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Cómo compañías fantasma chinas estafaron a inversores estadounidenses por la falta de controles

¿Es el capitalismo un sistema que se basa en ganar dinero o consiste, por el contrario, en quitárselo a los demás? Esa reflexión se hacen los expertos consultados en un documental sobre el fraude de las empresas fantasmas chinas en el mercado bursátil estadounidense. Por la falta de controles, los inversores metieron dinero en compañías chinas falsas. Un fraude de entre 30 y 60 mil millones de dólares. Wesley Clark, ex comandante supremo de la OTAN, figuraba como presidente en uno de los bancos que ejecutaban los timos

11/08/2018 - 

VALÈNCIA. El timo es el siguiente, explica Dan David, fundador de GEO Investing, mientras el mercado estadounidense se hundía tras Lehman Brothers, el chino estaba explotando, las ciudades cambiaban su fisonomía de un año para otro, aquello parecía que iba a dar altas tasas de beneficio si uno metía ahí su dinero, pero el problema fue que muchos inversores americanos lo hicieron en empresas chinas fantasma diseñadas para ese fin.

David detectó el fraude. Bajo el lema de que en ninguna compañía china se podía perder dinero, se organizaban fiestas con conciertos, bailarinas y mucho alcohol para captar inversores. Otras empresas recurrían a personajes importantes, como Westley Clark, el ex general de la OTAN, que tras su intento de ser presidente de Estados Unidos se metió en el mundo de las inversiones.

El ex militar conseguía que Colin Powel, Clinton o Kissinger dieran charlas en simposios de captación de fondos. Luego Clark se justifica: "Yo era el presidente del banco, no el dueño, no tuve nada que ver con las transacciones financieras en China". Las preguntas le pillan por sorpresa, porque se indigna, se quita el micro y dar por concluida la entrevista. Aduce que salió de la junta dieciocho meses después de los fraudes, pero le echan en cara que se lo guardara para sí, que precisamente con tantos contactos como tenía podía haber acudido a Washington a quejarse de lo que estaba sucediendo a gran escala.

Al mismo tiempo, empresas chinas se fusionaban con otras estadounidenses que estuvieran en la ruina pero siguieran cotizando en bolsa. Entre 2006 y 2012, lo hicieron centenares. Las subidas en bolsa eran trepidantes. Sin embargo, los investigadores fueron hasta China a auditar las compañías y se encontraron con plantas en caminos de cabras, con maquinaria de los años 50 y rodeadas de basura. Compañías que se supone que hacían 100 millones anuales de beneficio.

Cuando hacían informes sobre el fraude, eran demandados por los mejores bufetes americanos. Los auditores eran perseguidos y calumniados por abogados pagados para ir a televisión. En su defesa, uno de estos letrados dice en el documental que él no mira los balances de las empresas que requieren sus servicios.

Lo mismo ocurre con empresas como Deloitte y PriceWaterhouseCoopers, que tienen franquicias en China que confirmaban las cuentas maravillosas de las empresas fantasma chinas. Dan David explica que poco puede hacer un auditor allí, si se interpone en el negocio con un informe, se le liquida. "Esa es la diferencia cultural", presume.

En total, los inversores estadounidenses se dejaron entre 30 y 60 mil millones de dólares que se fueron directamente a manos chinas sin más historia. Las compañías intermediarias en Estados Unidos se reservaban un presupuesto para las posibles multas. El fraude era rentable aunque les cogieran, solo había que cuadrarlo en las cuentas. 

Hasta ahí, perfectamente creíble y un ejemplo más de lo fastuoso que es el capitalismo desregulado. No hay mucho más. Dan David ha escrito un libro con el mismo título que el documental y durante el resto del metraje se propone forzar al Congreso a intervenir en este gran fraude. Dice que lo único que le motiva es hacer el bien.

Controladores obsoletos

Más interesante es cuando se explica que la Comisión de Bolsa y Valores tiene unos estatutos de 1930, de la época en la que se imprimían las acciones, y que ahora está desactualizada, sobrepasada y sin recursos. El país más poderoso del mundo, no puede garantizar unos estándares mínimos en su mercado bursátil. De todos modos, el problema al que apunta el vídeo es a que no pueden actuar en China, donde no es un delito robar a inversores extranjeros, detalla. Es gracioso cómo definen a China los expertos indignados por el vacío legal que permite el fraude: "Es como el salvaje oeste".

Las reflexiones que siguen no están mal tampoco. ¿Es el capitalismo un sistema que permite ganar dinero o sacárselo a los demás? ¿Premia a los que solo a los que se esfuerzan o también a los que están dispuestos a aprovecharse de otros? Añaden, además, que un fraude es un robo, aunque se llame distinto y no se diferencia en nada de que te asalten por la calle.

Jubilaciones evaporadas

En los últimos minutos aparecen víctimas del timo. Unos han perdido 150.000 dólares, otros 100.000. A algunos se les hundieron las acciones tan rápido en bolsa que las compañías dejaron de cotizar los títulos ya no eran negociables: cero dólares. Otras compañías ni siquiera llegaron a existir realmente como tales, solo eran un nombre. "Tuvimos fe en el mercado, en que nuestro gobierno lo controlaba y nos estafaron desde todos los ángulos", se lamenta un hombre.

La retórica anti-China es también considerable. Un entrevistado llega a afirmar que se trata de un sistema social basado en delinquir. El que viola las normas sube y empuja hacia abajo al que las respeta. Más pragmático y menos efectista es otro que explica que las dimensiones de ese país hacen que todo tenga un efecto multiplicador. Tampoco falta quien explica que si en Estados Unidos existieran las condiciones para estafar a inversores extranjeros, se haría sin miramientos. Pero no es un documental anti-chino y pro-Trump, precisamente el nuevo presidente es quien aparece recortando aún más la regulación de los mercados en los últimos minutos, que es al final la condición fundamental para que se den "tormentas perfectas".

 

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