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crítica de concierto

El caso Heras-Casado

25/06/2022 - 

VALÈNCIA. Teresa Berganza es el nombre propio que merece ser citado en primer lugar, puesto que el concierto lo era en homenaje de la legendaria mezzosoprano madrileña. El segundo ha de ser por méritos propios el de Pablo Heras-Casado (Granada, 1977). En la historia de la dirección hay casos de maestros con repertorios enormes tanto por la cantidad de obras que han abordado como por el arco temporal que estas abarcan. Casos célebres serían los de Karajan, Bernstein o Solti. El de Heras-Casado va más allá en este sentido. No es que su repertorio sea de una extensión abrumadora, que lo es, a una edad que podemos calificar de “joven” sino que mientras que aquellos podemos decir que su acercamiento a la música anterior al Clasicismo es un tanto anecdótica en su carrera, ocasional y con criterios interpretativos modernos, con el director granadino nunca sabemos a qué atenernos puesto que se muestra especialista en cada repertorio. Hace unos días cerraba un ciclo de representaciones de la L´incoronazione di Poppea en la Staatsoper con criterios de dirección históricos, poco antes había debutado en la Scala con Don Giovanni con criterios clasicistas. Este viernes la primera parte estaba ocupada por repertorio de la primera y segunda mitad del siglo XX y con una obra de la segunda mitad del XIX y sus grabaciones van desde Michael Praetorius (siglo XVI) a Shostakovich. Cualquier día quizás inicie un ciclo de oratorios haendelianos, a la par que inicia la grabación de una tetralogía wagneriana o … a saber si un día le vemos subir al podio de la colina sagrada. 

La primera parte estuvo ocupada por una preciosa selección que lejos de ser un compromiso, estuvo personalmente elaborada por Heras-Casado, lo que es reflejo de la hiperactividad de este hombre, alternando inteligentemente y con un remarcable buen la obra instrumentales del compositor catalán Eduard Toldrá “Vistes al mar” en sus tres movimientos, editados por Ros Marbá, con las de la castellonense Matilde Salvador, que resultó ser una feliz idea por el aire evocador y mediterráneo del primero y la especial sensibilidad de las obras de Matilde Salvador, que emparenta la música de ambos. De Toldrá destacó la alegría de vivir mediterránea de La Ginesta, el misterio contemplativo y reflexivo del Nocturno, con la excelente contribución de la concertino Elena Rey cerrando el movimiento. Cerraba una alegre “La mar estaba alegre”. 

Foto: LIVE MUSIC VALENCIA.

Como decía las piezas de Toldrá funcionaron como nexo de unión o interludios instrumentales entre las canciones de la compositora valenciana, defendidas por la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera con dignidad sin más. No se puede negar profesionalidad, no pocos instantes de buen canto y pasajes de belleza que todavía emerge en su voz, pero su instrumento se halla algo cansado faltándose esmalte, y la dicción no fue la mejor para que el público accediera a las letras de una selección formada por las Canciones de nana y desvelo, tres nanas y el cancionero de la enamorada. Es una pena que no se escuchen más habitualmente estas canciones de una belleza compleja a la par que accesible, íntima, nunca evidente y ni fácil, pero que atrapa desde la primera escucha y más todavía orquestadas. 

Un Chaikovski para recordar

No recuerdo una obra sinfonía en la que se trasladen los sentimientos de un ser humano de una forma tan íntima y directa al oyente. Por momentos el dolor que transmite el compositor ruso sobre su propia existencia es tan desgarrador e íntimo que incomoda. Pero la belleza de la música es tal que nos dejamos arrastrar por ella, quizás objetivándola, sin darnos cuenta, para no empatizar demasiado con el dolor que hay tras los pentagramas más personalmente desoladores que se han escrito. Mahler es filosófico, Bruckner religioso o cósmico, Beethoven más humanista, Brahms abstracto. Tchaikovski es él y nosotros, nadie más. 

Foto: LIVE MUSIC VALENCIA.

Extraordinaria la lectura de Heras-Casado y una orquesta de Valencia, completamente entregada, en absoluto estado de gracia. Una versión en la que el director granadino fue al meollo del asunto, de gran tensión emocional, con los evidentes contrastes dinámicos y de tempo, pero sin llegar al paroxismo innecesario y en ocasiones un tanto impostado. Chaikovski lo dejo todo escrito, no hace falta exagerar. Sin que comenzara en absoluto de forma decepcionante, sí que lo hizo con cierta ligereza pretendidamente buscada. En este sentido, en el del pathos la interpretación, fue de menos a más con un cuarto movimiento completamente desgarrador con unos contrabajos de un sonido físico que se propagó por toda la sala, cerrando el movimiento y la obra, con lo que algunos llamarían coda, pero que en realidad es un espectro, una falsa ilusión de una inercia, con un adagio lamentoso da la sensación de querer seguir adelante pero que finaliza, con cierta imprevisión, agotado emocionalmente, como el genio creador que le dio forma allá por 1893. Antes le había precedido un brillante allegro molto vivace que no es más que una trampa, un engaño, un trampantojo y que el adagio que le sigue, separado por un mero silencio, lo convierte en una tragedia y un mero tránsito a la caída definitiva. La música cesó pero el público concedió medio minuto de conmovedor silencio  hasta iniciar los aplausos.

Excelentes todos los solistas y familias, que a la salida se mostraban vivamente satisfechos, y no me gustaría dejarme a nadie: el fagot en su sombría intervención inicial, clarinete en el cierre de la primera sección, todos los metales y maderas, sin excepción, en sus numerosas intervenciones principalmente en los dos anti-climax más estremecedores de la literatura sinfónica, en los movimientos de inicio y cierre, y sin olvidar toda la cuerda y la percusión. Enhorabuena, y hasta la temporada que viene.

Ficha técnica: 

23 de junio de 2022

Teatro Principal

Obras de Eduardo Toldrá, Matilde Salvador y Piotr Ilich Chaikovski

Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano

Orquesta de Valencia

Pablo Heras-Casado, director musical

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