Blancos para el invierno

El vino que nos abriga, claro

Mirando frías y oscuras mañanas soñé… ¿Que qué soñé? Que no era necesario el verano. ¿Y cómo? Con una copa de blanco en la mano

| 08/11/2019 | 4 min, 59 seg

Porque es bien sabido que aquí somos de despojarnos de típicos tópicos tan aburridos como sosos. Por eso hoy vamos a apostar por una temporada otoño-invierno bien lejos de centro comercial y con vino de claros colores y elegante porte. De esos que iluminan los días, calientan las noches y hacen compañía de la buena. A veces con un poquito de barrica, otras con sus lías, cemento… o nada de nada, pero siempre con su peso, amable seriedad y suficiente cariño para guarecernos entre arrullos, que el tiempo es lo que pide. A su abrigo y con potencia carnal en el plato para darnos esas calorías tan necesarias para seguir rebeldes, como somos.

Y como lo es el Loco 2015 (Canopy). Un pirado cosa seria de garnacha blanca que camina por los campos de Méntrida entre matojos frondosos y enorme intensidad. La de la inmensa virtud de gustar de la buena mesa, la inteligente conversación y el cuchareo rico rico, con unas pochas con perdiz.

Dominio del Pidio Albillo 2018 (Dominio del Pidio) es gentileza y buen gusto. Claridad clarividente en la Ribera del Duero que nos sube en todoterreno subterráneo para hacer bodegueo de antaño. Y se demuestra muy señor junto a un lechazo asado y bien tiernito. Porque puede con eso y mucho más.  

El Badiola Las Parcelas Blanco 2018 (Península Vinicultores) es otro de los que vienen a poner los puntos sobre las íes, que lo queremos todo perfecto. Novedosa novedad en forma de viura riojana más de pensar que de tonta jarana. Fondo y saber estar con una cortesía que te da vueltas y vueltas mientras te invita a unas patatas con costilla.

Nos quedamos en la zona y su mezcolanza de uvas con el Remírez de Ganuza Blanco Reserva 2012 (Remírez de Ganuza). Formalidad sin concesiones con su poquito de madera que se hace bonita con los años. Cremosa importancia que persiste en ser arte y parte, siempre que sea posible y con unas croquetas de jamón.

El Itsasmendi Artizar 2012 (Itsasmendi) aparece como vasco con carácter que se dice txacolí. Acideces desbordantes que le auguran vida eterna, más la que lleva en el zurrón. Un largo recorrido por prados con sus florecillas y algún que otro risco. Y antes de que nos dé un mordisco le ofrecemos un plato grandote de alubias de Tolosa.

Desde Navarra y con su garnacha de claro color llega el Santa Cruz de Artazu Blanco 2015 (Artazu). Equilibrista equilibrado, no se cae por su propio peso porque se siente complacido con rotundidad y un poquito de frescura. Volumen para no perderlo de vista y mejor acompañado por un asado de gorrín. Cosa más bonita.

Con el Wolfer Goldgrube Spätlese 2009 (Weingut Vollenweider) viajamos a la Alemania de ese riesling mieloso que llena de momentos fermosos. Balanceos de cariño contenido y dulces caricias. Vivaracho y con ganas de agradar, nos conquista sin miramientos y con un codillo y su chucrut, mira tú.

Con gracia y hasta siempre

Nos perdemos en El Jardín de las iguales 2016 (Bodegas Frontonio) que no tiene nada de ya visto. Porque es macabeo aragonesa con potencia preponderante y finura bien refinada. Cítricos y piedrecillas de viñas especiales que dejan huella a su paso. Y como no lo queremos dejar pasar, lo bebemos con gracia y una de cordero al chilindrón.

Momento para dar paso al O Soro 2016 (Rafael Palacios), godello de Valdeorras que apunta llevarnos a la eternidad. Poderío estructurado de los que interesan de verdad y de la buena, esa que nos llena de chiribitas entre bálsamos sedosos y llenos de pasión. Magno y magnífico, ahora y siempre con un perolo de pote gallego.

Repleto de suelo el Arrayán Granito Albillo Real 2018 (Arrayán) nos lleva directitos al cielo. Excursión a Cebreros entre recuerdos de piedros y meriendas en naturaleza. Distinción estilosa que hace su recorrido vibrante y brillante. Y así, directo y sin fisuras, alarga el momento mientras enciende las brasas para hacer una chuleta de ternera. Como debe ser.  

Volamos derechitos a isla de vulcanismo italiano con el Eruzione 1614 Carricante 2017 (Planeta). Carricante siciliana que es Etna en estado puro. Brumas y un poquito de frío del que nos resguardamos en una finca de limoneros. Caballito desbocado que enfila directo a su destino, que no es otro que el de callejeo mientras comemos unos arancini.

De saltito saleroso nos plantamos en Alsacia con su Jean Ginglinger Pinot Gris 2016 (Jean Ginglinger). Acaramelada caricia que se abre a campo de césped salvaje, con su rocío mañanero muy presente. Frescura de ciertopelo que sorprende con fuerza entre pétalos que revolotean alrededor de nosotros y una tarte flambée con mucha panceta.

De pronto aparecemos en Portugal y probamos el Flor Nobre Reserva Branco 2014 (Casas do Côro). Uva rabigato que mira que nos gusta. Porque es fascinante de minerales de los más atractivos. Porque nos acompaña entre chisposo y floroso, pero siempre mirando a los ojos. Cristalino como el agua, de cara a horizontes salinos y con un arroz de pato que te mueres. 

Terminamos en las Canarias y nuestro Tenerife con el Blanco Dulce (Suertes del Marqués). Listán blanco y malvasía aromática de relente descarado con dilatado paso y repaso. Nos da un abrazo de los que no empalagan porque quieres que no se vaya nunca y lo tomas despacito, saboreando con calma junto a una de esas morcillas de almendras. Y así llegamos hasta aquí con un continuará, que queda mucho invierno por delante y con vino, siempre será mejor.

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