¡De qué bars, nano!

Tucán II

Yes, tu can.

| 28/01/2022 | 3 min, 21 seg

Xics, me apetece tralla. Después de un par de bares cuquis, finos y hasta medio vegetarianos, hoy me apetece the real thing. Quiero un poquito de expositor con tapas y cajas de cerveza a la vista, quiero sentirlo en el pecho, así que he acudido a la llamada del Tucan 2.

Fuera chispea, buscamos sitio en el interior. Es un local gigantesco, tranquilamente se podría jugar una pachanga de futbito dentro. Curiosamente, el Tucán 2 me recuerda mucho al Ana 3. Seguro que un numerólogo te sacaría algo de esto. Tienen carta, unas tortillas expuestas junto a la barra y... oh ¿Es eso un gayato colgado en la pared? Dios, ojalá lleve escrito "paga o cobras", esos son mis favoritos. La decoración se completa con una red de pelotas colgando cerca de la entrada, y una tragaperras con una pelirroja exuberante dibujada en el lateral. Todo claramente Bauhaus.


Hay dos camareros, uno muy salao, y otro al que la vida le pesa un poco más. Comenzamos yendo a la barra a echar un vistazo y pedimos un revuelto de morcilla y una ración de tortilla de habas. Las traen al instante, junto con pan, un plato de cacaos con cáscara y unas olivas. Te puedo decir que me funcionan, las han hecho esa misma mañana. El revuelto está jugosón, la tortilla también, incluso levemente líquida en el centro. La morcilla es de cebolla, la ración es cerda y abundante...hmmm, como chorrea  por toda la barbilla. Las habitas están un poco al dente, y me encuentro con tropezones ocasionales de jamón.  Todo empieza bien.

Pedimos luego unas puntillitas, que bueno, pues puntillitas. Congeladas seguramente, y saben un poco a las que te ponen en todos los bares. Sin demasiada fantasía y con un gajo de limón. ¿Qué es esa mierda blanca que les sale a algunas cuando las pinchas? Es el alma de la puntilla intentando escapar, da todo el asco.

Nos emocionamos mucho cuando el camarero dijo que tenían tellinas, pero hicimos mal pidiéndolas. No es temporada,  y ya sabes que besarte es como comer naranjas en agosto y uvas en abril, así que vamos a sobrevolarlas como si nunca hubieran sucedido.


Seguimos con unos caracoles, que es algo que me mola bastante, pero rara vez encuentro a alguien que me dé bola. Mas concha que salsa, saben a laurel y hierbabuena. Llevan verduritas cortadas a protones y trocitos de jamón, pero echo en falta suque, un poquito dry.

Qué lástima, todo apuntaba a guay, y se ha ido desinflando poco a poco como las películas de Álex de la Iglesia. Las mesas de al lado empiezan a darle caña a las paellas del menú de mediodía, pero yo voy a intentar la remontada, y no puedo marcharme sin catar un bocata. Me pido medio, esperando un trozo poco más grande que un montadito, un poco menos de un palmo, tal vez. El caso es que me llega una minibarra entera, tierna, poco cocida, pero buena, rellena de jamón, lomo y pimientos.  Bocata correcto, de madre que te lo pone para una excursión, pero realmente quiere más a tu hermano.


Terminamos con unos cafés y la mesa llena de cáscaras de cacahuete.

¿La cuenta? 45,50 entre 4, no llega a 11.

Pues un bar batallerete, más potente en cantidad que en producto. Bien para echar una cañita antes de comer el fin de semana, pero sin nada destacable. Creo que pedimos mal, igual teníamos que haber ido más a por cosas tipo guiso. De todas formas, que no te importe, porque lo que tiene que preocuparte ahora es que a Eurovisión tienen que ir las gallegas o Rigoberta Bandini. Eso es lo que tiene que movilizar a España ahora mismo.

Mamá, mamá, mamáaa.

Goza de amplio aparcamiento.

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