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memorias de anticuario

Deseos, retos y oportunidades perdidas del mapa artístico de València

1/01/2023 - 

VALÈNCIA. Permítanme hoy fantasear un poco. Soy consciente de que nada o casi nada de lo que aquí expondré, seguidamente, sucederá en 2023, pero todos tenemos derecho, al menos, a escribir nuestra carta a los Magos de Oriente, por muy utópica que esta sea. El otro día se lamentaba un cliente la oportunidad que se perdió cuando los fondos del actual museo Sorolla o parte de estos fueron ofrecidos a la ciudad de Valencia tras el fallecimiento del pintor, con la finalidad de que se expusiera permanentemente su legado pictórico. Sucedió hace muchos años así que no vale la pena volver sobre aquel desdichado suceso, y que trajo como consecuencia que el museo Sorolla se encuentre a 350 km de la playa de la Malvarrosa. He de reconocer que cuando visito el magnífico museo madrileño me parece paradójico contemplar tantas marinas tan lejos del mar. Se me ocurrió pensar en si sería posible pensar en un proyecto permanente que vaya más allá del inminente centenario de la muerte del pintor. Un espacio en la órbita del Museo de Bellas Artes, vale, en el edificio que ocupa, o en otro espacio “ad hoc”. Un tema debatido en no pocas ocasiones y respecto al cual siempre me he situado en el lado de la quimera irrealizable, sin quizás haberlo pensado con una mentalidad más posibilista al respecto. Hoy pienso que la ausencia de un espacio más allá de un par de salas dedicado a Joaquín Sorolla en la ciudad que le vio nacer, obedece a una falta de voluntad real no solo política, sino también social. Cierto, Valencia carece de un número relevante de grandes obras del artista, pero tampoco es el páramo que se ha vendido. Ejemplos de ello: Triste herencia, propiedad de Bancaja, y que apenas podemos disfrutarla. Pescadoras Valencianas propiedad de la Diputación que tampoco es una obra que se exhiba a menudo; El padre Jofré defendiendo a un loco o el Grito del Palleter, obras propiedad de la Diputación de Valencia depositadas en el Palau de la Generalitat, un edificio no museístico. El Museo de Bellas Artes acogerá más de una veintena con la adquisición de la colección Lladró. Imagino también, en este proyecto, a un Ministerio de Cultura que no solamente nutra al museo madrileño dedicado al pintor o al Prado, con adquisiciones a cargo de los presupuestos de todos, sino que adquiera obras del pintor valenciano para que regresen a su ciudad natal, e ir conformando un conjunto que permita pensar en una colección digna del artista. Por otro lado, ¿por qué descartar de entrada la firma de convenios de cesión con el citado Prado, el Museo Sorolla de Madrid o la Fundación Masaveu (la colección privada con más y mejores cuadros)?, ¿por qué descartar el mecenazgo de la sociedad valenciana o la cesión de alguna obra de colecciones privadas valencianas?. Un museo o un espacio singular, de entidad, completado con material gráfico de la Valencia de aquel momento proveniente del archivo fotográfico municipal, así como obra de artistas que compartieron contexto, vivencias y otros cuya obra se vio influida por el arte del maestro completarían el proyecto.

  Foto: EVA MÁÑEZ.

Imagino, también, que los Magos nos traen a los valencianos, por fin, la buena nueva de que el Ministerio de Cultura se toma en serio de una vez por todas “su” Museo Nacional de Cerámica González Martí. Repito: nacional. Y que, definitivamente, se aborda su anhelada-desde hace décadas- ampliación. Puestos a pedir, dada la importancia de su gran catálogo de piezas, no sólo de manufacturas valencianas, se decidiera la apertura de una segunda sede para poder exhibirlas el gran “fondo de armario”, como corresponde y en toda su amplitud, en un edificio relativamente cercano y sin uso como la antigua sede de Hacienda en la calle Guillem de Castro. Cierto, se trata de un inmueble “contenedor”, sin la importancia artística y el encanto del Palacio Marqués de Dos Aguas, pero un museo nacional ha de poner al alcance de estudiosos, historiadores e interesados en general la amplia colección que gestiona, lo que en la actualidad parece ser una quimera. Así cuando nos visita un coleccionista y le acompañamos al actual museo no se nos quede algo decepcionado por la escasa cantidad de piezas que se exhiben en sus vitrinas y nos cite alguna fundación madrileña que exhibe un repertorio mucho mayor. 

Al parecer, el IVAM asumirá la gestión del centro de arte Bombas Gens, un hecho que es consecuencia de circunstancias que lamentamos profundamente. Imagino como consecuencia de ello, un nuevo impulso a aquel fabuloso espacio a través de exposiciones temporales y el edificio de la calle Guillén de Castro destina sus principales salas a la exhibición de forma permanente, de los fantásticos, extraordinarios fondos del centro, y, por fin, salen de los almacenes obras de las vanguardias europeas de entreguerras, del mejor expresionismo alemán, de la abstracción española con obras magnificas de Saura, Millares o Tapies, de los artistas valencianos más importantes de la segunda mitad del siglo XX como Cardells, Alfaro, Equipo Crónica, Michavila, y en definitiva nombres esenciales como Pierre Soulages, Richter, Rauschemberg etc etc, o la gran fotografía del siglo XX. Resulta un extraño lujo tener semejante patrimonio cultural en los peines y las cajas a la espera de una exposición temporal que lo rescate. Quien viene a Valencia y visita el que fue el primer museo español de estas características de España quiere conocer los fondos de la institución como lo hace con, por ejemplo, el Reina Sofía. 

  Foto: MIGUEL LORENZO.

Por último, como soñar es gratis, se me quedan en la gatera tres peticiones de esas que uno empieza a ver, a este paso, como poco factibles, al menos a corto plazo: la primera es que algún día se ponga en sus justos términos patrimoniales el Convento de Santo Domingo con la desmilitarización parcial o al menos la adjudicación de la gestión cultural del conjunto arquitectónico con la finalidad de que sea visitable como lo es, por ejemplo, la Lonja de la Seda. Santo Domingo es, junto a la citada Lonja, la Catedral y el Patriarca, uno de los cuatro conjuntos arquitectónicos y patrimoniales más importantes de la ciudad. El espacio y sus “espacios” necesitan de una gestión bien privada o pública con un horario diario de visita y un recorrido guiado, de lo contrario seguirá fuera del circuito cultural de la ciudad para todos aquellos que nos visitan e incluso para los propios valencianos. Y, finalmente, que las autoridades pertinentes den una pensada al destino del edificio civil más importante que tenemos después de la lonja de la Seda. La antigua tabacalera, antigua aduana y antiguo Tribunal Superior de Justicia. Destinar de nuevo un edificio de esas hechuras, calidad arquitectónica, con su majestuosa escalera de acceso, e importancia patrimonial a la actividad judicial, con todos los respetos, un servicio público que hoy día precisa de espacios funcionales y modernos, es un anacronismo que no podemos permitirnos. Estamos hablando de salas con techos de cinco metros y de unas dimensiones que exceden con mucho las necesidades. Finalmente, imagino, sueño, que la voluntad política “obre el milagro” y una mañana caminando por la calle del Salvador me caiga literalmente al suelo al observar que han desaparecido las esperpénticas vallas metálicas que rodean el “solar” de la susodicha calle de entrada al entorno de la Seu, sobre el que recae la única iglesia de la ciudad que presume de su torre románica. Y el otrora “no lugar” vallado se transforma en un sencillo pero digno espacio para ser disfrutado por la ciudadanía del barrio y los visitantes. Soñemos.

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