma compartida y a través de la gastronomía, empezando por hacer la comprar en el mercado”. “Deseamos involucrar a otros colectivos y también ver qué propone el barrio, estamos abiertos a él. Queremos llenar de vida la ‘zona cero’”. Entre las iniciativas que plantean acoger se encuentran también conciertos, monólogos o el Repair bar, un taller en el que se enseñará a arreglar objetos domésticos.
Por su parte, la segunda planta albergará cuatro dormitorios disponibles para alquilar durante periodos breves. “¡Ajá! Aquí está la trampa, otra forma de especulación inmobiliaria”, exclamarán algunos, pero frente a los apartamentos turísticos, un modelo que va ganando terreno a zarpazos en el barrio “y altera su equilibrio”, ellos apuestan por arrendar habitaciones a creadores que deseen pasar una temporada en València y desarrollar un proyecto artístico vinculado con el Cabanyal. Un espacio en el que residir mientras ponen en marcha su iniciativa, “se trata de una propuesta pionera en España pero que es común en países como Alemania o Italia”, señala Cammarano. El mediterráneo adquiere así tintes berlineses. La tercera planta será el futuro hogar de Cammarano, propietario del inmueble. Eso sí, todavía quedan unos cuantos meses para comprobar cómo cristaliza el proyecto de Casa Cabanyal, pues las obras de rehabilitación -sufragadas en su totalidad por sus impulsores- comenzaron el pasado mes de agosto y, si todo marcha al ritmo previsto, el emplazamiento estará listo para abrir sus puertas en junio de 2019.