La obra bebe también de una trama con toques existencialistas, que con el humor hace crítica social de las cosas más naturales del ser humano. Con esto Sproston eleva el absurdo a la poesía para reflexionar sobre las relaciones personales, en la que a veces “creemos que todo tiene un sentido pero muchas veces todo se parece más a la comedia”. La obra salta de esta manera a lo largo de más de una quincena de situaciones que cambian la estructura e intentan leer al individuo desde lo estético y lo dramatizado.
Con momentos impactantes, divertidos y hasta angustiosos se compone una representación que según Sproston se parece más a la de un concierto: “Es como cuando ponen canciones lentas, luego las cañeras y luego la que conoce todo el mundo. Es una obra de sensaciones, con transiciones muy pensadas y que intentan pasar de una escena a otra con cierta normalidad y lógica interna”, o al menos intentarlo dentro del universo del teatro.
El maestro, Ponce, es consciente de puede resultar extremadamente complicado meterse en su cabeza a averiguar el por qué de escribir cada pequeño detalle que le rodea y que apunta mientras camina. Los textos que se ven representados en Escenas de la vida contemporánea con sus bichitos y todo salen de un ejercicio diario del dramaturgo que resulta casi compulsivo: “Yo me levanto, salgo a la calle con una libreta y escribo cosas que me vienen de fuera. Por la tarde me siento a bajar a tierra el material acumulado y a interpretarlo a través de mis apuntes”.
En estas anotaciones habla sobre situaciones, lugares, estímulos y todo lo que percibe sobre el mundo que le rodea. Los textos analizan a las personas, y entre el caos y la cantidad de temas que se tratan Ponce crea una lectura propia en su cabeza, que luego Sproston debe cribar y analizar: “Yo siempre le explico a Marcos que de lo que le mando tiene que cortar, las tijeras en el teatro son muy importantes, dan forma y sentido a lo que piensas”.
Finalmente sobre el escenario el discurso de cotidianidad de Ponce y Sproston, como si se tratara de un paseo conjunto, baja a un nivel en el que ambos se comprenden. Explica el director novel que finalmente lo que pretenden con la obra es hablar de las relaciones humanas, de las cosas más normales como la pelea de una pareja hasta las más ocultas, que habría que observar a través de una mirilla: “Es como si miraras el interior de una casa, y eso con el prisma de lo contemporáneo. También se percibe la ansiedad, la inmediatez del día a día y las palabras que se dicen los personajes unos a otros. Es una historia sobre cosas muy concretas y a su vez con mucho vuelo”, explica sobre la obra y su montaje final, “el espectador podrá verse identificado en muchas de ellas, sentir rechazo y hasta recrearse en las escenas. Hay textos con tensión, libres, abstractos, y todos ellos se ven representados”.