La generación de los 90 sacude el IVAM

VALÈNCIA. Fue en el año 1986 cuando el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) abrió por primera vez sus puertas al público, un hito clave en la construcción del mapa cultural valenciano que hoy conocemos. Casi cuatro décadas ha pasado entre la apertura del centro y la inauguración de [DOSMILVINT-I-U] [DOSMILVINT-I-TRES] = 1 encuentro, que acoge esta semana el museo, una muestra que reúne a seis jóvenes artistas nacidos a partir de los años 90. Ninguno de ellos ha vivido en un mundo en el que el IVAM no existe. Los participantes son Diego Navarro (València, 1991), Darío Alva (Talavera de la Reina, 1993), Claudia Dyboski (València, 1997), Marina González Guerreiro (A Guarda, 1992), Álvaro Porras (Ciudad Real, 1992) y M Reme Silvestre (Monòver, 1992). Todos ellos fueron seleccionados en 2021 para formar parte del programa de Arte y Contexto del museo, dos años en los que han desarrollado distintas investigaciones y acciones en torno a la práctica artística que, ahora, se traducen en una exposición.

Esta supone la primera muestra que protagonizan en una gran institución cultural, aunque en ningún caso se trata de un proyecto menor. Sí es especial, claro, pues su propia concepción parte de unas formas de hacer que han “sacudido” el día a día del IVAM durante estos meses, un programa con el que ha tendido un nuevo puente a la creación -y procesos- más contemporánea. “La idea era desarrollar un proyecto que fuera más allá de una exposición colectiva de artistas jóvenes en el IVAM, diseñado desde sus prácticas propias y desde un contexto conectado”, explica la directora del museo, Nuria Enguita, quien presentó la muestra junto a los artistas participantes y los comisarios Julia Castelló y Ali A Maderuelo, coordinadores del programa junto a Carles Ángel Saurí, que salió del proyecto para hacerse cargo de la dirección del Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC).

En este sentido, Castelló apuntó que la exposición supone una suerte de “encuentro generacional” de aquellos creadores nacidos a partir de los 90, una generación que desarrolla su práctica artística “desde una reacción a la inestabilidad del presente y al proceso de abstracción de la realidad contemporánea”. Esta visión de colectivo se aprecia tanto en la exposición como en estos dos años de trabajo que se ha traducido en 25 propuestas en forma de talleres, conferencias o performance. Aunque la muestra no es en ningún caso un proyecto “finalista”, subrayan, sino que se integra en un marco de acción mayor, no deja de ser la carta de presentación con el público del IVAM, una suma de cinco proyectos que trabajan sobre cuestiones como la relación entre el interior y exterior de la institución cultural o los lenguajes digitales, una suma que da forma a una “panorámica precisa” de la creación contemporánea desde el contexto valenciano.

La propuesta de Diego Navarro y Darío Alva marca el punto de partida del recorrido con una interesante instalación que sumerge al espectador en un universo en el que la realidad y la ciencia ficción se diluyen. Tantos los sonidos y las imágenes que aparecen en las pantallas instaladas como otros elementos, como la arena en el suelo, parecen trasladarnos en un primer golpe de vista a un espacio natural, una selva o un bosque quizá. Sin embargo, cuando uno presta atención repara en que lo aparentemente conocido es, en realidad, un mundo nuevo. Seres imaginados y una reintepretación de los lenguajes sonoros del mundo natural marcan el ritmo de un proyecto que parte de una hiperrealidad configurada a través de herramientas de Inteligencia Artificial, creando un sugerente entorno tan ficticio como natural. También la propuesta de Claudia Dyboski, Ecco, remite a un mundo distópico inspirado por el mundo de los videojuegos y la ciencia ficción. Así, la creadora presenta en el centro de su composición un columna coronada por una criatura que, a modo de joven deidad, se muestra como origen de la vida, una idea reforzada por el rumor del agua que la rodea, de la que surgen el resto de “bestias híbridas”.

Por su parte, Marina González Guerreiro dibuja una mirada más íntima a la acción creativa y al espacio que ocupa con el proyecto Barca, muro, orilla, unos frutos, una propuesta que recoge distintos objetos con los que convive en el taller, un espacio de “juego y libertad” que traslada ahora a las salas del IVAM. Esta composición plantea un “acercamiento lírico” al paso del tiempo a través distintos objetos que remiten a lo doméstico, como algún calendario, un planteamiento en el que convive los objetual con lo gráfico. Álvaro Porras presenta una investigación centrada en los trenes de las serie 592 –popularmente conocidos como 'camellos'-, un modelo producido en València durante la primera mitad de la década de los 80. La delicada propuesta supone un acercamiento al grafiti, pues fue en estos trenes de cercanías donde se comenzaron a pintar, un relato que se traduce en lienzos de grandes dimensiones y esculturas formadas por traviesas de madera, recuperadas de las vías de tren.

Entre unas piezas y otras, Quien nada tiene, al menos posee un cuerpo, de M Reme Silvestre. La artista presenta una obra site specific que parte del concepto de fascia, un sistema de tejido conectivo que envuelve músculos y órganos, una suerte de “sostén” del cuerpo que se traduce en dos estructuras de gran formato que convierten la sala en una suerte de organismo vivo. Con ellas habla de la idea de fuera y dentro, tanto del cuerpo como de la propia institución museística, un proyecto que también genera un puente explícito con el IVAM. Así, la instalación dialoga con la propia colección del centro, una representación del tejido humano que esconde obras de artistas como Miquel Navarro, Eugènia Balcells o Tony Cragg, así como piezas de reciente creación de las artistas contemporáneas Cristina Garrido y Sara Marhuenda.