Fierro

Esa mesa, en la que se podían juntar hasta doce comensales, muchas veces desconocidos, dio pie a momentos de magia que solo podían propiciar unos anfitriones como Germán Carrizo y Carito Lourenço. La pandemia terminó con aquella propuesta singular y posiblemente única en España en aquel momento, pero en este Fierro que va camino de cumplir una década siguen pasando muchas cosas. 

Sentarte en una de las cuatro mesas de Fierro es asistir a una proyección del pasado y el presente de Germán y Carito. La empanada Justina, receta de la madre de Germán —el único pase que no se ha movido en estos ocho años—, la cremola o la reinterpretación del bife nos hablan de su infancia en Argentina; la chirivía, el bogavante o la ostra valenciana lo hacen del respeto que sienten hacia el producto de la tierra que los ha adoptado. Aquí no hay nada casual. 

Cada plato cuenta una historia y todo tiene un sentido, desde su bebida de mandarincello hasta el postre de tomillo. No hay duda de que lo que han conseguido lo han hecho a base de talento, pero también de mucho trabajo. Ninguno de los múltiples proyectos en los que andan enfrascados les ha desviado de su primera casa ni de su objetivo principal: hacer feliz al cliente. 

Plato destacado → Cualquiera de ellos, pero atención a los postres.