València crece y crece como destino de ocio y gastronomía

¿Hay ciudad para tanta apertura?

Es el run run entre chefs, hosteleros varios y gastrónomos de raza: felicidad ante este aluvión de aperturas pero una pregunta, ¿hay tanta demanda en València para este no parar de nuevos restaurantes?

| 29/03/2019 | 4 min, 9 seg

Los datos son tan optimistas que asustan, por aquello del cuídame del agua brava: La Comunitat Valenciana recibió más de 28 millones de turistas en 2018 (19,4 millones fueron nacionales y 9,2 millones, internacionales), lo que supone un aumento del 3,2% respecto al año anterior y un nuevo máximo en la serie histórica, que gastaron un 4,9% más, hasta los 8.944 millones de euros. Lo explicó el secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer (buen gastrónomo, por cierto) durante la presentación del balance del año, que recoge una evolución positiva del empleo turístico con un incremento del 4,2% de afiliación a la Seguridad Social en hostelería y agencias de viaje (en 176.783 personas). Hacen falta más camareros y más personal de hotel porque València crece y crece como destino de ocio y gastronomía; destino, además, no tal ligado a los viajes low cost y los cruceros como podíamos pensar: y es que la Comunitat es el destino donde más gasta el turista internacional en alimentación (más que en San Sebastián o Cataluña; chúpate esa, Michelin) respecto al total del gasto del viaje.

La caída en desgracia de Barcelona y los precios en Madrid, claves en el estallido valenciano

Hablo con Fidel Molina (precisamente en su Café Madrid) propietario de MyR Hotels, la firma del Grupo Comatel que ha roto el sector hostelero del Cap i Casal con cuatro hoteles en la ciudad y una inversión de más de 56 millones de euros respaldada con fondos propios; “La ciudad va como un tiro y queremos estar en el centro de esa revolución, las inversiones se están fugando de un Madrid reventado por los precios y de Barcelona, dado el inestable escenario político; es el momento de València”. Y para muestra, cuatro botones; Marqués House, Plaza del Mercado, la antigua sede del PSOE en Blanquerías y el Palacio Vallier, un cinco estrellas de libro que acogerá el restaurante más lujoso del grupo —hola, Kaymus. Ya sabemos que la economía, y los flujos turísticos, son cíclicos; así que la pregunta es inevitable: ¿está preparada la ciudad para la caída que vendrá?

Por ahora todo son mieles y el sector restauración vive esa aparente alegría de las mesas llenas y la caja haciendo clin clin. ¿El gran beneficiado? El centro de la ciudad y este definitivo renacer del Carmen con proyectos gastronómicos, además del maravilloso Café Madrid de Iván Talens y Nacho Romero, como Gallina Negra de Javier Nuria y Óscar Merino, Merkato de Valentín Sánchez Arrieta, Llisa Negra de Quique Dacosta, Toshi de Toshiya Kai, El Bressol de José Vicente Pérez, Balbeec de Steve Anderson, la vuelta del Canyar de Pepe Fuste, Vaqueta del Grupo Gastrotrinquet o Cap i Casal de Raúl Cob en el antiguo local de Rías Gallegas.

Siempre pensé que el latido de una ciudad era en parte culpa de sus bares y restoranes

València no para y extramurs también crece con ese Oganyo de Karlos Moreno y Lourdes Reyna en zona Aragón, Convent Carmen de Miguel Ángel Moyano o La Sastrería de Sergio Giraldo y Christophe Bouchet en el Cabanyal-Canyameral. Yo, la verdad, siempre pensé que el latido de una ciudad era en parte culpa de sus bares y restoranes; de ciudadanos de aquí y de allí llenando las terrazas y pateando las calles en busca de cobijo, parada y fonda. ¿La respuesta a la pregunta? Pues que no, claro que no hay València para tanta apertura; llegará el cambio de ciclo y volveremos a hablar de esa ‘burbuja gastronómica’ que nunca terminó de explotar y se bajarán persianas (justo estos días acabamos de vivir el triste cierre de Boix Quatre de Josué Ribes) y volarán cocineros a otras latitudes… Quizá es el aprendizaje que debemos hacer como la ciudad cosmopolita y urbanita que queremos ser: abrirán unos y cerrarán otros… y no pasa nada. Y llegarán nuevas voces y nuevas cocinas y mutará la oferta y entenderemos que un cambio (o el traspaso de un restorán) no tienen porqué ser sinónimo de fracaso, sino de estar vivos.

Me gusta esta ciudad abierta al mundo, me gusta esta València con la determinación de ser una chincheta en el mapa del nómada. Y es que es verdad aquello que escribió Dumas: “viajar es sin duda vivir, en el sentido más amplio de la palabra… respirar aire puro, sentir la alegría de estar vivos y de formar parte del mundo ”.

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