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reformulación del centro

El Museu de Belles Arts de València saca brillo a su 'star system'

La pinacoteca se avanza al Año Muñoz Degrain, que se celebra en 2024, con la inauguración de una sala monográfica y recibe la imponente Yo soy el pan de la vida de Sorolla

24/06/2023 - 

VALÈNCIA. Fue en 1913 cuando, en la última etapa de su vida, Antonio Muñoz Degrain escribió la carta de amor definitiva a las dos ciudades que lo fueron todo para él: València y Málaga. Ambas recibieron generosas donaciones de obra por parte del pintor, un movimiento clave que determinó el futuro de la divulgación de su legado. En el caso de la ciudad andaluza, además, sirvió de catalizador para la creación de su pinacoteca provincial. El Museo de Bellas Artes de València (Mubav) fue el otro gran receptor de su obra, una recepción que se tradujo en la creación de un espacio monográfico para presentarla al público valenciano en su entonces sede, el actual Centre del Carme. El estallido de la guerra civil derivó en su traslado al Colegio Seminario de San Pío V, ahora sede de la pinacoteca, que mantuvo un espacio señalado dedicado al autor hasta finales del siglo XX, cuando quedó diluido con la remodelación del centro cultural. Más de un siglo después, València le escribe a Muñoz Degrain una nueva carta de amor. 

El Museu de Belles Arts de València ha inaugurado esta semana una sala permanente dedicada al pintor, un espacio que presenta gran parte de los fondos procedentes de la donación y cuya creación se enmarca en una transformación mayor del centro. Esta pasa, tal y como avanzó este diario, en una reorganización del recorrido expositivo poniendo el acento en algunas de sus firmas ‘estrella’ así como en la recuperación de espacios infrautilizados. De hecho, la nueva sala se ubica en una estancia que hasta ahora permanecía cerrada al público y sin uso definido. Este espacio se abre por primera vez a los visitantes para mostrar una revisión de aquella sala que en 1914 se levantó en el Convento del Carme, aunque con el punto de vista de un “museo del siglo XXI”. Así lo explicó durante la presentación del proyecto el director del Mubav, Pablo González Tornel, quien reivindicó al pintor como “el mayor paisajista español del periodo de entre siglos” y “responsable de la modernización del género”, a pesar de ser una firma “poco conocida” fuera de València.

Foto: Jorge Gil / Europa Press.

La apertura de la sala supone una suerte de adelanto a los actos de conmemoración del centenario de su fallecimiento, que se celebrará en 2024, una programa en el que el centro valenciano ya trabaja y que le llevará a aliarse de nuevo con el Museo de Málaga, con el que generará una “gran exposición” que se podrá ver en ambas ciudades el próximo curso. Esta muestra, tal y como avanzó el director, contará además con la colaboración de otras instituciones de ámbito nacional, como la Biblioteca Nacional, que cuenta con una “formidable” serie sobre Miguel de Cervantes, o el Museo del Prado, que suma en sus fondos algunas de las principales obras del autor valenciano, como Los amantes de Teruel, que el pintor envió desde Roma a la Exposición de Bellas Artes de 1884, en la que obtuvo la primera medalla.

Entre València y Málaga

Formado en la Academia San Carlos de València, la carrera de Muñoz Degrain despegó en 1862, año en el que envió tres obras a la Exposición Nacional, recibiendo una mención honorífica junto a Eduardo Rosales, a la que pocos años después vendría una segunda medalla con Paisaje del Pardo al disiparse la niebla. “Es un artista muy inquieto. No se conforma con la tradición heredada y, a pesar de que estudia en la Academia San Carlos, se puede considerar como un pintor autodidacta”, explica González Tornel. Esa inquietud lo lleva a pasar un primer periodo “por su cuenta y riesgo” en Italia, un viaje que años después repetiría, aunque en esta ocasión gracias a la pensión derivada de la primera medalla en la Exposición Nacional de 1881, que ganó con el lienzo Otelo y Desdémona. Entre València y Roma ya había aparecido una Málaga que se convertiría en su último hogar, ciudad a la que viajó en 1870 para cumplir el encargo de decorar el Teatro Cervantes y donde acabó estableciéndose, un hogar definitivo que contó con una última ‘aventura’ en la capital para dirigir la Academia de San Fernando.

La sala reúne más de una veintena de obras del maestro valenciano, fundamentalmente paisajes, mediante las que se genera una fotografía global de la evolución pictórica de Muñoz Degrain, una panorámica que va del realismo a lo sublime. Es en esta segunda categoría donde se encuentran aquellos elementos que acabarían por definir su obra, como el uso de colores no convencionales, “colores sintéticos que tradicionalmente la pintura no había utilizado y que rara vez se encuentran en la naturaleza”. En estas piezas se muestra la grandeza de la naturaleza frente a un humano más empequeñecido, una visión que tiene como ejemplo la magnífica Amor de madre, que representa a una mujer tratando de salvar a su hijo durante una salvaje inundación. El Líbano desde el mar o Los Gaitanos son otras de las piezas que se muestran ahora en la sala permanente, un legado que en gran medida se encontraba en los almacenes  del museo “desde tiempo inmemorial” y ahora regresan al espacio que el pintor siempre soñó.

Foto: Jorge Gil / Europa Press.

Sorolla encuentra su espacio definitivo

La inauguración de la sala dedicada a Muñoz Degrain se enmarca en un proceso mayor de reconfiguración de las salas del museo, que plantea la creación de distintos espacios monográficos dedicados a artistas como Benlliure, Pinazo o Sorolla, de los que el museo cuenta con material suficiente para componer una "biografía completa" y que guiarán el nuevo relato del centro. Es este último, que este mismo año conmemora el centenario de su fallecimiento, quien protagonizará la próxima apertura, que llegará a final de este mismo año. La Sala Sorolla volverá a ser una realidad en el museo valenciano, que prescindió de ella en el año 2019. Vuelve, eso sí, con un cambio de fondo, pues el anterior montaje, declaró el propio director del museo durante una entrevista con este diario, “iba en contra de cualquier criterio museológico o museográfico científico sólido”. 

Si bien para ver la sala en su totalidad habrá que esperar algunos meses, el espacio ya es accesible para el público, que desde esta semana puede ver la imponente Yo soy el pan de la vida en la que será su ubicación definitiva. “Esperamos que no vuelva a salir”, deslizó González Tornel durante la presentación. Este comentario no es baladí, pues sus grandes dimensiones han marcado un “complejo” traslado desde el antiguo edificio de Correos, donde se ha expuesto en los últimos meses en el marco de la exposición De la foscor a la llum, que reunía los fondos de la Colección Lladró tras su adquisición por parte de la Generalitat. 

La pieza, encargada en 1896 por Rafael Errázuriz para decorar su casa palacio de Valparaíso (Chile), es la pintura de temática religiosa de mayores dimensiones que se conserva del maestro valenciano, una rara avis convertida en la joya de la corona de la futura Sala Sorolla. La pintura, por cierto, viene acompañada por otras obras, dos de ellas -La vendimia y La prensa- ubicadas en el Museo Municipal de Viña del Mar (Chile) que podrían visitar València pronto, tal y como deslizó del director del Mubav. Con todo, Sorolla ha encontrado el que será su espacio definitivo en el Museu de Belles Arts, una sala que servirá para calmar la sed de un 'museo Sorolla valenciano' y que reunirá las piezas procedentes de la colección Lladró, entre las que también destaca Labradora valenciana, así como una selección de las pertenecientes al museo.

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